Tu caparazón

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Molly y sus hijos corren sin mirar hacia atrás, temiendo encontrarse con la presencia de seres malvados y sin saber si Anaclaro sigue vivo o murio. Molly está asustada, su corazón late con miedo y fuerza, su alma gemela se ha ido. 

Ahora solo le quedaba cuidar a sus pequeños hijos y llevarlos a un lugar seguro donde no sufran daño de bestias disfrazadas de humanos. Mientras corren, Molly se aferra a la esperanza de que Anaclaro esté a salvo en algún lugar, luchando por reunirse con ellos. Sus hijos la miran con ojos llenos de miedo y terror preocupados con lo que les depara esta huida pero ella les sonríe con determinación, prometiéndoles que encontrarán un lugar seguro donde puedan estar a salvo

Sin embargo, al avanzar, se encontraron con un grupo de serpientes que les bloqueaba el camino hacia la seguridad. Las serpientes, con sus ojos brillantes y lenguas bífidas probando el aire, se deslizaban amenazadoramente alrededor de las mulitas, mostrando su intención de mantenerlas atrapadas en ese lugar inhóspito. Molly sabía que debía actuar con rapidez y astucia para proteger a su familia. Comenzó a retroceder lentamente, manteniendo contacto visual con las serpientes para no provocarlas, mientras evaluaba cualquier apertura que pudiera usar para escapar de esa situación.

Tati y Cusuki siguieron el ejemplo de su madre, retrocediendo con precaución y evitando hacer movimientos bruscos que pudieran alertar a las serpientes. La tensión en el aire era palpable mientras el grupo de mulitas buscaba una oportunidad para escapar. De repente, un rayo de luna iluminó un camino alternativo a través de la maleza. Molly vio la oportunidad y con gestos sutiles indicó a su familia que la siguieran. Con movimientos silenciosos y precisos, se deslizaron por ese estrecho sendero, sorteando ramas y raíces, manteniendo la calma a pesar de la presión.

Las serpientes, momentáneamente distraídas por un ruido en la distancia, les dieron la oportunidad perfecta para escapar. Aprovechando ese instante crucial, las mulitas se apresuraron por el sendero, alejándose rápidamente de las serpientes y adentrándose más profundamente en el bosque en busca de seguridad. A medida que se alejaban, el sonido de las serpientes se desvanecía en la distancia. Molly, Tati y Cusuki respiraron aliviados, conscientes de que habían superado otro obstáculo en su búsqueda por encontrar un refugio seguro en ese misterioso y oscuro bosque. Con determinación renovada, continuaron su camino, confiando en su instinto y unidad familiar para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

Finalmente, después de horas de correr, encuentran refugio en una pequeña cabaña escondida en lo profundo del bosque. La madre mulita suspira aliviada al ver que están a salvo, al menos por el momento. Con el corazón lleno de gratitud, abraza a sus hijos y promete protegerlos con todas sus fuerzas.

Mientras el viento aúlla afuera y los nenes descansan, Molly reza por la seguridad de Anaclaro y por la fuerza para enfrentar los desafíos que les esperan. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesta a luchar por su familia, cueste lo que cueste.

Hace años, en aquel entonces, Molly había sufrido un ataque/momento similar, varios humanos habian venido a campar en el bosque con malas intenciones. Destrozaron arboles, gritaban fuertemente incomodando a algunos seres del bosque y ponían música muy sensible para algunos animalitos. Molly, que era mas pequeña en esa situacion, se refugiaba en su guarida con su familia en silencio. Estaba su padre Lacha, su madre Asma y sus dos hermanos Jack y Frost. Todos estaban intenando dormir ignorando la situacion de los humanos pero, uno de ellos habia logrado ver la cola de Jack. 

El humano se acercó lentamente y logró atraparlo. Jack, asustado, lloraba y chillaba de miedo mientras el humano se lo llevaba. Molly corrió hacia el secuestrador, mordiendo sus piernas y chillando fuerte. Asma se unió a la pelea y comenzaron a chillar con fuerza. Lacha y Frost se unieron para contribuir a que el humano los dejara en paz. El ruido proveniente de las mulitas fue tan fuerte para el oido de aquel humano que decidió soltar a salir corriendo y soltar a Jack, quien cayó al suelo.

La familia fue a ver como estaba Jack pero él estaba muerto, murió por la caída y su caparazón estaba roto. Molly observaba la escena con temor, su hermano había muerto. Desde ese día Molly quedó traumatizada y sabía que debía actuar con cautela para proteger a su familia, especialmente cuando se acercaban a su territorio.

En la mañana mientras la familia descansaba, escucharon un sonido extraño que los aterró e inmediatamente alertó a Molly. Despertó a Tati al no encontrar a Cusuki, su hijo, para que le ayudara. Ambas se estremecieron al escuchar de nuevo el inusual sonido que alertó a toda la familia. Al mirar por la ventana de la cabaña, vieron unas siluetas y comprendieron la gravedad de la situación. Un humano y su perro se habían acercado a la cabaña y capturado a Cusuki. Con temor pero determinación, sabían que debían actuar rápidamente para rescatar a su pequeño.

Sin perder un instante, Molly y Tati buscaron la salida de la cabaña rápidamente y se las se movieron con agilidad a través de los matorrales y los árboles, siguiendo el rastro dejado por el perro y el humano. A pesar del miedo que sentían, su instinto maternal impulsaba su valentía.

Finalmente, llegaron a una carretera con mucho tráfico. El perro que llevaba a Cusuki y el humano estaban cruzando el paso de peatones y justo cuando Molly y su hija estaban a punto de cruzar y seguirlos, el semáforo cambió a verde, permitiendo el tráfico y haciendo que las dos no pudieran cruzar con seguridad. Con nerviosismo, ambas se lanzaron a la carretera, evitando los autos con destreza y determinación. Madre e hija esquivaban rápidamente los autos y se resguardaban en sus caparazones para evitar ser lastimadas por los vehículos que pasaban por encima. Se empujaban mutuamente para evitar los grandes autos y camionetas, avanzando lentamente en busca de Cusuki. A pesar del miedo, continuaban deslizándose juntas bajo los grandes camiones. 

Con el corazón latiéndoles fuertemente, se aferraban una a la otra mientras trataban de mantenerse a salvo en medio del tráfico abrumador. Cada paso que hacían sus pequeñas patitas era un desafío, pero estaban decididas a llegar a su destino y salvar al pequeño sin importar los obstáculos que se presentaran en su camino. Las dos habían llegado a la mitad de la calle y Molly caminaba por la acera cuando, de repente, un auto grande y pesado se dirigió directamente hacia ellas. En un acto de valentía, Molly empujó a Tati fuera del camino, salvándole la vida pero poniendo la suya en peligro. Molly quedó devastada al presenciar cómo un auto atropellaba a su hija. Quería correr hacia el cuerpo de Tati, pero varios autos pasaron por encima del cadáver, impidiéndole tener un momento con su amada hija.

Molly esperó 3 minutos para que los autos dejaron de pasar  y poder tener un momento con su hija. Ella arrastró el cuerpo de la niña hacia el desvío y comenzó a llorar desconsoladamente. No podía creer que su pequeña se hubiera ido, y sobre todo, se sentía culpable, ya que la empujó para salvarla y había cometido un error. Molly pasaba su patita por la carita de Tati, esperando una respuesta que nunca llegaría. El caparazón de Tati estaba destrozado y roto en pedazo, recordándole lo que le sucedió con su hermano cuando era joven,  su corazón estaba destrozado. Molly no quería abandonar a su preciada hija, pero debía seguir adelante. Cusuki era lo único que le quedaba y no podía permitirse perder a otro ser querido. Con rabia y rencor, corrió ágilmente hacia el otro lado de la carretera y continuó con el rescate de su hijo.

Molly divisó a lo lejos una pequeña taberna y vio como el hombre y aquel perro entraban con Cusuki asi imediatamente se dirigió hacia ahi dentro con sigilo y determinación. Ella sentía un vacío en su corazón, pero sabía que debía concentrarse en la seguridad de su hijo.

Ella llegó a la taberna y entro por una de las ventanas abiertas, se escondió abajo de una de las mesas analizando el lugar preocupada por la seguridad de su hijo. Mientras iba en silencio de mesa en mesa, logro escuchar unos débiles chillidos, parecidos a los de Cusuki que provenían desde el interior de la cocina. Con el corazón latiendo con fuerza, Molly se acercó con cautela a la cocina, sin lograr llamar la atención siendo guiada por los llamados de su hijo. La puerta de la cocina estaba entre abierta y al entrar, escuchó los suaves y angustiados llamados de Cusuki que provenían de la cocina. El niño estaba escondido, temblando de miedo en un rincón.

Ella se apresuró hacia su hijo, tratando de calmarlo suavemente para sacarlo de su escondite. Podía ver el miedo en sus ojos y supo de inmediato que algo lo había asustado. Mientras consolaba al pequeño vió algo shockeante, en la pared estaban colgados caparazones de otras mulitas, esto perturbó a Molly y con su cola tapo los ojos del pequeño. 

Mientras ella reflexionaba e intentaba visualizar la situacion, miro de nuevo a aquella pared y estaba el caparazón de Anaclaro con su identificable cruz. Molly empezó a llorar.

Molly, Whispers of the GroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora