Severus se llevó a su hija durante la madrugada a su habitación de prefecto para que pudiera despertar de ahí.
Se fue rápidament a su despacho a revisar agenda, tenía pendientes por hacer, como pociones para la enfermería y para su adorada hija para que lograra dormir, también debía hacerle pociones a Madeleine, en fin, tenía un día ocupado.
Fue al Gran Comedor, donde se encontró con Albus: ¿Cómo has estado muchacho?-le preguntó.
Bien gracias- contestó el pocionista.
¿Y Madeleine?-le preguntó el anciano.
Bajará en un momento más- comentó el pelinegro, sirviéndose un café- ha estado con muchas náuseas.
Se le quitarán- le comentó el Director- y tendrás que satisfacerle los antojos.
El maestro de pociones lo miró con ceja alzada y le comentó: No tengo problema, con tal de que no tenga tantos malestares, mi preocupación es que pase un buen embarazo.
¿Y tu hija?- le preguntó el anciano.
Ha estado mejor- le contestó el Jefe de la Casa Slytherin- pero aún no logro hacer que duerma de corrido.
En el libro que te pasé sale como hay que hacerlo- comentó el Director, sirviéndose té.
Lo leeré cuando me encuentre desocupado- le comentó el pelinegro- hoy tengo demasiadas pociones por hacer.
Llegó Madeleine y se sentó al lado de Severus, quien le acercó la silla a su lado para que se sintiera protegida.
Comenzó el desayuno y Severus le sirvió leche para evitar que se quemara, torta y todo lo necesario para que no hiciera ningún esfuerzo. La adivina lo miró con cara de cordero degollado y el pelinegro la miró enternecido.
¿Quiere algo mi amor?-le preguntó con mucha suavidad el maestro de pociones.
Tengo antojo-le dijo la bruja.
¿Y antojo de qué tiene?-le preguntó su esposo.
Antojo de pene- le comenta acercándose al oído.
El pelinegro sonrió y le respondió: Primero desayunemos y le prometo darle todo el pene que quiera.
Desayunaron tranquilos y ambos comieron un trozo generoso de torta con crema y frutas que había en la mesa.
Terminaron de desayunar y se la llevó a su armario de pociones, la sentó en una banca que había allí, cerró la puerta, colocó hechizos desilusionadores y anti ruido, se desabrochó el pantalón, donde su miembro saltó juguetón hacia su rostro. Madeleine se lo introdujo y comenzó a chuparlo desesperada, su marido le tomó su cabecita por detrás y la empujaba suavemente hacia su miembro, mientras le hacía cariño.
El pelinegro estaba vuelto loco viendo como su esposa le hacía un oral de lujo hasta que estalló en su boca y la bruja se tomó toda su descarga, relamiéndose los labios.
¿Satisfecha mi amor?- le preguntó su marido-
Si, mi amor, te amo-le dijo su bruja.
Y yo a ti, mi hermosa vampira- le dijo Snape.
Se besaron y salieron del armario, el pelinegro la fue a dejar a su despacho y después se fue al suyo.
Estaba haciendo las pociones para su hija cuando había que hacer reposarla antes de embotellarla, así que el pelinegro fue a ver el odioso libro mientras para ver que tenía que hacer.
"Si la vampira hija al acercarse a sus trece años no duerme, el padre debe recurrir a darle semen para que duerma y se logrará sin dificultad".
Maldito libro- pensó el pocionista y lo dejó a un lado frustrado.
Mientras embotellaba la poción para su retoña, tenía en otros calderos las pociones para la enfermería, así que esperó que estuvieran todas listas para llevarlas a su destino.
Pensó en su princesa ¿Dónde estaba?, no la vio en el Gran Comedor, así que, salió a buscarla a los aposentos de los prefectos. Los estudiantes al verlo ahí quedaron helados y se asustaron; al maestro de pociones le dio rabia verlos como lo miraban.
¡¿Qué miran?!-les preguntó iracundo- ¡¡Soy el Jefe de Casa, es obvio que puedo entrar y salir cuando se me antoje!!, ahora.... ¡¡Largo!!.
Todos los que estaban ahí, quedaron en blanco y se alejaron rápidamente.
Fue a la puerta de su bebé, tocó la puerta, pero nadie abrió, entonces con su varita la abrió: Alohomora- dijo viendo a su bebé que ahí aún estaba y cerró la puerta.
Mi amor- le dijo su papá- no la vi en el Gran Comedor.
Me duele papi-le dijo su princesa.
Pero debe comer, mi vida- le dijo su padre preocupado.
No tengo hambre- le dijo Lilith.
Debes comer pequeña- le dijo su padre, acercándose a la cama- ¿Le traigo desayuno?
Sólo si comes conmigo- le dijo su hija.
Bueno, no tengo problema en ello, había torta de chocolate y merengue- le dijo su papá acomodándose cerca de ella, ¿Quieres un trozo para ti?.
Si, papi y también para ti-le dijo la niña mirándolo con esos ojos que volvían loco a su padre.
LLamaré a un elfo entonces- le dijo el pelinegro-¡Burto!.
Apareció un elfo joven con un ¡Pof!.
¿Llamó a Burto, amo?- le preguntó el elfo.
Si, tráeme leche, un café para mi y dos trozos de torta de chocolate y merengue-le ordenó Snape.
En seguida amo- le dijo el elfo, desapareciendo con un ¡Pof!.
En menos de cinco minutos apareció todo y ambos comieron felices, conversando de libros y cosas triviales.
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Nuestro Dulce Secreto
FanfictionSybil Trelawney, profesora de adivinación del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, deja su puesto vacante por temas familiares. El Director Albus Dumbledore junto con Remus Lupin encuentran la indicada para el puesto, pero ella esconde muchos se...