Capítulo único.

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Midorikawa vio fijamente la cocina frente a él. Era demasiado temprano, el cielo lucía aún oscuro. Por primera vez había sido el primero en despertar y ahora se encontraba ante un gran dilema existencial, cocinar o no cocinar, esa es la cuestión.

Por lo general él no cocinaba, de eso se encargaban sus amigos, su tarea en la casa era ayudar con la limpieza.

Sin embargo su estómago rugía de hambre, sentía que no aguantaría mucho más tiempo sin comer y no quería molestar a sus amigos haciéndoles levantarse temprano un domingo.

Es así que decidió que era un adulto funcional y llegó a la conclusión de que era totalmente capaz de hacer un desayuno sencillo, de hecho haría el desayuno para todos.

¿Qué tan difícil podía ser?

Claramente fue un error.

Con bastante rapidez las cosas comenzaron a salirse de sus manos, apenas pudo prender el fogón después de un par de minutos batallando, pero una vez hecho esto el resto sería más sencillo, ¿no es así?

La respuesta es no.

Silbaba mientras recorría la cocina a paso tranquilo. Al no estar en su hábitat natural no sabía dónde estaban ubicadas las cosas, pero eso no lo desmotivó, nunca era tarde para aprender.

Buscó los ingredientes que creía que necesitaría, revolvió toda la cocina dejando abiertas tras de sí las puertas de cada mueble. Harina, leche y algún huevo, estaba totalmente convencido que no necesitaría nada más, sorprendería a sus amigos con lo bien que le saldría aquello.

Agarró el primer tazón que encontró, sin fijarse mucho, tiró los ingredientes de forma desordenada. Miró con asco la mezcla antes de girar la cabeza cuando tuvo que meter un par de dedos para quitar trozos de cáscara del huevo.

Con un suspiro simplemente conectó la batidora manual y la acercó al tazón, contrario a lo que su mente pensó que pasaría, la harina comenzó a elevarse en el aire, antes de que Midorikawa pudiera darse cuenta, la cocina estaba cubierta en aquel polvo blanco.

—Uy, tengo que apurarme para alcanzar a limpiar, si los chicos ven esto son capaces de echarme —dijo viendo el desastre a su alrededor.

Se agachó para rebuscar en el espacio bajo el lavabo algún trapo para limpiar, sintió un olor raro, cuando sacó la cabeza del mueble se dio cuenta del humo que empezaba a llenar la habitación. Desde su posición vio con horror que había dejado una sartén vacía puesta sobre el fogón prendido.

—Mierda —gritó espantado, lo único que le faltaba era incendiar la casa.

Mientras se apresuraba a acercarse para apagar el gas su brazo se enredó con el cable de la batidora haciendo que cayera ruidosamente, chocando directamente contra el pie descalzo del desprevenido centrocampista.

—Joder, maldita sea —se quejó en voz alta mientras se aferraba a su extremidad lastimada.

Escuchó pasos apresurados tras su espalda, en ese momento supo que estaba muerto.

—¡¿Qué ha pasado?! —dijo Fubuki viendo el desorden que había en su usualmente pulcra cocina.

Ichirouta se acercó a paso rápido a la cocina, apagó el gas y el fogón antes de girarse a ver a Midorikawa con una expresión de claro enfado.

—¿Puedes darnos una explicación Midorikawa? —Su ceño fruncido y el tono en el que lo dijo dejaba totalmente en claro la profundidad de la ira del defensa de largo cabello turquesa.

"Usó el apellido, maldita sea, está vez de verdad me quedaré en la calle" pensó Midorikawa viendo el aura oscura que parecía rodear a sus mejores amigos.

Hacer galletas nunca había sido tan complicado // Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora