Ella y Clément eran gemelos, y desde que ella recordara había guerra, pero no cualquier guerra, era la guerra del fin del mundo.
Una guerra ya no por territorio, creencia, religión, ya ni siquiera por política era por la existencia de una especie completa.
Y estaba todo en su contra; sin mágia no había nada que se pudiera hacer. Por lo que se ocultaron durante dieciséis años, hasta que ella se decidió a seguirlo y enlistarse en la resistencia humana de su pequeño pueblo.
De eso haría un año, pero tenía talento con la espada y junto con Clément y sus cuchillos ya no necesitaba más. Aún así, no se sentía una adulta, nada más lejos aunque en su sociedad ya lo fuera de sobra, y cada día se sentía aun más apática y aburrida.
-Eres una idiota- le dijo Clément a Lília. Esta no se inmutó y tan solo siguió caminando. La noche era oscura, y fría, muy fría mientras ambos jóvenes caminaban a casa.
-Esa criatura iba a destruir el cuartel de cualquier modo- le dijo ella con pesimismo, él prefirió no llevarle la contraria para no molestarse más y guardó silencio.
Llegaron a una destartalada casa de madera en mitad del pequeño pueblo, entraron con sumo sigilo y sin decir una palabra cada uno fue a su habitación.Lília antes de acostarse se quedo mirando a la ventana ¿cómo era el mundo antes de que esas cosas atacaran? Debía ser muchísimo más fácil....pensó.
Todo su cuerpo dolia, pero eso era normal, apenas le dejaba de doler algo, otra cosa comenzaba a molestar. Se recostó con el cuerpo tiezo y un punzante dolor de espalda por los esfuerzos del dia que creyó jamás podría conciliar el sueño pero cayó dormida casi inmediatamente.
El sonido de una explosión la despertó; no supo si lo soñó o realmente lo oyó pero al abrir los ojos vio que ya era de día. Suspiró desanimada, y tan aburrida como podía estar....seguro tendría problemas por todos los desastres que causó el día anterior al dejar que destruyeran la base. Su mente decia: "venga es hora de moverse" mientras su cuerpo suplicaba por cinco minutos más. "que fastidio" pensó mientras el tedio se apoderaba de ella como cada mañana. Se vistió con rapidez: pantalón negro, blusa negra, botas negras. Se miró en el espejo estrellado que había en su habitación mientras intentaba alisar su cabello, sin embargo al poco se desesperó y lo dejó casi igual.
Su cabello era de un color negro azabache, ligeramente ondulado, largo hasta la cintura e imposible de controlar. Frunció el seño, no le gustaba su aspecto: su piel era bonita...no era pálida, si no bronceada de manera natural, sus labios pequeños, definidos y carnosos. Delgada, un poco baja...Luego estaban sus ojos....almendrados de pestañas largas y un iris de un intenso color verde: parecía una muñeca, y con semejante aspecto le costaba ser tomada con seriedad.
Su nombre, Lília, combinaba perfecto con su dulce apariencia pero ella de dulce no tenia ni la "d", en realidad podía llegar a tener muy, muy mal genio. Pero de momento, su aburrimiento opacaba absolutamente todo lo demás.
Al salir, encontró a su hermano Clément, desayunando junto a su padre, Shane, en una escena que seria muy pacífica si Clément no estuviese tan armado de pequeñas dagas vistiendo exactamente como ella. Su padre le sonrió vagamente como saludo, Clément ni la miró....terminaron desayunar sin decir palabra, Clément se levanto y tan solo musitó un "vámonos" a Lília, que se puso en pie muy seria "esta muy muy enojado" se dijo a si misma...."y ¿como no? Si destruiste la base..."
-Los quiero- les dijo su padre....Su hermano no hizo ni un gesto, ella se le quedó mirando un momento...Clément y ella se parecían; el mismo tono de piel, los mismos ojos verdes, el mismo cabello, pero él como su padre, era alto, un poco fornido, con buen porte...pero había más.... Clément era agradable, sabía usar el lenguaje apropiado siempre y una sonrisa increíble....no sorprendía que todas las chicas de esa pequeña ciudad le quisieran, pero por alguna razón desconocida para ella, él no tenia ojos para ninguna de aquellas chicas.