Adiós

192 8 3
                                    

Ricardo sacaba fuego por la mirada mientras con desesperación azotaba cada una de las puertas de V&M, buscaba a alguien o eso delataba la impaciencia con la que abría todas las oficinas, pero solo se encontraba con algunas luces y un tremendo sile...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ricardo sacaba fuego por la mirada mientras con desesperación azotaba cada una de las puertas de V&M, buscaba a alguien o eso delataba la impaciencia con la que abría todas las oficinas, pero solo se encontraba con algunas luces y un tremendo silencio.

María Lucía le había jugado en contra. La maldita le había tendido una trampa, lo había dejado sin nada y ellos, los Valencia y los Mendoza, habían resultado victoriosos.

No era justo.

Después de tanto buscar y no hallar nada, se detuvo en presidencia, se sirvió un generoso trago y agarrando la fotografía de Marcela se percató de una inusual tarjeta de presentación.

«¿Mendoza por la victoria? No lo creo. La vida debe ser justa.
718 5610532»

Su queridísimo amigo se casaría al día siguiente y todos vivirían en armonía, todos tendrían un final feliz, todos menos él y eso no era justo. ¿Había algo que ellos debían pagar? Sí.
Con rapidez tomó el celular y marcó, esperó un par de timbres y entonces, una voz que se le hizo familiar le atendió...

Armando no se quería casar con Marcela.

Pero parecía ser lo correcto, ella y su mamá desbordaban de alegría e incluso, seguro aquella noticia había aliviado a doña Julia y a lo mejor también a Betty... todos ganaban, poco importaba lo que él sentía, después de todo, quién había jugado y mentido con los demás había sido él.

«Es lo mínimo...», se repitió a sí mismo tratando de autoengañarse.

Los violines anunciaron la entrada de la novia. Cuando la vio, por alguna razón notó algo distinto en su mirada, estaba tardando en avanzar, le pareció que temblaba. En un intento de mermar la situación le dedicó una sonrisa, pero ella parecía fuera de sí.

Ni Marcela misma entendía qué le pasaba. Quería casarse con él, siempre lo había soñado. Durante todo el mes que habían pasado juntos pensó que todo había regresado a la normalidad, por lo que, creyó que verlo frente al altar era lo que necesitaba para sentirse plena, pero no estaba siendo así. Él sonreía, pero lo conocía tan bien que sabía que no era más que pura fachada.

Quiso regresar el tiempo, quiso con todas sus fuerzas que todo se tratase de una pesadilla. Poco a poco los ojos se le cristalizaron, se detuvo y recogiendo el largo del vestido salió de prisa del lugar.

—Marcela —susurró Armando y el cotilleo de la gente se hizo presente, una cámara estaba pendiente de lo que sucedía —¡Marcela! —gritó cuando la alcanzó.

—¿Me amas? —preguntó de golpe y ambos se detuvieron, el silencio de él le dolió, pero aún con esfuerzo por no desvanecerse volteó—. No me quiero casar.

—Pero siempre fue tu sueño. —Marcela solo calló mientras con torpeza evitaba llorar. —Yo... solo puedo pedirte que me perdones por todo el daño que te he hecho.

Y para sorpresa de ella, la envolvió con sus brazos, Marcela nunca había sentido un abrazo tan agridulce como ese y lo único que provocó fue el escapar sin control de sus lágrimas.

Era la ruptura final, ya no habría más oportunidades y por ese instante Marcela sintió que desfallecía. Habían pasado tanto tiempo juntos, tantos momentos compartidos, tantos recuerdos, que sintió como si se estuviese despidiendo de una parte de su propio cuerpo... No quería decirle: adiós.

୧ *·˚

—Hija, ¿Qué tienes? —Doña Julia la conocía más que nadie en el mundo, ella actuaba extraño.

—Nada, creo que son los nervios del viaje —respondió Betty con la misma torpeza con la que guardaba las cosas en su maleta.

—Voy a traerte un tecito buenísimo para los nervios. No tardo. —Ella asintió y cuando su madre se fue, su corazón ya no soportó y las lágrimas rodaron sin cesar.

Hasta donde sabía, en ese momento Armando se estaba casando y eso le estaba doliendo más de lo que esperaba, ¿Por qué? Si él no había hecho más que lastimarla, ¿Por qué seguía guardando esperanzas? Solo una última vez, solo una, si él lo intentaba otra vez, estaba segura de que sin dudarlo le daría una segunda oportunidad, porque eso era lo que su corazón deseaba, pero su lado consciente le recordaba tantas cosas y ahí sus sentimientos se debatían con fuerza entre lo que quería y lo que debía hacer.

Cuando Nicolás llegó, de inmediato le ayudó a bajar las maletas, de prisa doña Julia fue tras ellos.

—A ver, a ver ¿Qué es todo este alboroto? — intervino don Demetrio al ver que todos salían a la calle con las maletas.

—Betty ya se debe ir, el vuelo se adelantó.

—¿Cómo? ¿Y es que ese hijo de Cortés no va a venir a ayudarte?

—Ah... él se tuvo que adelantar, pero no te preocupes, papá. Nico me acompaña.

—Reina, ¿Esto es necesario?

—Viejo, ya hablamos de eso, Betty tiene que conocer nuevos lugares, ver caras nuevas, irse con Joaquín le vendrá de maravilla ¿Apoco no, Nico?

—Ay, ms Julie, pues ¿Qué le puedo decir? Si Betty es feliz así, pues está bien y usted don Deme, no sea chillón que me va a hacer llorar también.

Siendo honesta, Betty no quería partir, sin embargo, en aquel momento cualquier lugar parecía mejor que estar ahí. Tras una triste despedida ingresó rápido al vehículo.

—Al aeropuerto JFK.

—A ver, presta el boleto, pa' ver que todo vaya en orden —dijo Nicolás cerrando la puerta del vehículo.

Ella dudó en dárselo, pero al final accedió.

—¿Miami? No inventes, esto está mal, 'perame creo que podemos marcar a-

—Nico, yo no me voy a ir a Los Ángeles con Joaquín —interrumpió y un silencio incómodo se apoderó del lugar.

—Nico, yo no me voy a ir a Los Ángeles con Joaquín —interrumpió y un silencio incómodo se apoderó del lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Quién eres? || Betty en NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora