14. Meditación

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Viernes en la noche y yo sigo sentado frente a la ventana de mi habitación, pensando una y otra vez en lo mismo.

Era seguro que después del primer beso con Harry las cosas entre nosotros no son las mismas. Nada es igual. Después del segundo beso ahora realmente ya no sé qué pensar o qué hacer. Esta es una situación para tomar con pinzas por razones obvias.

Ya no estoy seguro de nada.

Él fue sincero conmigo, me habló sobre su anterior compromiso y admitió que me quería con él.

¿Que qué hay de malo en eso?

Pues la razón por la que llevo ya varias horas meditando frente a la ventana es la siguiente: Me ignora.

Me ignoró todo el día de hoy.

Desde la mañana que nos encontramos en el aparcamiento, hasta el final del día.

Ni siquiera me miró y por obvias razones.

Se hubiese visto obligado a hablarme y verme en clase, pero desgraciadamente hoy no me tocaba con él.

—Louis, voy a salir —Niall asoma su cabeza desde la puerta de mi habitación.

—¿Qué? ¿A dónde? —pregunto.

¿Y por qué me lo dice a mí?

—Voy a salir con unos amigos, y con Harry —responde.

¿Harry? ¿Harry va a salir con mi hermano?

Algo en mi expresión facial debe decirle algo.

—Lo sé, es raro que salga con uno de tus maestros —dice— Pero debes recordar que ya éramos amigos desde antes que empezara a darte clases.

—Lo sé, solo me parece raro —digo encogiéndome en mi sitio.

—No te pongas celoso —ríe.

—¿Qué? —pregunto frunciendo el ceño— ¡No estoy celoso!

—Oh, por favor...tienes ojos —dice—. No puedes negar que le tienes ganas a tu profesor.

Le miro indignado.

Yo no.

—Eso es falso —gruño.

—No te culpo —dice ignorándome—. Todos han tenido una fantasía con alguno de sus profesores... Pero son muy pocos los que la hacen realidad.

—Niall, estás mal de la cabeza —aseguro, rodando los ojos— Aquí el único que parece tenerle ganas a Harry eres tú.

Él ríe burlándose de mí.

—Sé que él te trajo a casa el otro día —comenta. Mi corazón deja de latir un segundo—. No te ilusiones, está saliendo con alguien.

Mi corazón se encoge y se hace añicos. Veo a mi hermano con indiferencia y ruedo los ojos con una sonrisa forzada.

¿Qué?

¿Él tenía una novia después de todo?

—No me estaba ilusionando —me rio a través del ridículo e infantil dolor—. Estaba más que claro que él solo me trajo para hacerte una especie de favor a ti; soy hermano de uno de sus amigos... Cualquiera haría eso.

Entrecierra los ojos y lo sé, está estudiándome y probando su rara psicología universitaria conmigo. Quiero que deje de mirarme así para que pueda irse y yo pueda echarme en el piso del baño a llorar y quemarme los ojos con el fluorescente.

—Ya me voy —dice—. Adiós, no llores.

Él cierra la puerta y yo me dejo caer sobre la cama.

Eso fue rápido. Suspiro con pesadez.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!  L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora