Capítulo 8: Nos Persigue Una Cabra Mutante.

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—¡¿Cómo que el autobús a Los Ángeles acaba de salir?! —se escandalizó Harley.

La señorita de la taquilla no se inmutó.

—Salió hace 3 minutos, el siguiente sale a mañana por la mañana —respondió con tranquilidad.

Harley volteó a ver a sus amigos; Amadeus le pasó un brazo a Artemis, quien parecía contenerse, por los hombros; Nylla parecía incomoda; Giselle se sujetaba el entrecejo y Thorum fruncía el ceño. Harley suspiró con pesadez, se dio vuelta y sacó su celular, alejándose de la taquilla.

Artemis se fue a sentar en las sillas metálicas que estaban en la pared junto a la entrada, refunfuñando. Recordó la primera vez que viajó con Nico y Will: iban a visitar un parque temático que quedaba en Orlando. Nico quiso usar el viaje de sombras, para facilitar todo el asunto, pero, como ya era costumbre, Will se negó, a pesar de las quejas de Bianca. Al final, quedaron atrapados en el tráfico de la autopista. Artemis intentó perderse en sus pensamientos, viendo el cielo o leyendo un libro, pero el retumbar constante de las sirenas de los autos se lo hizo difícil, dejándole como única opción golpear su cabeza constantemente contra el asiento delantero, con la esperanza de desmayarse, mientras Nico no dejaba de repetir ≪Te lo dije≫, Will tarareaba una canción para "mantenerse sereno", y Bianca parecía un camión accidentado, por sus ronquidos.

Amadeus se sentó a su lado, bostezando, haciendo que Artemis se sintiera un poco culpable. Su arrebato de ira le había quitado tiempo valioso de descanso a su amigo.

—¡Lo tengo! —gritó Harley, desde el otro extremo de la sala. Todos lo miraron interrogantes mientras se acercaba con el celular en alto, luego les dejó ver la pantalla—. En Downtown hay autobuses que llevan a Los Ángeles, queda a unas cuadras de aquí, podemos llegar rápido si corremos —explicó.

El grupo sonrió, tomaron sus mochilas y caminaron hacia la salida. Artemis iba detrás, sintiendo algo de alivio.

La ciudad era muy colorida y movida; veías letreros despampanantes con los nombres de las tiendas, casinos u hoteles que estaban por todos lados. Había autos lujosos estacionados junto a las aceras, Harley señalaba algunos que eran de sus padres y algunos que le gustaría tener. Personas reían con sus amigos y uno que otro borracho por ahí les pedía indicaciones, a lo que simplemente respondían con algo inventado, puesto que ninguno conocía la ciudad. Nylla se tropezó con uno de los borrachos, que estaba inconsciente, y cayó al suelo. Thorum le preguntó si se había caído, Nylla volteó a verlo con el ceño muy fruncido y le respondió ≪No, huevón, yo trago tierra por gusto ¿oíste?≫, luego Harley la ayudó a levantarse. Después de un par de cuadras llenas de luces muy brillantes, Artemis notó que Thorum veía hacia los lados como si estuviera esperando que algo malo pasara.

—¿Ocurre algo, rayito? —preguntó, agregando un apodo que se le había ocurrido esperando relajar un poco a Thorum. Y funcionó, relativamente.

—Algo no anda bien, este viaje ha sido muy fácil... —dijo, notablemente más tranquilo—. Oí, en el campamento, como fuiste atacado por un ciclope, ¿No te parece extraño que fuiste atacado por un monstruo a plena luz del día en una ciudad muy concurrida como Nueva York, y que no nos haya atacado ninguno hasta ahora?

Artemis lo consideró, realmente si era extraño, es decir, eran un grupo relativamente grande semidioses andando por la calle como si nada. Él y Amadeus eran descendientes de los tres grandes, Thorum era hijo de uno de los dioses más poderosos de la mitología Nórdica, Giselle era una semidiosa Celta, y luego estaba Nylla, hija del dios de la guerra.

—He notado algunas personas extrañas desde que salimos de la estación. Algo se sentía inusual en ellos, como si no fueran humanos —siguió Thorum.

Artemis: Deseo de Vida (2) [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora