Capítulo N° 12

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—Primito, ¿estás bien?

Le había preguntado Ana a Guille, que estaba haciendo pesas en el patio trasero, aún con el intenso calor.

—Solo hago ejercicio, Ani —le dijo él mientras levantaba más peso.

Ana se sentó en el banco de cemento que tenían allí atrás, hacía varios días que no lo veía bien, pero esa última semana había sido peor, especialmente desde que había llegado de la escuela el día anterior.

Se acomodó la falda, alisando los pliegues un poco mientras lo veía con el rostro serio y preocupado. Guille llevaba dos horas ahí, durante la primera hora Pablo se mantuvo a su lado haciendo pesas también, pero ya para le segunda se había ido.

—No te ves bien, primito. Sabés que podés hablar conmigo, yo no me voy a burlar como los otros pelotudos.

Guille dejó la pesa en el suelo, estaba cansado y bañado en sudor, pues era el día más caluroso, un récord en pleno invierno. Se acercó entonces a la manguera que estaba cerca de Ana y abrió la canilla para poder mojarse la cabeza y beber un poco, pero también se mojó el torso desnudo para refrescarse. Luego se sentó junto a ella, jadeante. No se animó a verla a sus bonitos ojos verdes porque sabía que se rompería solo de verla, prefería continuar mirando las pesas acomodadas ahí.

—Me peleé con Nora —dijo por fin.

—Lo supuse —suspiró ella—, pero quería que me lo dijeras vos. ¿Qué pasó, Guille? Ustedes no suelen pelearse.

Se encogió de hombros, no le había contado a su prima lo que pasó en Santiago, ni tampoco los sentimientos que tenía por Nora. Era un secreto que pensaba llevarse a la tumba, porque solo la idea de perderla para siempre dolía más que cualquier otra cosa.

—Se agarró a trompadas con una chica, me enojé por eso y... le dije que era una bestia salvaje —dijo con tristeza—, le dije que me daba vergüenza y Nora se enojó, me gritó que no la molestara. Ni siquiera responde mis llamadas, me trepé para hablar con ella y me ignora.

—Guille —dijo Ana y dio un largo suspiro—, ¿no te das cuenta?

—¿Qué cosa?

—Nora lo único que conoce es la violencia, ¿y vos esperás que actúe de otra manera? Ella no tuvo tus papás cariñosos, ni mis papás comprensivos, ni siquiera primos. Nora estuvo siempre sola cuidando de sí misma —dijo con el rostro serio—. Raquel se enoja y resuelve todo gritando, insultando o golpeando, es lo único que conoce Nora, Guille. Yo sé que para vos es más difícil esto, pero intentá ponerte en su lugar. Vos podés actuar con amor porque tuviste papás que te enseñaron desde el amor, entonces también desde el amor intentá apoyarla.

Guille bajó la mirada, Ana tenía una forma de hablar que era tanto cariñosa como un regaño. Siempre le gustaba oírla, porque era capaz de retarlo y a la vez consolarlo.

Sintió la suave mano de su prima en la espalda, le hacía caricias sin importar que él estuviera mojado. Sus ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó para eliminarlas, porque no quería llorar, estaba cansado de llorar y ser tan sensible, de que todos se rieran de él por ser así.

—Está bien, primito, no lo hiciste con mala intención. Sos un alma pura y sé que solo querías frenar una pelea, no fue tu intención lastimarla —dijo Ana con suavidad mientras le hacía caricias—. ¿Hoy no tiene ensayo? Hablá con Claudia, ella seguro te hace la segunda para que puedas hablar con Nora.

—¿Y si solo le doy espacio?

—También es una opción, pero si yo fuera Nora me gustaría que mi mejor amigo me pidiera disculpas.

Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora