𝐄 | Lo único que tenía que hacer era aceptar un trabajo en las instalaciones del laboratorio de Corea del Sur, sin imaginar que estaría involucrada en los sucesos mounstrosos que desatarían un apocalipsis mundial.
"En la vida hay situaciones más di...
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CHAPTER EIGHTEEN Somos uno
‣ 72 días después del brote. ◁
—𝔈un Hyuk— capturé su atención e interrumpí la charla que tenía con Sangwook. Ambos hombres me miraron, siendo Hyuk quien dió fin a la conversación que tenía con el mayor, el cual asintió y se retiró— ¿puedes venir? —mi voz sonaba temblorosa e inestable. Tenía mis manos hechas puños con aquella cajita entre ellas.
Este se acercó, dejándome un beso en la frente, y cuando notó el objeto que sostenía, comprendió todo.
—¿Estás lista?
—Sí. Necesito hacer esto.
Mientras caminaba a los baños, sentía como mi corazón quería salirse de su lugar, mi vista se nublaba conforme aumentaban los nervios y mis piernas temblaban conforme daba pasos. Temía tener un hijo, por alguna razón ese siempre ha sido un miedo, aunque no me quejaría de tener una mini versión de Eun Hyuk creciendo dentro de mí.
Pero sabía que eso era riesgoso, tanto para mí como para el posible ser que se formaba en mi vientre.
Mordí mi labio inferior con fuerza, apretando más el agarre que tenía con Hyuk.
Cuando llegamos a los lavamanos, saqué de la caja la prueba, mirándola con detenimiento. Mentiría si negaba que me iba a desmayar, tanto que Eun Hyuk tuvo que sostenerme para no tropezarme. Lo miré y supe que el también estaba nervioso, aunque lo supiera disimular muy bien.
—¿Sabes cómo se hace, Sullie?
—S-sí. Ya regreso.— ingresé a uno de los cubículos con el alma en las manos y el corazón hinchado. Esto cambiaría muchas cosas, incluyendo mi futuro.
Cuando la hize salí de allí, notando a Eun Hyuk de brazos cruzados apoyado en la cerámica. Al verme se acercó, agarrando la prueba para mirarla.
—Hay que esperar. Tomara unos minutos. — informó. Dejé el aparatito a un lado, para así poder apoyarme del lavamanos al lado de Eun Hyuk. El paso su brazo por mi espalda, acercándome más a su cuerpo.
—¿Ya te había dicho que te amo de aquí a la luna?— reí por sus palabras, en un evidente sonrojo. Su sonrisa se iluminó y acomodó sus lentes.
—No, pero lo acabas de hacer.
Me acomodé de tal forma que quedé entre su pecho y sus brazos. Descansé mi rostro en su camiseta oyendo sus latidos, a la vez que el sobaba mi espalda. Demoramos así un rato, disfrutando de la presencia del otro.
