Ven a Navori

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La comida fue reponedora, tanto el espíritu del desafío como el arma de los adeptos agradecieron al aspecto de su diosa madre por la preparación, un estofado de verduras y carne, fuego improvisado de leños cercanos, la montaña donde la mujer de albina cabellera encontró refugio, se encontraba cerca de las dunas, un lugar donde la vegetación aun crecía. Por las mañanas, las nubes provenientes del océano se sumergían en la tierra para dotar de humedad y vida antes de dejarse desaparecer en el calor infértil de la arena Shurimana.

En los senderos previos al desierto, la comida abundaba si sabías buscarla dentro del bosque, la ex devota Solari llevaba tanto tiempo recorriendo el paraje en búsqueda de respuestas, que ya conocía lo que debía de hacer para sobrevivir. Los dos peregrinos destinados por la luna compartieron víveres con ella, dulces, el paladar del aspecto de la luna se regocijó ante la repostería que hacía tanto tiempo no tenía el gusto de disfrutar, un pequeño consuelo brindado por la madre astro para dar valor a su corazón desolado.

Tras compartir, procedieron a separarse para el descanso, la mujer, se alejó al lugar que usualmente utilizaba para dormir, que en ese instante estaba cubierto de alguna que otra piel, no era el sitio más cómodo, pero ella no poseía un hogar al cual volver de forma física, renunció a ello hace mucho tiempo.

Aphelios permaneció de pie junto a su compañero espíritu, dudando si derramar sus dudas sobre él tras la visión etérea de un hombre de parentesco idéntico y genuino con su propia persona, nadie podría negarle su parecido, pocas veces notó su reflejo en cristales, espejos, agua o hierro pulido, pero conocía sus facciones, su rostro, ese espíritu, compartía demasiado de su semblante y ello lo perdía en sus pensamientos con una de sus manos cerrada sobre su propio pecho apresando el brazo contrario por sobre su codo, los antebrazos se hacían hacia el frente, creando una curva en sus hombros que denotaba su nerviosismo, el desafío no pudo pasarlo desapercibido.

—Algo te molesta, enviado de la luna, durante la comida Diana consiguió sacarte algunas palabras, pero tus ojos están en otro lugar ¿Qué te atormenta?—La amplia mano se estiró a su brazo, le tocó, el tacto hizo saltar al Lunari donde estaba, despertando de su ensoñación para mirarle, le escuchó, sí, pero no tenía una respuesta real, sus pupilas cimbraban ansiosas, hasta ahora, ese hombre nunca había posado su piel sobre él, pero ahora, su mano reposaba en su brazo y añoraba, añoraba algo que no le pertenecía, extrañaba algo que jamás tuvo, se sentía extraño, ajeno, era su mente jugándole deslealmente.

"Pero tú no eres mi Sett..."

El mismo pensamiento cruzó la mente del hibrido espiritual la primera vez que lo vio, pero aquello Aphelios lo desconocía, ambos estaban en la misma posición, observándose, sabiéndose destinados, pero en otro mundo, unidos por una misión que confundía mucho más al joven mortal que al inmortal ente frente a él.

—Ese espíritu...—Dudo, bajó la mirada, pero Sett ya sabía que intentaba decirle, conocía su silencio, sus expresiones en otro plano, aquel lenguaje donde su alma amada le hablaba sin necesidad de palabras.

—Es mi destino, enviado de la luna, el amor que el astro madre colocó en mi camino, mi devoción, mi luz, mi todo. La luna menguante, Aphelios, la parte física del espíritu de la luna—Explicó, nombrando a su alma compañera, intentando expresar mucho más allá, su conexión era latente, aun si no eran el hilo directo uno del otro, tanto el espíritu del desafío como el arma de los adeptos, se sabían perteneciéndose de algún modo.

Se pertenecían en alma, uno siendo fragmento del destino que les esperaba al final de su misión, pero sus piezas, aunque de colores idénticos, no calzaban una con la otra, se sabían desde ya en ascuas.

—Compartimos nombre, él y yo ¿Qué significa? —La voz fue apenas un murmullo avergonzado, rehuyendo de la mirada amatista que estaba fija en lo alto de su cabellera oscura.

Destinados por la luna ☽ Settphel ☾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora