15. El escrito de un dolor ajeno

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Los siguientes días fueron intensos en muchos aspectos, Arthur no entro en fase mientras Jacob lo estaba, todos trataban de ayudar al joven a controlarse y manejar su enojo para que pudiera volver a su vida lo mejor que se pudiera y que todos pudieran retomar las rutinas ya establecidas.

—¿Vamos a patrullar juntos? —el recelo en la voz del joven Black no lo tomo por sorpresa, Arthur soltó un largo suspiro y se giro para verlo.

Era más alto ahora, musculoso y sus facciones se habían endurecido al grado de hacerlo pasar por alguien mayor, aunque el brillo en sus ojos seguía siendo infantil y adorable, manteniendo en parte la esencia de Jacob.

—No, vas a patrullar con Embry, tengo que ir a Portland por unas cosas que me encargo mi papá. —intento sonar calmado e incluso desinteresado, había escuchado de Jared que Jacob preguntaba mucho porque nunca podían coincidir en las guardias, en algún punto debían hacerlo, pero el consejo, Sam y él, habían decidido que era muy pronto para que supiera sobre su estado con Bella; podría ponerla en riesgo.

—Puedo hacer mi guardia mañana contigo.

Arthur suspiro, lo observó fijamente y después se encogió de hombros.

—¿Por qué te interesa tanto salir conmigo, Jacob?

—Parece que estás huyendo de mí, quiero saber porqué.

Una sonrisa casi burlesca se adueño de los labios del metamorfo de ojos azules, sería tan fácil decirle y dejarlo lidiar con la realidad de las cosas, lo haría si la idea de que Bella estuviera en peligro no fuera un escenario posible.

—No te oculto nada Jacob, cuando vuelva de hacer mis pendientes, hablaré con Sam y veré si podemos patrullar juntos, ¿te parece?

Eso pareció dejar tranquilo al adolescente ya que le permitió subir a su auto y alejarse del lugar con una sola idea en mente. Era miércoles por la tarde, Bella ya debería haber salido de la escuela por lo que se dirigió a residencia de los Swan y sonrió orgulloso al ver el monovolumen estacionado fuera de la casa, descendió de su auto y toco la puerta un par de veces.

Escucho los pies de la humana moverse en el piso de arriba, después el golpeteo de estos contra la escalera y finalmente bastante cerca hasta que la puerta se abrió, ella parpadeo sorprendida al verlo, después sonrió y se lanzó a sus brazos tomándolo por sorpresa. Arthur la envolvió en un abrazo protector, inundándose de Bella, estar lejos de ella por tanto tiempo se sentía como una tortura interminable.

—Lo siento —ella murmuro después de unos segundos, Arthur tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para dejarla ir —, yo... lo siento en verdad.

Se encogió de hombros como si nada.

—¿Tienes algo que hacer en este momento?

La vio vacilar, después mordió su labio inferior y Arthur tuvo que desviar la mirada, jodida magia quileute que lo hacía desear probar sus labios hasta que estuvieran hinchados y rojos.

—No, estoy libre. Creí que nadie podía salir de La Reserva.

Oh...

—Yo no soy el que esta enfermo —le dijo con una gran sonrisa —. ¿Quieres venir conmigo?

—¿A dónde?

—Es una sorpresa.

La sonrisa de Bella ilumino sus ojos, Arthur se dio cuenta con demasiado entusiasmo, que le gustaba la vida que estos tomaban cuando la humana parecía feliz, casi podía jurar que se volvían de un café con leche no tan cargado.

—Tengo que buscar mi chamarra y avisar a Charlie.

—Aquí te espero.

La vio adentrarse a una velocidad sorprendente de nuevo en la casa, subió y bajo las escaleras corriendo, después se entretuvo en la cocina por menos de cinco minutos hasta que se unió de nuevo a él, llevando consigo una chamarra gruesa de un azul similar al de los ojos de Arthur.

𝐄𝐑𝐎𝐒 ❝Bᴇʟʟᴀ Sᴡᴀɴ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora