Capítulo 5

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No sé muy bien por qué lo hice, pero me acerqué a aquel que podía ser tanto mi enemigo como mi amigo. Necesité mi tiempo, quizás más por orgullo, y para comprobar que podía fiarme de él. Kayn aparto la mirada temiendo que yo hiciese lo mismo, una reacción normal teniendo en cuenta cómo me había estado comportando.

Traté de empezar la conversación sin éxito, así que me limité a sentarme a su lado. La luz de la luna ofrecía tanta claridad de visión que vi cómo los músculos de Kayn se tensaron cuando le rocé sin querer el brazo con mi mano al intentar acomodarme en aquella piedra. No pude evitar admirar esos brazos musculosos, fuertes. La trenza de su largo cabello estaba desecha, varios mechones se habían salido y ondeaban con la brisa nocturna, uno de ellos me rozó la cara.

— Tú tampoco es que tengas mejor aspecto, ¿sabes? — Kayn me estaba mirando.

Si en ese momento hubiese podido plegarme sobre mí misma hasta desaparecer, lo hubiese hecho por vergüenza. Viendo que seguía sin decir nada, continuó:

— Y un baño tampoco nos vendría mal — torció la cabeza esperando cualquier respuesta.

— No pienso bañarme contigo d...

— "demonio noxiano" —me dijo con una sonrisa falsa —. Me han llamado así muchas veces a lo largo de mi vida, pero nunca tantas veces la misma persona. —señaló con un dedo a mi derecha. —¿Ves aquellos árboles? Si sigues por ahí, no muy lejos hay un pequeño lago. Puedes ir tranquila, me he asegurado de que sea seguro.

Asentí con la cabeza, iría después. Es cierto que mi aspecto era lamentable y mi ropa no lo mejoraba. Me sentía culpable de que todas las noches tuviese la oportunidad de descansar, a salvo y protegida de cualquier mal porque Kayn se encargaba de mantenerse en vela todas las noches. No era justo, al fin y al cabo él también tenía una parte humana que me había dejado ver sin darse cuenta.

—¿Por qué no duermes esta noche? Yo me encargo de mantener alejada cualquier cosa que se acerque —le dije.

Tras un par de debates y una pequeña discusión, logré que se marchase a descansar. Al principio solo se acostó al lado del fuego, sin dejar de observar todo cuanto nos rodeaba, pero acabó sucumbiendo al cansancio y se quedó completamente dormido. Al amanecer, nos turnamos para ir a aquel lago antes de marcharnos. Acordamos hacer una pequeña parada en el próximo pueblo que estuviese cerca para comprar provisiones, algo de ropa y descansar. Si además podíamos ganar algo de dinero extra ayudando a la gente, podríamos continuar nuestro viaje a donde quisiésemos.

Durante el camino me contó que había estado haciendo todo este tiempo hasta el momento que nos encontramos. Por otro lado, inevitablemente me preguntó sobre la espada rota que encontró aquel día y le conté mi historia. Cómo perdí al amor de mi vida y cómo decidí dejar atrás mi hogar. Kayn se mostró atento y comprensivo conmigo, sacando temas de conversación de debajo de las piedras para evitar que me perdiese en mis pensamientos como solía últimamente, antes de que nuestros caminos se cruzasen.

El primer día que llegamos recorrimos las calles más concurridas, siguiendo a la multitud que se agolpaba en una pequeña plaza donde se encontraban varios puestos comerciantes. Mientras Kayn fue a por comida, busqué dónde podía comprar un yukata nuevo o cualquier prenda que pudiese serme útil. Al regresar al punto de encuentro que habíamos acordado, Kayn me esperaba con una bolsa grande repleta de comida. Apoyado en una pared, leía un papel que me tendió nada más acercarme. Se trataba de un par de encargos fáciles y remunerados, que nos llevó un día entero completar.

El día que decidimos retomar el viaje, Kayn me entregó algo envuelto en una tela que reconocí de inmediato. La aparté con cuidado y una sonrisa apareció en su rostro cuando parpadeé perpleja.

—Ahora sí que tendrá sentido llevarla contigo—me dijo.

De un salto me abalancé sobre él y lo rodee dándole un fuerte abrazo. Ante una reacción tan inesperada, nuestras risas resonaron en el aire y algunas personas que pasaban por nuestro lado se nos quedaban viendo. Le di un beso en la mejilla y su cara se tornó de un rojo tan intenso que no pude evitar volver a reírme. Me ayudó a atar la espada a mi cintura y nos marchamos de allí, siguiendo el camino hacia nuestro próximo destino.

Con el paso del tiempo, Kayn y yo nos volvimos cercanos y sentimientos que habían quedado en el olvido para mi comenzaban a resurgir de manera inesperada. Aunque a veces ambos lidiábamos con el demonio de su arma, lográbamos que éste no asumiese el control. Las primeras veces que esto ocurría, tenía que enfrentarme a él con mis poderes elementales hasta agotar sus fuerzas o contener retenerlo el tiempo suficiente para que se diese por rendido. Nunca más volvió a herirme, desde aquella vez que el filo de la hoja rozó mi cuello.

Exhaustos ante el arduo entrenamiento al que nos sometíamos todas las mañanas, nos tumbamos en la hierba a contemplar las nubes que ese día adornaban el cielo. Mis brazos por fin se habían vuelto a acostumbrar al peso de la espada y mis músculos habían guardado en su memoria todos y cada uno de los movimientos que realizaba con ella. Nuestras sonrisas se ensancharon cuando giramos la cabeza y nos quedamos viendo, entonces Kayn levantó una mano y me acarició la mejilla mientras que yo cerraba los ojos y me permitía sentir. Al abrirlos de nuevo, Kayn estaba más cerca de mí, nuestros cuerpos se estaban tocando y yo simplemente me dejé llevar y lo besé. Aquel beso fue el inicio de los muchos más que le siguieron y los que estaban por llegar.

Arrastré a Kayn tras de mi de la mano hacia unos árboles rodeados por arbustos y noté como mi cuerpo comenzó a arder. El corazón se me aceleró cuando me quedé quita delante de él y entre caricias y besos y deslicé su mano en la cinta que ataba mi vestido para que suavemente lo desabrochara. Sin embargo, tan pronto como el calor abrasador recorrió mis entrañas, un frío asolador se abrió paso y me quedé bloqueada en ese mismo instante. Me aparté de Kayn, le solté la mano y di varios pasos atrás. Volví a anudarme la ropa. Kayn dio un paso al frente pero le puse una mano en el pecho, tratando de evitar que se acercase de nuevo.

—Lo siento Kayn, no puedo.

—Raila...—me dijo con un tono de voz casi de súplica—...yo...

—Necesito estar sola, vete —me llevé una mano al corazón.

No insistió, no volvió a hablar. Kayn se fue con la cabeza gacha haciéndose mil preguntas en la cabeza, preguntas a las que ninguno de los dos podríamos dar respuesta. No se molestó en rodear lo que tenía delante, se alejó atravesando todo cuanto se encontraba, con los nudillos blancos de sujetar fuerte su arma.

Yone. Yone. Yone. Cuando entrenamos juntos, cuando vino a mi casa por primera vez, cuando conoció a mi maestro, cuando nos comprometimos, la última vez que nos vimos... el último beso... todos esos recuerdos aparecieron en mis sueños.

Mi respiración estaba acelerada cuando desperté apoyada sobre el árbol donde horas atrás Kayn y yo nos estábamos besando. ¿Por qué me estaba sucediendo esto? ¿acaso no merecía tener una segunda oportunidad con otra persona? ¿ya no podría estar con nadie más el resto de mi vida? ¿qué clase de condena era esta para alguien con una suerte con la mía?.

Sentí. Lo sentí. Un solo impulso me bastó para saber que ya no estaba sola en ese momento. Delante de mí se hallaba el fantasma de la persona que amaría para siempre el resto de mis días.


Cinta RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora