3: El mentor

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Rupert subió al escenario con la cabeza gacha. Sus rizos negros caian sobre su frente, como si estuviera intentando esconder los ojos. No fue hasta que mi amigo se puso a mi lado cuando me di cuenta de que estaba llorando.

Ninna estaba diciendo algo al público, sonriente. Pero su voz sonaba tan lejana para mí... No podía dejar de mirar a Rupert. Él tampoco dejaba de mirarme a mí, aunque tenía la sensación de que sus ojos estaban perdidos en otra parte.

Toda la plaza se quedó en silencio por unos largos segundos. Solo se podía escuchar el lejano sollozo de una voz muy joven. Seguramente alguna de las hermanas de Rupert.

Y entonces lo abraze. Era la única manera con la que podía mostrarle apoyo. Estrecharnos la mano era algo demasiado hostil para nosotros. Y si, estaba consciente de que las cámaras seguían grabando. Probablemente el Distrito 9 estaba dando un espectáculo que nadie se había esperado. Había que aprovecharlo. Sacar a la luz a uno de los distritos más olvidados por el Capitolio a la hora de los Juegos.

Ninna anunció que era la hora de irse. Me separé de Rupert. Unos agentes de la paz nos cogieron de los hombros para meternos dentro del Edificio de Justicia. Antes de desaparecer por la puerta, gire la cabeza para mirar a una de las cámaras. Quería dejarles bien claro que no nos íbamos a dejar pisar.

Este año el Distrito 9 sería diferente.

...

Una vez dentro del edificio metieron a Rupert en una habitación y a mí en otra. Cerré la puerta y espere en la silla. Nadie iba a venir a visitarme. Mi abuela ya no estaba en este mundo, no tenía amigos ni nadie que me prestara demasiada atención además de Rupert. Probablemente el Distrito 9 se sintiera aliviado de no perder a alguien muy querido por la gente.

Escuché a la familia de Rupert en el pasillo. A Ilda llorando. A su padre gritando de desesperación. Luego deje de escuchar las voces. Seguramente estarían ya con Rupert y la puerta de la habitación estaría cerrada.

Esperé. Tenía ganas de llorar, pero llevaba sin beber agua desde la tarde anterior y no tenía líquidos suficientes para crear todas esas lágrimas que quería llorar. Mi mirada se había clavado en el suelo, ya agradecí que mi abuela muriera dos años atrás. No sabía cómo habría sobrevivido si siguiera viva hoy en día.

Entonces la puerta se abrió. No era un agente de la paz. Tampoco era la familia de Rupert. Sino Eliza. Y venía sola.

La sangre de su nariz se había secado un poco. Eliza cerró la puerta, y vi la furia en sus ojos.

-Eliza -dije. Eliza no estaba enfadada. Pero tampoco estaba tranquila. Tenía un rasponazo en el codo. Se lo habría hecho al caer al suelo.

-Espero que cuando mueras en la arena sea lenta y dolorosamente. Esto es el Karma por lo que me has hecho.

No contesté. La reté a que me mirara a los ojos, a que se diera cuenta de lo que significaban las palabras que acababa de decir. Sabía que Eliza podía llegar a ser molesta, pero nunca pensé que fuera cruel.

-Te lo mereces. -es lo único que dije después, haciendo un breve gesto con la cabeza hacia su nariz ensangrentada.

-Basura -soltó ella, y dicho eso me devolvió el puñetazo.

Su golpe me había dolido. Note que yo también empezaba a sangrar de la nariz, aunque Eliza no me había pegado lo suficientemente bien para hacerme sangrar tanto como ella. O quizás ella tenía una nariz más sensible que la mía.

-Nos están haciendo un gran favor, llevándote lejos de nuestro Distrito. Parece ser que la suerte no ha estado de tu parte hoy.

-No -dije, reincorporándome- Pero las casualidades pasan.

Búscame en los campos --- 72 Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora