La guerra de los Tangpathed.

Capitulo 1: El primer indicio.

Sofía vivía en Toledo, España, con su madre Giulia, su padre Benedetto y su hermano pequeño Javier. Sus padres eran Italianos, y ella también había nacido en Bolonia, sin embargo, tras el nacimiento de su hermano, sus padres decidieron mudarse a España, hace ya cuatro años.

Asistiría allí, junto con otras veinticuatro personas, al Instituto Educación Horizonte, e iba a comenzar dentro de unas cuantas horas su primer año de la secundaria. Por eso, precisamente, estaba dando vueltas en su cama, sin lograr conciliar el sueño, siendo ya las dos y media de la mañana. Dentro de tan solo cinco horas comenzaría la secundaria, muchos de sus antiguos compañeros estarían junto a ella, sin embargo eso no lograba tranquilizarla del todo, ya que se ponía siempre muy nerviosa a la hora de conocer gente nueva. << Aline estará allí también, ella estará junto a mí>>. Si Aline Laurent, su mejor amiga, y la persona mas divertida y genial que conocía estaba junto a ella, no había nada de qué preocuparse. Y sin embargo, ahí estaba, a las dos treinta y tres de la mañana, sin poder dormirse pensando en lo que podía pasar mañana.

Finalmente, el sueño la venció, por desgracia fue un sueño incomodo y poco profundo. Por su mente no paraban de cruzar imágenes de ella misma sola, siendo rechazada por los demás, vió a Aline decirle con su divertido acento francés, que no quería verla nunca más...  y de pronto, un par de ojos captó su mirada. Eran los ojos de un muchacho aproximadamente de su edad, alto, delgado, con una piel del color del chocolate, cabello oscuro y muy corto, pero esos ojos... esos ojos no eran normales. El ojo derecho era de un rojo vivo, como de las brasas cuando son azotadas por el viento, con una especie de profundidad y luminosidad propias de una piedra preciosa.

El izquierdo era más impresionante aún.                                                                                                  Contenía todos los colores imaginables, entremezclados y en constante movimiento, girando aveces mas rápido, aveces mas lento, para un lado para el otro. Sofía comenzó a marearse, ya que aquel ojo tenía un efecto magnético, hipnótico... había algo en esa mirada que le hacía tambalearse.

Y, de pronto, se quedó observando unos ojos marrones, ojos normales, humanos, en el rostro del mismo chico.

Entonces él habló.

– Se lo que buscas. – En su tono había algo escalofriante, algo frío y cruel, inhumano, que se escondía detrás de esa voz suave y melodiosa. – Nunca encontrarás el Genshad... –

El chico se interrumpió cuando una mujer alta, delgada, canosa y extremadamente vieja y arrugada se interpuso entre ellos, hubo un destello de luz violeta y todo se desvaneció.                                  

Se despertó de pronto con la suave melodía de su despertador, y de pronto, al notarse tan cansada recordó la razón de haberse quedado hasta tan tarde anoche, y una oleada de nerviosismo la invadió de inmediato. Respiró un par de veces profundo, luego se levantó y se preparó para su primer día de colegio.

El día era soleado, y una suave brisa alborotaba su cabello castaño claro. El clima prometía un día agradable, sin embargo Sofía no podía evitar los nervios, aunque sabía que su mejor amiga la acompañaría. Sus padres la dejaron en la entrada de su nuevo colegio, le desearon buena suerte, y se marcharon, dejándola sola frente al imponente portón del instituto. Ella respiró un par de veces y se dispuso a entrar.                                                                                                                                  El grito de su mejor amiga llamándola la hizo detenerse, y volteó con una sonrisa pintada en la cara para observar a una chica alta, delgada de cabello del color del caramelo y unos alegres ojos azules, corriendo tras ella para alcanzarla. Se vió de pronto envuelta en el abraso de Aline, y su cabello le inundó el rostro.