Capítulo 40 | La mejor amiga

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𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Matthews continúa en su coche, a la espera de lo que pueda suceder. Me dijo que no se iría hasta que estuviera dentro de la casa, pero dudaba mucho que eso ocurriese. Porque ya había golpeado tres veces la puerta sin obtener respuesta.

Penny se encontraba en su casa, lo sabía. No podía ver a través de las paredes pero algo en mi interior me decía que ella estaba dentro, que sabía que yo estaba aquí afuera esperando que abriese la puerta pero que no lo iba a hacer.

¿Por qué lo haría?

Luego de prometerle que iría a verla, la noche de mi secuestro, Penny no volvió a saber de mi. Como mi padre. Max le mintió al decirle que estaba conmigo y cuando encontró mi móvil lo guardó para entregárselo a Matthews, yo lo había visto al regresar a mi casa y estaba lleno de mensajes y llamadas de Penny.

No regresé ni una de ellas. No respondí sus mensajes.

Porque ¿Qué podía decirle? No solo se trataba del terror a volver a verla sino también de la vergüenza, el saber que no encontraría a su mejor amiga completa sin una rota, hecha de retazos de tela, de jirones rotos y usados, vería la cáscara vacía en la que me convirtieron y se sentiría estafada al darse cuenta que ya no sería la misma. ¿Cómo podría soportar esa humillación?

Uno creería que luego de todas las torturas a las que me sometieron no me quedaría dignidad y orgullo. Eso era lo que creían ellos.

Pero no era así. Aunque preferiría que tuvieran razón, sin dignidad y orgullo no debía preocuparme por cómo me vieran y el qué pensarán. En cambio, cargaba con una mochila más pesada que el saberme rota: la posibilidad de ser rechazada.

—Penny, por favor —digo en voz baja, mientras dejo caer la frente sobre el frío material de la puerta y continúo insistiendo—. Por favor...

Una parte de mi quería que me rechazara, la parte oscura y rezagada que aguardaba los sucesos más comunes que tendrían lugar a partir de ahora en mi vida porque ¿Qué otra cosa podía esperar sino el rechazo?

Pero otra parte de mi, esa pequeña y cargada de esperanza como un suero que gotea de forma lenta, aguardaba que ella abriera la puerta y me dejara entrar.

—Vete, Maddox.

Me incorporé al escuchar su voz y trague saliva, negándome a hacerle caso.

—Penny, te lo suplico —dije con más urgencia—. Si me dejas entrar, prometo ser sincera yo...

—No puedo hacerlo —dijo firme, sabía que estaba cerca, frente a la puerta, del otro lado, viendo mis ojos sin lograrlo pero como si entre ambas no existiera nada más que aire—. No puedo continuar sosteniendo esta amistad, no así.

—Lo entiendo —dije con sinceridad, tanta sinceridad que me dolía dejar salir esas palabras—. Pero, por favor, déjame explicarte todo.

Permanezco ahí en silencio lo que parece ser una eternidad, con la brisa fresca cubriéndome la piel, aunque lleve abrigo no importa: el frío invernal se siente, te cala hondo, hasta los huesos. Si cierro los ojos viajo directo a la celda, las cuatro paredes hechas de ladrillo viejo y maltratado, llena de humedad.

Pero me obligo a abrir los ojos, a recordar que estoy ahí afuera, en el aire libre y no estoy encerrada.

Penny no dice nada. Tampoco escucho movimiento o su respiración por lo que deduzco que se ha ido. Acepto mi derrota no sin antes llorar, dejo escapar una lagrima que se convierten en dos, tres, cuatro, una docena de ellas. Un centenar de lágrimas, agua salada corriendo por mi piel como la arena de la playa siendo tragada por la olas del mar.

Traición y Sangre ✔ [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora