Capítulo |43| -Mi pequeña niña.-

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Pero me sorprendí tanto cuando levanté la cabeza, y mis ojos chocaron con aquella imagen. Aquella que iba a recordar toda la vida.


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-Eli, mira que te lo digo ahora, por nada del mundo, óyeme bien..., que no se te ocurra, que no se te pase ni una sola vez por la cabeza darme una niña, porque te mato, ¿me oíste?, Elenne, si me das una niña, tú, mueres, y ella también.

¿Qué pasa si tengo una niña?, ¿Qué malo tiene?

-Elenne, no solo voy a matarte si me das una estúpida niña, sino que, óyeme bien, no quiero que nada le pase a ese niño que llevas dentro, porque si le pasa cualquier cosa, la mínima, ¡la mínima cosa! Si tan solo mi bebé nace con un rasguño, te la verás conmigo Elenne, y nadie que se las ve conmigo sale ileso.-

¿Cuál era mi pecado?

-Ay niña, no es que hayas hecho algo malo, es que él no quiere una niña, no la quiere, y ya no se que hacer para que deje de pensar así. No está mal tener niñas ¿sabes?, pero él se aferra a que si, que es una maldición que tiene o algo así. Así que, por lo que más quieras, que ese bebé que llevas, sea barón, sea niño. Porque no sabes de las cosas horrible que él es capaz.-

Me daba tanto miedo darle una niña, que de verdad que no me imagino que haré si tengo una niña, es que... las ganas que él tiene de tener un niño, y que siempre habla de eso, y que un niño, un niño. Y que yo le de una niña. NO.

No paraba de recordar todas las veces en la que estuve en problemas solo por la palabra "niña".

Sentí mi cuerpo temblar al bajar la mirada, y ver ese charco que se había formado debajo de mis piernas. Tenía miedo. Tenía miedo. Tenía mucho miedo.

No quería tenerla, no... quería tener una niña.

No quería tener que soportar ver cómo le hacen cosas horribles, no quería.

-Voy a morir.- susurré despacio, mientras aún con las piernas mojadas, caminaba a donde dormían mis bebés, estos descansaban sin saber de nada, sin preocupaciones. Los observé a cada uno, grabándome sus hermosos y delicados rostros en mis recuerdos, todas esas manchitas llamadas pecas, el sonido de su respiración, la forma de sus labios, de su nariz, de sus manitas, sus cuerpecitos. Quería memorizarlo todo, todo de ellos. Porque... porque ya no iba a verlos nunca más, y necesitaba acordarme de cada uno de ellos, lo necesitaba.

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-Señorita Elenne. Venga para acá, tengo algo muy importante que decirle.- me asusté al escuchar a la partera, mientras que yo salía del baño envuelta con una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo, y con mucho frío. ¿Qué hacía ella aquí?

Me acerqué, dejando un espacio prudente entre ella y yo.

-Si, dígame.- susurré mientras movía los pies impaciente. En cualquier momento llegaría Thomas, y no quería que me encontrara en esta posición. No sabía que ponerme, y tenía que buscar con prisa, y no era porque no sabía que ponerme precisamente, sino porque no tenía. Si, toda mi ropa habían quedado reducida a trapos o, a tiras en las manos de mis esposos. Y tenía que buscar de donde sea un vestido para ponerme, porque el que recién tenía, el último que tenía, Stephen me lo había vomitado.

-Pues, el príncipe Thomas no tarda ya en llegar. Aunque deduzco que usted ya sabe eso.- si, eso ya lo sé, podría darse un poco más deprisa.- Él se encuentra muy cansado, estresado y agobiado. Así que, tendrá usted que hacerle un masaje. Vine aquí para enseñarle.-

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora