𝒳𝒳𝒱𝐼 -𝓔𝓵 𝓹𝓸𝓭𝓮𝓻 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓖𝓻𝓪𝓷 𝓑𝓻𝓾𝓳𝓪-

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*La noche del regreso de Adara*

*La noche del regreso de Adara*

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*Separador: Adara*

Observé detenidamente cada rincón de la habitación en la que me encontraba. Aunque ya había estado en este lugar más veces de las que hubiera deseado, todo me resultaba ajeno, sobre todo ahora que mi perspectiva como bruja había regresado.

Tengo que admitir que los frascos que me rodeaban, con partes de criaturas conocidas y desconocidas, generaban en mí una sensación extrañamente reconfortante, pero, al mismo tiempo, ajena. Era como si estuviera viajando entre un presente que no me pertenecía y el pasado que ya no existía, una experiencia realmente extraña si se me pregunta.

—¿Ya estás mejor? — Pregunté, agotada de esperar a que la bruja frente a mí dejara de curar su corazón herido. Sin embargo, ante mis palabras, ella solo levantó un dedo en señal de espera.

Cerré la boca una vez más y me crucé de brazos, esperando pacientemente a que la bruja se tranquilizara y lograra calmar el dolor que Evanna le había causado hace unas horas.

El olor del lugar era bastante devastador para mi nariz, que podía reconocer cada uno de ellos y ponerles nombre. Esto me resultaba bastante desagradable considerando que había partes extrañas de seres sobrenaturales que seguramente fueron obtenidas de manera poco ética.

Igual de desagradable que su madre...

Dejé de divagar al escuchar a la chica maldiciendo en todo lo alto a la causante de su dolor.

—Esa perra es una cabro-

—Guarda esas idioteces para ti, bruja. Tú lo provocaste al hablar de su alma gemela de aquella forma tan repugnante.

Mi comentario la hizo mirarme con sorpresa e inevitablemente sus mejillas se tintaron de rojo.

—¿Eso fue lo que ella te dijo? — Levantó una ceja, parecía ofendida por mis recientes palabras.

Vaya, parece que ya se le olvidó que le dolía todo.

Genial.

—Eso fue lo que escuché. Espero que no pretendas tergiversar los hechos para dejarla como la mala del cuento.

Aquellas palabras activaron una corriente de energía en su cuerpo que la hizo levantarse con entusiasmo del lugar en el que llevaba tiempo lamentándose. Con una sonrisa en su rostro, se me acercó sin importarle en lo absoluto la incómoda cercanía.

—¿Estuviste despierta todo el tiempo, hermosa?

—Aléjate, invades mi espacio personal. — Aquellas palabras desvanecieron la sonrisa en su rostro y la obligaron a distanciarse de mí. ― Gracias, y sí, estuve despierta.

No estoy muy segura de que hubiera escuchado aquello último, ya que se quedó callada un segundo antes de decir:

—Bien, ahora noto la diferencia— Murmuró mientras analizaba mi físico— No es solo tu bonito aspecto ni tu poder, eres más... distante.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora