VII

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Nunca creyó que llegar le daría tanto alivio, ese departamento que aveces se le hacia tan aburrido y descolorido, cuando la cerradura le permitió entrar.

——Mas te vale no romper nada, enano.

Advirtió al bebé, cerro la puerta de una patada sin mucha fuerza, retiró con calma sus zapatos, seguido; llegó hasta su sala, en el sillón más amplio dejo caer los juguetes y la pañalera.

——¿Limonada? —Cuestionó al infante, en respuesta obtuvo un chillido y un par de aplausos.

Abrió una bolsa de la mochila, encontró un pequeño vaso de plástico lila con chupete para el bebé.

Con Masaki en brazos fue hasta la cocina, del refrigerador sacó una jarra de vidrio con limonada y un par de rodajas de naranja y trozos de limón.

Afortunadamente, no estaba tan fría como para que el bebé no pudiera beber.

——Tiene que gustarte, Chūya la hizo hace tres días —Dijo desenrollando la tapa del vaso, con cuidado servía de poco en poco el agua —. Aún no entiendo como te mantuvo oculto tanto tiempo. Debí sospechar cuando el adicto al trabajo pidió vacaciones tan de repente; seguro lo estuviste molestando tanto en esos nueve meses que cada que me hablaba me regañaba por cualquier estupidez.

Claro si esa estupideces no eran tratar de descuartizar al hombre tigre en cada encuentro, dormir tarde o dejar sola a Higuchi dando un informe que les correspondía a ambos.

Masaki miraba atento como el azabache vertía con gracia ese liquido verde, esas pequeñas rodajas naranjas y verdes le llamaban a morderlas con esos pequeños dientes sin descanso.

—Te-te. —Llamó a Akutagawa, este mismo solo lo miro con una ceja enarcada. El pelirrojo señaló donde sobresalía un pequeño limón en la boca de la jarra.

—¿No te hace daño comer eso? —El oji-gris estaba dudoso si darle la fruta o no. Optó por un si, era un simple limón, más vitamina C para el mocoso —Sí te hace daño le diremos a tus padres que fue por la leche que te dejaron en ese termo.

Tomó entre sus larguiruchos dedos la rodaja de limón, la acerco al bebé, quien, gustoso la agarro con cuidado y curiosidad. Masaki le miró y sonrió antes de darle una gran mordida a la fruta, sin embargo, su boca no abarcaba ni la mitad del trozo.

Fue divertido para Akutagawa las muecas que hacía el pelirrojo por el sabor, como cruvaba sus labios a causa del sabor agrio y sus ojos se cerraban con fuerza. Aún así, le seguía comiendo, como si no importará el sabor y fuera lo más dulce del mundo.

—Eres muy raro, mocoso. —Mencionó dejando de verlo y así terminar de servir ambos vasos.

Cuando culminó le dio a Masaki su respectivo vaso y él tomó el suyo. El oji-café ya había terminado con el limón y ahora bebía con ganas del sorbete.

—Ni te esfuerces, igual es limón, sólo que con azúcar —Habló al notar el desesperó del bebé en quitarse el mal sabor de agua —. Yo no sé dar primeros auxilios, así que trata de no ahogarte.

Dejó su vaso con limonada en la mesa de centro, se sentó a un lado de las cosas que había tirado en el sillón, Masaki descansaba en su regazo.

Buscó a tientas el control, intentando no hacer mucho movimiento e incomodar al bebé. Al tenerlo, encendió la televisión y tomó un gran sorbo de su bebida.

Iba navegando de canal en canal hasta dar con algo que me le llamase la atención; solo encontraba infomerciales, reality shows y programación aburrida.

Mala fue su búsqueda cuando entre ese abismo de aburrimiento dió a dar con la sección de programas infantiles.

Frunció el ceño molesto, ¿no se supone que había eliminado esa sección?

Masaki y el tío Ryu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora