13. "Adversarios"

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Había acompañado a una criada para revisar que las lociones y aceites corporales que usaba la reina en su baño, estuvieran en orden, a mandato de la misma monarca. Dicha petición, fué a causa de que hacía días que ella y el rey se gastaban bromas pesadas e infantiles entre ellos. No sabía si se divertían, aunque por los alaridos y protestas, parecía que no, pero ninguno de los dos daba el brazo a torcer ni quería ser el perdedor. ¿Qué ganaban? Temari no lo sabía, y tampoco comprendía la razón por la que actuaban de esa manera, solo que dicha guerra entre el matrimonio real, la estaba dejando agotada.

Ver la cara de su amante no la alegró, ese rostro inexpresivo y cansado la ponía de los nervios, cuando se suponía que dicho chambelán debía hacerse cargo del rey, y no alentar sus tonterías. Shikamaru la saludó con una leve reverencia que ella no respondió, y luego miró la bandeja de botellas de cristal que llevaba la joven criada que la acompañaba. Sin decir nada, abrió una de ellas y vertió algo dentro.

—¡¿Pero, qué haces?!— reclamó furiosa.

—Ordenes de su majestad— se encogió de hombros lord Nara.

—¡¿Es en serio?! ¿No puedes decirle que se detenga de una vez?

—Es el rey— recordó con una risita.

—¡Y a tí te divierte todo esto! ¡Si la reina resulta dañada...!

—Su majestad todavía se está rascando debido al polvo pica pica que pusiste en sus sábanas, ¿y tienes cara de reclamarme?

—Ella me mandó— resopló —¡Estoy tan cansada!— lloriqueó quejona y se apoyó en su hombro —¿Por qué no pueden actuar como un matrimonio normal?

—Anímate, aunque no lo creas, se están acercando.

—¿Serás tonto? Lo único que veo es que no se soportan, se gritan en cada cena, se gastan bromas absurdas y...— bajó la voz y habló cerca de su oído —A estas alturas ni siquiera han consumado.

—Y también se pasan el día pensando en el otro— señaló —Solo aguanta un poco más— pidió con voz dulce y dejó una caricia rápida en su mejilla —Además, a su majestad le hace bien. Ha sacado un poco su cabeza de los barcos, y si vieras la forma en que sonríe cuando está planeando sus revanchas...

—¿Maquiavélico?— Shikamaru negó divertido y se alejó por donde mismo había venido.

Resignada, Temari fingió templanza al entrar a la habitación de baño, donde ya humeaba una gran bañera de agua y la reina era desvestida por su servidumbre hasta quedar en sus enaguas blancas. En su cara había una sonrisita maliciosa, vestigios de las carcajadas burlonas que soltó al ver que el rey no dejaba de rascarse el cuello y las manos en la cena de hacía una hora.

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—¿Lo hiciste?— preguntó Naruto, mientras pintaba un pequeño marino de madera con un pincel muy fino, al escuchar a Shikamaru regresar.

—Espero que su majestad quede ya satisfecho con esta broma— respondió.

—No me reprendas, es un bonito color— rió para sí —Ya ve y descansa, me quedaré hasta tarde, planeo terminar a toda la tripulación.

—¿Está seguro, majestad?

—Sí, sí... Estoy bien— balbuceó sin darle importancia, y el chambelán, notando al rey más relajado que de costumbre y no resistiendo más el agotamiento, decidió obedecer.

A Naruto no le molestabaa soledad, siempre se sintió mejor cuando podía ser él mismo, y aunque al pasar de los años, había logrado tener personas de confianza, seguía necesitando esos ratos en los que no tenía que preocuparse por su pose, las muecas que hacía, lo que decía o pensaban otros. Cuando tuvo que rascarse el dorso de la mano, sonrió sin querer al recordar su venganza, tan bien planeada. Deseaba ver la cara de esa niña prepotente en cuanto se viera en un espejo, e imaginándose la escena, mantuvo su buen humor por un rato, hasta que repentinamente se abrió la puerta y escuchó un bufido conocido.

—¡¿Qué me hiciste?!— gritó Saori. El rey volteó, apretando los labios para retener una carcajada, y la encontró envuelta en un largo y grueso albornoz de seda, con el cabello recogido, pero tan mojado que chorreaba agua aún, y la piel de sus manos y rostro en un tono azúl.

—Te queda bien— se burló y Saori se acercó a grandes zancadas y le comenzó a pegar en el pecho.

—¡Mi cara está azúl! ¡No se quita! ¡¿Te parece gracioso?!

—Sí...— respondió el rey, intentando escudarse con sus brazos al ataque de los débiles intentos de hacerle daño.

—¡Maldito imbécil! ¡Kushina viene mañana, ¿cómo se supone que la reciba así?!— lloriqueó.

—Hey, debiste pensarlo cuando llenaste mis sábanas de pica pica. Tienes lo que mereces— exclamó en defensa y la miró de vuelta para evaluar los daños, sin embargo y debido a su arrebato, el albornoz de Saori se aflojó y dejó ver bastante de su escote.

Ella se detuvo al notar que el monarca observaba con grandes ojos abiertos y azules, la línea que se dibujaba entre sus senos, y antes que su instinto le hiciera cubrirse, fué Naruto el que levantó las manos, dejándola nerviosa e inmóvil. El rey, sin tocar su piel, tomó el borde de encaje del albornoz y lo cerró, cubriéndola; luego, lentamente, ató bien la cinta que rodeaba su cintura.

—Es la tintura que uso para teñir las velas de lienzo, se quitará si la frotas con alcohol— dijo, ahora serio y calmado.

—Pues... que bien— resopló nerviosa Saori, forzándose a recuperar una pose orgullosa —Ahora oleré a borracho cuando tu madre venga.

—Como si te importara lo que piense de tí— bufó.

—Tienes razón, no me importa. De todas formas, ya tiene formada su mala opinión— su tono ahora se escuchó frío, mientras cruzaba los brazos por debajo de sus pechos. Y como el rey no dijo nada más y solo se quedó observándola y poniéndola incómoda, giró sobre sus pasos con rumbo a la puerta —¡Que sepas que esto no se va a quedar así!— bramó y se fué.

Naruto retrocedió hasta apoyarse en la mesa, miró las palmas de sus manos y luego frotó las puntas de sus dedos entre sí, aún percibiendo la suave seda de las vestiduras de su esposa. No era tan necio como para ignorar las ansias que tenía de tomarla, el deseo que bullía en sus entrañas; que el recuerdo de su trasero expuesto en la fuente, el día que se cayó, lo excitaba y lo hacían sentirse un hombre capaz. Pero no se creía con el derecho de hacerlo sin su consentimiento, solo porque estaban casados; aunque ahora, debido a sus peleas, Naruto había comenzado a sentirla como alguien cercano, y sus tartamuedos al enfrentarla, casi eran nulos.

—Quizás deba ir preparándome para su revancha— sonrió en la soledad y luego frotó su nuca, un poco tensa —Al menos puedo estar a su altura, aunque sea como un adversario.

Mad KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora