03-. Lizzie

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Diez minutos antes de la hora acordada, Raquel llegaba a casa de los padres de Carlos. Había quedado con él allí, para recoger un par de cosas y hacerse con la lista y direcciones de los invitados de sus suegros. Aparcó justo delante de la puerta, y Elizabeth salía a recibirla.

My dear —le dedicó una sonrisa a la vez que abría los brazos. Raquel la abrazó.

—¿Cómo estás, Elizabeth? —preguntó cuándo se guardaba las llaves del coche en el bolsillo trasero del pantalón.

—Muy bien, ¿y tú? Pasa al salón, Carlos no debe tardar —la invitó al señalar hacia la puerta.

—Todo bien, gracias —caminó cruzando el umbral y el largo pasillo hasta el salón. Para su sorpresa no estaba sola.

—¿Lizzie? —los ojos de Raquel se clavaron en aquella joven, de estatura media, complexión delgada y cabello castaño claro, liso. Elizabeth o Lizzie, como la conocían, le devolvió la mirada y estiró los brazos a ambos lados de su cuerpo. Seguía teniendo aquella mirada viva, la sonrisa amable y arrugaba la nariz al sonreír. Pero hacía muchísimos años desde la última vez que se vieron.
Raquel dio un par de pasos hacia ella y terminó abrazándola.

—Qué de tiempo sin verte, Raquel —susurró la muchacha apretando los brazos a su alrededor. Raquel se echó a reír mientras asentía.

—Muchísimo —le dijo cuándo se separaron—. Pero, por favor... —exclamó aún sorprendida—, eras un mico la última vez que te vi... —entonces fue Lizzie quién se echó a reír.

—Bueno, tenía dieciocho años —se encogió de hombros sonriendo.

—Pues eso, hace casi diez años... —movió la cabeza hacia ambos lados, sin poder apartar la mirada de ella—. No esperaba yo encontrarme a... Joder —farfulló riéndose—. Discúlpame, eh. Es el shock.

—Nada, nada, no te preocupes. Tú estás igual —le dijo al agarrar uno de sus brazos para que la siguiera y sentarse cada una en un sofá—. Cuando mi hermano me lo contó, no me lo creía —frunció los labios—, y tu niña, es preciosa... Es que le pedí fotos —movió las manos en el aire con rapidez. Raquel asintió.

—Gracias, pero igual no estoy, no mientas. Tengo arrugas que antes no tenía —se colocó los dedos cerca de sus ojos y Lizzie se echó a reír—. Tu hermano me contó que volvías a España, ¿cómo te ha tratado Londres? —preguntó con curiosidad. Desde que se marchó a estudiar allí, no había vuelto a España, salvo para algún que otro año en Navidad, pero pocos.

—Muy bien —levantó las cejas con una sonrisa que no le cabía en la cara—. Es otro mundo... Pero a la larga, no sé si me gustaría hacer mi vida allí. Dame una semana en casa y te diré lo contrario —se animó a reír y Raquel se unió a ella—. Así que decidí volver, voy a tantear el terreno laboral por aquí, a ver qué encuentro...

—Matrona, ¿no? —preguntó Raquel.

—Sí, pero el campo de la obstetricia no tiene nada qué ver en Inglaterra... Allí soy especialista en todo lo relacionado con maternidad de adolescentes. Todo lo que rodea a la mujer y al nacimiento del bebé, es otro mundo —dejó ir un suspiro—. Pero bueno, quizás sea hora de probar a trabajar aquí —se encogió de hombros. No se la notaba demasiado convencida.

—Suena de maravilla, admiro muchísimo que seas capaz de dedicarte a eso... Yo pasé por un parto y no me gustaría ver otro en mi vida, ni de lejos —intentó restarle un poco de importancia al tema de su vuelta. La hermana de Carlos se echó a reír.

—¿No quieres tener más hijos? —preguntó entonces Sophie, sin querer inmiscuirse, pero sin darle mayor importancia. Raquel abrió mucho los ojos y negó.

Soltar(te)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora