Puede parecer el puto diario de un borracho, pero al menos soy honesto. La mayoría de la gente es un montón de hipócritas, santurrones en público y pecadores en la oscuridad. Ahora, déjame contarte lo que sucedió hace unas horas, en una fiesta de cumpleaños de la mujer de mi mejor amigo, ese desgraciado que me acompañó desde que apenas nos podíamos limpiar la baba. La fiesta se armó en un boliche lleno de hijos de papi, con sus universidades privadas y su mesada semanal que se la gastan en alcohol. No me malinterpretes, está bien que sus padres les proporcionen una vida cómoda con todas las mierdas que deseen, pero tener hijos debería ser un puto privilegio, algo que se valore como tal. Un niño no debería venir al mundo para pasar hambre o mendigar ayuda, lo que fomenta la vagancia e irresponsabilidad de padres que apenas tienen algo para engullir y se les ocurre procrear.
He escuchado mil veces esa maldita frase cargada de ignorancia: "el tesoro de los pobres son sus hijos". ¿En serio? Justificas tu falta de responsabilidad al follar como conejos sin control. Si piensas así, vete a la mierda, eres la escoria que cree que se vive de amor. Claro, hay situaciones diferentes, pero ya te dije a qué caso me refiero. De todos modos, una persona no debería tener un hijo si no es apta psicológica y financieramente para criar y educar a un niño como se debe.
Regresando al boliche, con su aire perfumado por el humo de los cigarrillos, porros y la pesadez que produce un ambiente cerrado lleno de gente. El suelo pegajoso por las bebidas derramadas, las luces parpadeando y la música a todo volumen. Chicas en minifalda y escotes que dejan ver las tetas de todas las formas y tamaños posibles. Jovencitas bailando para seducir a algún pobre desgraciado a cambio de una maldita copa o a veces ni eso. Ahora a eso le llaman diversión, menuda mierda.
Yo, con una camisa entallada que marcaba los gemelos y los pectorales, manillas de cuero, una chamarra negra también de cuero y anillos. El pelo suelto y los zapatos bien lustrados, copiando un poco el estilo de Johnny Depp.
Saludé a la cumpleañera, a mi amigo y me integré al grupo. Algunos los conocía de vista, gente sociable que te recibe bien, pero parecíamos un maldito folleto Atalaya cuando nos veían desde lejos. Un par de gringos rubios, tres morenos, una chica con la falda hasta el piso, algo parecido a las que llevan los testigos de Jehová, y otra con falda café corta con la cara más maquillada que la insalubridad del local. Bebimos y bailamos, cuando el alcohol me sube no puedo evitar moverme al ritmo de cualquier género de música, aunque posiblemente la insulto cuando estoy sobrio.
Eran cerca de las dos de la mañana cuando me giré y vi a la mismísima encarnación del demonio bailando como una teibolera sobre una mesa. Una chica con medias de red, una minifalda negra que dejaba ver la tanga roja, un escote mostrando sus pequeños senos. Tatuajes por doquier: dragón en la pierna izquierda, símbolos tribales en los brazos y alguna mierda de caricaturas. En el cuello, una pluma que se dirigía directo a sus tetas para terminar en un atrapa sueños. La desgraciada moviéndose como si estuviera en un escenario. Solo fueron un par de minutos, pero pareció una maldita eternidad.
Agarré una botella de tequila con dos vasos y me acerqué, dispuesto a hablar con la diabla. Esa mujer gótica hacía que su aura oscura destacara en medio de ese desorden colorido. Y, al acercarme, me soltó la primera bofetada verbal:
—Si quieres follarme, necesitarás más que un tequila barato —dijo dejándome con la mano extendida—. Las chicas lindas estamos acostumbradas a que cualquier tipejo se crea con el derecho de metérnosla fácilmente emborrachándonos. Mejor suerte a la próxima.
—Ni que tuvieras tanta suerte para que yo te follara —le dije tomando el vaso que le iba a ofrecer—. Solamente me llamaste la atención, olí un perfume molesto y el aroma me llevó hasta ti; quítatelo, es horrible.
—Eres un maldito hijo de perra —me respondió molesta—. No es posible que mi perfume se notase hasta la mesa en la que te encuentras.
—Si no me crees, allá tú —le dije dando la vuelta—. Pero seguirás en medio de la mesa como si fueras un maldito ambientador.
Me giré y vi a una chica sola en otra mesa, gorda, con el maquillaje hecho mierda. Joder, que el olor sí se sentía, pero nada bueno. Me acerqué, me senté a su lado y la noté nerviosa en un instante. Vi de reojo a la gótica oliendo su ropa y marchándose al baño.
Pasaron quince minutos y regresó con dos botellas de fernet. Me vio riéndome con la gorda y se acercó, dejó una botella en la silla vacía y comenzó a beber la otra, mirándome. Aún quería probarme. Si en ese momento me sentaba a su lado a beber, ella tendría el control, así que, mirándola, dejé que la gorda coqueteara y le pedí el número de teléfono. Claro, la gótica sentirá que se ve peor que ella, al punto de que prefiero ligarme a una gorda y no darle la atención que está acostumbrada a recibir.
La chica fea se levantó y se fue al baño. Me acomodé para fumar en el sillón y me quedé ahí con toda confianza. Fue entonces cuando escuché el sonido de una botella en la mesa; la gótica colocó una botella frente a mí y se sentó a mi lado.
—¿En serio estoy tan mal que prefieres a ese engendro? —me dijo mirándome a los ojos—. No creas que tú eres la gran maravilla, pero tampoco estás tan mal para meterte con esos cien kilos de sudor andante.
—Entonces, enséñame qué es mejor que eso —le dije acercándome lentamente al punto de estar tan cerca de sus labios.
Cuando ya podía sentir su aliento y vi que ella cerró los ojos, giré y me puse a beber del fernet; obviamente, se enfadó y me lo recriminó.
—Pero si solamente te quiero follar —le dije en un tono irónico—. Y tú no follas con cualquier infeliz, ¿o me equivoco?, aunque yo no soy cualquier infeliz.
Hablamos por un par de horas hasta que acordamos vernos saliendo del boliche para que pueda conocer su departamento y podamos charlar más a gusto. No hace falta aclarar que esa noche iba a follar como si fuera mi último día de vida.
Ya se acercaban las cuatro y quince de la mañana. Vi mensajes de una chica con la que no funcionó; la única a la que traté decentemente, en algún momento considerada mi mejor amiga. Lo sé, está mal enamorarse de una amiga, especialmente si ambos pertenecemos a un grupo de amigos bastante amplio. Me pedía ayuda, estaba lejos en una fiesta y dos tipos se peleaban por quién se la tiraría esa noche. Me dijo que estaba asustada y no sabía como irse, porque estaban a punto de pelear físicamente. Estúpidos hijos de puta, pelear por una mujer es lo más bajo que puedes hacer como hombre. Además, se nota que no la ponen hace mucho tiempo si tienen tanta desesperación por meterla en una noche específica.
—Háblale a tu novio —le escribí por texto—. Tú y yo no tenemos ya nada que ver, y tengo otros asuntos más importantes.
—Por favor, mi novio es un marica que no saldrá de casa a esta hora, me pondrá cualquier excusa —me respondió—. Si quieres, te puedo pagar de alguna forma, pero no tengo dónde ir.
—Ve a tomar un taxi y vete, envíame tu ubicación para ver que llegues bien —le dije—. Pero es todo lo que haré esta vez; por favor, no me vuelvas a molestar.
—Tienes que venir —suplicó—. Me da miedo.
—Debiste pensar en todo esto antes de traicionarme —le dije—. No sé por qué mierda debería preocuparme ahora por ti; no debería importarme un carajo.
A partir de ese mensaje, no me volvió a responder más. Que se vaya a la mierda, no puedo correr en auxilio de la persona que más destruyó mi confianza en las personas en general. Me fijé la hora y tenía que ir al lugar que había acordado con la gótica.
Una vez allí, la vi y no estaba tan ebria, o al menos no aparentaba eso. Me dio un beso excitante que me produjo una sensación placentera que no había sentido en mucho tiempo. En mi mente pensé: 'Dios mío, me voy a tirar a una diosa de la oscuridad. Pasaré esta noche, seguramente no la vuelva a ver, y si no es así, evitaré todo contacto con ella. Ya tengo suficiente con las mujeres como para meterme en otro lío sentimental'. Tomamos un taxi y nos dirigimos a su departamento, listos para liberar todo lo que habíamos guardado esa noche.
Un par de horas después, salí del departamento. Ella estaba dormida, me vestí y salí a buscar algún taxi para largarme de allí. Tenía un chat bloqueado, unas diez llamadas perdidas de la gorda que no pienso contestar, mensajes de trabajo. Con resaca pero con la dopamina a tope, fue una buena noche.
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Pensamientos, recuerdos y otras mierdas
RandomSolamente leerás partes de ciertas memorias, cualquier parecido con la realidad es mera verdad.