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Venus vió una silueta acercarse a lo lejos, era un poco más grande que él. Enchino sus ojos para lograr verlo bien, se trataba de un planeta de magma...
¡Un planeta!
❝Aún guardo en mi núcleo el día que nos conocimos.❞
Venus arqueo una ceja con curiosidad y otra vez entrecerró los ojos, había visto a ese planeta a lo lejos varias veces; acompañado de lo que parecía ser otro planeta mucho más pequeño.
Nunca aceptaría que estaba temblando, que sentía sus latidos más rápidos, y que quería dar saltos de emoción.
Al pasar de los segundos, Venus se dió cuenta que este venía solo. Y una vez que esté planeta salió de su burbuja, (en la que estaba observando todo el espacio menos a él), al final lo notó.
Los ojos de él se volvieron estrellas propias, los de Venus también, pero de esas estrellas que están en su último momento
❝A veces quiero olvidarte pero después sé que es completamente imposible; digo, ¿cómo olvidar ese día? Creo que fue uno de los más importantes que he tenido, me cambio los miles de años aburridos, en un completo vacío.❞
Ese planeta aceleró hasta dónde estaba Venus y frenó fuertemente causando una onda que empujó un poco a Venus, sin embargo no se enfado como normalmente lo haría en el presente, solo mostró una pequeña mueca de molestia, que desapareció de inmediato.
Ese insignificante y pequeño enojo se le pasó rápido al ver de cerca los ojos brillando del contrario. Brillaban por el sentimiento más profundo de felicidad, y le entendía.
Venus trató de sonreír, pero solo le salió otra mueca rara. Sus sonrisas no eran las más normales.
❝Me gustaría haberme portado de una manera más agradable en ese momento... Pero es que no sabía como, no lo había aprendido. No había hablado con casi nadie hasta ese momento.❞
— ¿Hola...? Tu er-
La voz de Venus era algo rasposa, grave y fuerte, que hacía un contraste con la inseguridad de su tono al decir la frase.
— ¡Hola! — Gritó, interrumpiendo a Venus. En esa mente novata, todo era nuevo y terrorificamente asombroso, quería conocer todo.
❝Me cambiaste. Me ayudaste a comprender lo que era un amigo y me presentaste a Marte. Te agradezco por eso, pero, nosotros dos nos mantuvimos en tú burbuja, solo hasta el final nos dimos cuenta que ambos habíamos sido juguetes para ti, tus juguetes más preciados.❞
Él tomó aire otra vez para seguir hablando (gritando) con emoción.
— ¡Yo soy la Tierra, pero, la verdad, me puedes llamar como quieras! Soy tu vecino y, ¡nunca me había dado cuenta lo cerca que nuestras órbitas están!, tengo otro vecino pero como está más lejos, creo, preferí venir aquí. — La boca de la Tierra se movía muy rápido, seguramente por los nervios y la emoción.
