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Annabeth miró a la brújula, para ir a las Islas Solitarias había que ir al sur, y el viento estaba perfecto.
Muy bueno para ser verdad.
—Todavía no me puedo creer que esté viajando.
Annabeth rodó los ojos.
—Tienes veintiún años, podías viajar perfectamente desde los dieciséis.
Betheo rodó los ojos.—. Viajar solo es aburrido.
Annabeth se sentó y miró sus manos con tristeza.
—Angela ha venido a casa.
Betheo abrió los ojos con sorpresa.—. ¿Angela? ¿Nuestra Angela?
Annabeth asintió.
Se le olvidó mencionar anteriormente que el flechado de la infancia de su hermano había sido su mejor amiga. Yuju.
Betheo se sentó frente de ella.—. ¿Y cómo está?
—Fatal. Lo primero que ha hecho es ponerse a la defensiva y después se ha puesto a llorar.
Betheo suspiró al escucharla.
—Pobre de ella.
—Por eso le he dicho que la ayudaría. Todavía está casada con ese marrano, y no me quiero imaginar lo que le hace. Por eso, le he dado cinco meses para que lo aguante, después de eso, la ayudaré.
Betheo frunció el ceño.—. ¿Y cómo piensas ayudarla?
—Pediré un piso en alquiler en las Islas Solitarias. Me mudaré allí con padre y con ella.
—Estas loca, Beth. ¿Cómo piensas hacer eso? Ni siquiera puedes.
—Por eso estás aquí. Eres Lord Strong.
Betheo soltó una carcajada.—. ¿Tengo cara de viejo?
—No, tonto —Dijo rodando los ojos.—. No puedo comprar una casa por mi nombre, así que, tú en las Islas Solitarias serás mi esposo.
La reacción de Betheo fue rápida para los ojos de Annabeth. De un momento a otro, la estaba apuntando con un martillo.
—¿Acaso estás loca? ¿Cómo pretendes que sea tu esposo? ¡Somos hermanos! Yo suelo respetar ese tipo de culturas, ¿pero hacerlo nosotros? ¡Annabeth!
Lady Strong se levantó.
—¿Acaso estás loco? ¿Cómo piensas que yo quiero casarme contigo, degenerado? ¡Eres mi hermano!
—Eres rara.
—¿Rara?—Annabeth se acercó a él, cogiendo el martillo.
