CAPÍTULO VEINTICINCO | Editado

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H E A T H E R

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H E A T H E R

Muchos vestidos, pantalones y camisas estaban tiradas por toda mi habitación,  y aún no encontraba lo ideal para verme con Ayres.

Tenía que ser algo especial y bonito.

Iba a verlo después de tanto tiempo. Bueno, ya lo vi, pero íbamos a tener una cita. 

Aún no se de donde saque tanta valentía para decirle aquellas cosas ayer. Pero no me arrepiento, porque, gracias a eso es que hoy vamos a tener una cita. Llevaba quizá una media hora tratando de encontrar que ponerme. Mi cabeza no coordinaba ahora y mi madre se dio cuenta de eso, al entrar y verme con una cara de espanto. Sin contar que me lleve un susto de su parte.

—Perdón por haberte asustado, capullito. No fue mi intención. —Se dio cuenta de toda la ropa que estaba en el piso de mi habitación. —¿Qué es todo esto, Heather?

Quisiera poder decir que me miro con una sonrisa amable y carismática, pero no, me fulmino con su mirada.

—Hoy voy a tener un cita, madre —seguía buscando aquella prenda de ropa. 

 —¿Con quien? 

—No lo conoces —me senté en el borde de mi cama, y solté rápidamente.

—Pero dime el nombre al menos —insistió mi madre, al sentarse en la silla de mi escritorio.

—Ayres —le confirme sin rodeos. Ella frunció el ceño al oír su nombre.

—El hijo de Claudia, ¿No? —¿Cómo mi madre sabía eso?

Pues, aún confundida le pregunte—: ¿Cómo sabes qué es él?

—Su madre Claudia es nuestra amiga. Hace meses atrás frecuentaba mucho la cafetería —siguió añadiendo—: nos hicimos amigos a través de eso.

Era mucha información la que mi mamá me acabo de dar. Es algo de creer, pero no de er esperarse.

—Yo no puedo creer que estés saliendo con él —mi madre siguió hablando—, nunca te imagine con ese chico. 

—¡Mamá, no estoy soliendo con él! —exclamé entre risas. 

—Bueno... Si así lo dices —las dos nos echamos a reír.

—No se... Creo que todavía me sigue gustando —mi madre abrió los ojos de par en par.

—O sea, que, ¿Antes te gustaba? —cuestionó, cruzándose de brazos para luego exigir una explicación.

—Ese es otro tema.

—Si dices eso entonces voy a aceptar que te gusta, Heather —reímos al unísono—. Si necesitas ayuda con el vestuario me dices.

Con una sonrisa me dijo, para luego irse de mi habitación. Continué buscando el vestuario para la cita de hoy. Por mi vista se apareció un vestido de verano azul marino. Me encanto su diseño al igual que su color. Inmediatamente me lo probé y a decir verdad me quedaba hermoso. En definitiva era el vestido que me iba a poner, con unos tacones no muy altos de color negro. 

Cuando menos lo espere, ya estaba sentada en una de las mesas de la cafetería de mi familia. Esperando a que llegara el amor de mi vida. Digo, Ayres. Pero bueno, ¿A quién engaño? Sí es el amor de mi vida.

Habían pasado tan solo dos minutos, cuando la campana de la puerta del local sonó, indicando que una persona había entrado. No perdí el tiempo y gire mi cabeza hacía ese lugar.  Un chico alto, rubio, con una camisa manga larga color blanca enrollada hasta los codos, entró. Era él, mi Ayres. Su mirada se encontró con la mía. sentía como mi corazón se aceleraba al verlo tan cerca después de tantos años sin saber nada de él.

Se sentó en la mesa y juro que mis mejillas estaban de color rojo. Y por supuesto que no podía disimular. 

***

—¿Qué has hiciste estos cuatro años? —le pregunté mientras me llevaba un poco de helado de chocolate a la boca. Helado que él me había comprado, para comer mientras caminábamos por la feria y charlábamos.

—Mmm... Realmente nada interesante que pueda decir —contestó—. Solo he trabajado después de haberme graduado.

—¿Estabas estudiando?

—Me ofrecieron una beca y por supuesto que la acepte —me había perdido de mucho—. Ahora soy un abogado.

—Me alegra mucho saber eso, realmente — volteó a verme y me ofreció una sonrisa. Luego indicó que nos sentaramos en una de las bancas.

—¿Tú qué has hecho?

—Pues, gracias a Dios me gradué. Aunque, ahora trabajo en la cafetería de mis padres, y también como veterinaria. 

—Vaya, de verdad es un gusto oír eso. —Ayres le dio una probada a su helado. 

—¿A dónde quieres ir ahora? 

La verdad ya él y yo habíamos recorrido toda la feria. Comiendo y viendo dulces por doquier. Viendo niños en juego, y también parejas disfrutando del momento. 

—Cariño, aquí la verdadera pregunta es... ¿A dónde quieres ir tú conmigo?

Cariño...

Estoy segura de que estaba sonrojada. No podía negar la tanta falta que me hacía Ayres. Su humor, su personalidad... Todo lo extrañaba. E incluso, las veces que me hacía poner roja, como ahora.

—¿Quieres ir a comer el mejor dulce del mundo? —

***

—Oh, no.

—Oh, sí.

Lo rete. 

—Heather, no me gusta el dulce de melocotón.

—¡¿Pero como no te va a gustar el dulce de melocotón?!

—En realidad, es porque soy alérgico. 

—Oh... —me quede sorprendida— Que mal que te pierdas de un dulce tan rico. 

Ayres negó con la cabeza.

—No, porque de igual manera no me gusta. —río leve.

—No, no, no —me cruce de brazos— ¿Cómo puedes decir que no te gusta algo que no has probado por tu alergia?

—Cuando la probé fue que descubrí que era alérgico, Heather.

Su risa cantarina resonó por todo el lugar. Le seguí, pues era inevitable no reírme. 

—Lamento mucho eso. Fue mala idea traerte a este lugar.

—No tienes la culpa. Además, mañana podemos salir a otro lado, ¿Te parece? —Con una sonrisa pícara me acabo de ofrecer.

Por supuesto que quería. Quería todo con él, cuando y donde sea.

—Será un placer.




NOTA DE LA AUTORA: Les dejo por acá este capitulo ya editado. No se cuando vuelva a publicar el capítulo 26, ya que me voy a tomar unos días para mí ahora que ando de vacaciones. Y como no tengo la compu, se me hará difícil por eso decidí no publicar nada ahora sino hasta ya terminar mis días libres.

Gracias por sus votos, se les quiere.
Un beso:

Lady C.

La chica del Café © [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora