11 - Rendirse jamás

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Fueron Jihyo y Taehyung quienes lo acompañaron a la oficina del director Min esa mañana. Ellos sabían que no iba a servir de nada lo que Park Jimin quería hacer pero tenían que dejar que lo averigüara por sus propios medios. Estaba demasiado molesto y ahora no estaban logrando razonar con él.

— Si me dices quién fue, yo puedo hablar con ese estudiante — insistió Jihyo mientras iban de camino por los pasillos. 

— Que no sé quién fue el del chicle. Me arrojaban cosas de todos lados. Todo el curso enloqueció — explicó una vez más Jimin.

— No es que esté de su lado, pero quizás no debiste enfrentar a los monstruitos — opinó Taehyung. 

— Ah, ¿y entonces los dejamos hacer lo que quieran? — se quejó el rubio.

— Jimin, te pagan igual solo por venir a la escuela y cumplir tus horas. Déjalos que hagan lo que quieran. No tiene sentido pelear con ellos. Tus clases mejorarán cuando aprendas a seguirles la corriente.

— No es así como quiero hacer mi trabajo, no es eso lo que debe hacer un profesor. No quiero que me paguen por solo venir, sentarme ahí y ver como se arruinan la vida haciendo absolutamente nada.

— Ya te dijimos que aprobarán los exámenes. La mayoría al menos — dijo Jihyo. — Estudiarán cuando les convenga.

— No es sobre los exámenes solamente — replicó el rubio. — Es sobre ellos, sobre quienes serán en el futuro. Podrán graduarse a su manera pero eso no significa que serán adultos funcionales y decentes con un buen futuro. Seguirán siendo un desastre. 

— Bueno, eso ya no es nuestro problema. No podemos hacer nada — insistió el castaño.

— ¡Sí podemos! — declaró Jimin. — Pero necesito ayuda. Porque solo no puedo. 

Se detuvo entonces frente a la puerta de la oficina del director Min y golpeó. Nadie respondió. Golpeó otra vez y como no hubo respuesta tampoco decidió abrir la puerta. 

Allí estaba el hombre. Apoyado en su escritorio, durmiendo al parecer en plena mañana.

— Uh, ¿está bien? — se preguntó Jimin preocupado por el estado de su superior. 

— Sí, solo está durmiendo — rió Tae.

— Dios, qué vergüenza este tipo — Jihyo se llevó una mano a la cara. 

— ¿Deberíamos despertarlo?

— Yo me ocupo. Observen esto — dijo el castaño y se acercó a la caja de seguridad que había en la oficina. Giró la perilla y el simple ruido de ésta girando bastó para despertar al durmiente director.

— ¡Hey, qué haces Kim, aléjate de ahí! — le ordenó de inmediato al profesor de Literatura mientras se limpiaba la saliva que caía por la comisura de su boca.

Luego se dio cuenta de que no era el único metido allí en su oficina. 

— ¿Qué hacen aquí? — les preguntó. — Yo estaba, uh, descansando la vista un poco — se excusó. — Trabajé demasiado.

— Sí, seguro — respondió Jihyo. 

— Director Min, disculpe nuestro entrometimiento así en su oficina. Es que ha pasado algo grave — le explicó Jimin.

— ¿Cómo? ¿Murió alguien? — exclamó sorprendido el mayor.

— ¿Qué? No…

— ¿Entraron a robar?

— No, no es eso.

— ¿Nos van a cerrar la escuela? 

— Ah, no — seguía diciendo Jimin. — Yo solo tuve un inconveniente con segundo D. Bueno, varios de hecho.

La teoría del amor - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora