Capítulo dos

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Era sábado por la mañana y Gary desde muy temprano estaba en su habitación escribiendo en su laptop, golpeando con los dedos su escritorio de madera. Trataba de pensar en cómo mejorar la sinopsis de «Tres amigos y un gran viaje», pero solo eran palabras que al final no le convencían:

«Esta es la historia de tres amigos: Reed, Evan y Vincent. Estos "héroes" tendrán que adentrarse en su primera aventura para rescatar a las personas más importantes de su vida, de los peligros que esta aventura les pondrá enfrente y el largo viaje que les espera. Solo les queda caminar, tener valor e ingenio; pero tendrán momentos horribles, tensos, desesperantes, apocalípticos y momentos entre decidir correr o pelear. Que la historia y la imaginación comiencen».

—Esto no funciona—respondió Gary mordiendo uno de sus dedos mientras leía lo que escribió—, no es suficiente. Tal vez Otto y Chris serían mejores nombres.

Para Gary, esto se sentía mediocre, él mismo se sentía como un mediocre, que esto no iba a llegar a ningún lado. Era difícil para él escribir la sinopsis y la historia en general sin siquiera saber qué género iba a usar.

—Inútil—se dijo a sí mismo.

Gary se levantó del escritorio y pensando ir a la cocina para desayunar, vio la cama totalmente desordenada que tenía que arreglar, sólo suspiró de hartazgo, no tenía el humor ni las ganas en ese momento para eso. Salió al pasillo y le molestó a la vista cómo la luz matinal pasaba entre las grises cortinas de sus ventanales y cómo cubría toda su sala-comedor e incluso su diminuto espacio de cocina de su departamento cuadrangular. A simple vista se veía gris y deprimente, pero para Gary eso era algo que no le interesaba al igual que abrir las cortinas y que entrara el sol. Caminó hacia su cocina y abrió las puertas de sus gabinetes debajo de su barra para sacar un poco de cereal de chocolate y un tazón. Antes de que fuera a su refrigerador por la leche, empezó a vibrar su teléfono desde alguna parte de su sala.

—Trabajo no, trabajo no, trabajo no...—se repetía ya esperando lo peor.

Fue a su sala y no estaba en su mesa de centro de cristal ni debajo de esta. Buscó entre los cojines de su sofá hasta que escuchó que el teléfono estaba dentro de su maletín. Abrió el maletín, encendió su teléfono y vio que era un mensaje de Nora: «Oye, es sábado. ¿Quieres ir a un restaurante a comer? Solo te aviso que vienen Sonia y Ted».

Gary se lo pensó bastante.

—No lo sé—respondió Gary en otro mensaje de texto.

Dudaba porque de un lado prefería aprovechar el tiempo en por lo menos intentar terminar el capítulo uno, pero la idea de comer con amigos en vez de preparar la comida le apetecía más que cocinar en casa.

—¿O qué te parece si traemos comida y comemos en tu casa? ¿Te parece bien a las ocho? —preguntó Nora.

—Lo siento, Nora. Tengo que escribir y otros pendientes. ¿Para la siguiente? —respondió Gary.

—Claro. No te preocupes—Nora respondió con una cara sonriente y un corazón rosa.

Gary guardó su teléfono en el bolsillo. Fue a su refrigerador, se sirvió su cereal con leche y con prisa regresó a su habitación para continuar su historia.

—Rayos...La próxima—respondió Gary.



Horas más tarde, alrededor del mediodía. En el departamento del señor Voyage.

Dentro de la gran cocina del señor Voyage, todos los cocineros, tanto hombres como mujeres, fueron contratados para cocinar el almuerzo de negocios entre el señor Voyage y el señor Walker. Y subiendo desde el elevador y entrando al departamento, había ayudantes de cocina trayendo todo lo necesario desde el vestíbulo. Mientras que el señor Voyage estaba en su habitación vistiéndose para su reunión, con el maletín con los huevos de oro en su cama.

Historia PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora