ZACK
Mientras avanzo a la tienda de algodones de azúcar, me repito el mantra que he creado desde que los cambios de humor de mi mujer me vuelven loco: ‹‹Consciente a Trixie. Trixie tiene hormonas en su sistema. Trixie tiene a tu hijo en su vientre. ¡Consiéntela, Zack! No mueras en el intento››
Dios me va a volver loco y así la amo, la deseo y la adoro. Sus dolores me preocupan, pero saber que pasaremos por el hospital me tranquiliza un montón.
No tardo nada en llegar a la tienda de dulces que para mí mala suerte ya está cerrada. Miro la hora en el reloj de mi muñeca y refunfuño, aún es muy temprano. Espío a través del cristal por sí acaso alguien este dentro, pero está oscuro.
Trixie me va a matar si no consigo su algodón de azúcar. Diablos, ahora solo tengo dos opciones: no volver hasta que consiga su algodón o asaltar la tienda de algodones.
—¿Busca algo? —pregunta alguien y salto del susto dándome un golpe contra el cristal.
Joderrrrrrrr ¡Maldito cristal!
—¡Carajo! —bramo y llevo mi mano a la frente para sobármela.
Me duele, pero más me duele el ego. Acabo de pasar una tremenda vergüenza por mi mujer.
—Lo siento... —sisea una chica veinteañera—. ¿Estas bien?
—He estado mejor
La chica frente a mi luce avergonzada y me da una sonrisa tímida. Me relajo. Respiro. Inhalo toneladas de paciencia y cuando mis ojos se dirigen a su gorra negra que lleva la muchacha me doy cuenta de que tiene el logo del local.
—¿Trabajas aquí?
—Si —afirma con media sonrisa—. Olvidé mi teléfono y regresé. Lo siento por asustarte
—Ya no importa —digo olvidándome de todo, aliviado de que pueda obtener un algodón—. ¿Puedes preparar un algodón para mi mujer hormonal?
Ella asiente.
—Hazte a un lado, que no creo que tu chica tenga mucha paciencia. Es muy probable que llegues con el algodón y te lo estrelle en la cabeza porque ya no lo va a querer. Te lo digo por experiencia.
Seguro pongo cara de susto, espero que eso no pase, no tengo tanta paciencia. Pero vuelvo a mi mantra: ‹‹Consiente a Trixie. Trixie tiene hormonas en su sistema. Trixie tiene a tu hijo en su vientre. ¡Consiéntela, Zack! No mueras en el intento››
Me hago a un lado y enseguida la joven abre el local con su llavero de perro de peluche en miniatura. Prende las luces y la máquina de hacer algodón.
—¿Sabor?
—Limón
Ella toma el tarro de azúcar con colorante verde y frunzo el ceño. Eso es demasiado químico, eso no le hace bien a mi hijo.
—Deja de ser analítico y exagerado, que por comerse un algodón no le va a pasar nada —rueda los ojos y maldigo estoy siendo muy expresivo—. Tengo tres hijos —me cuenta y la miro sorprendido—. Dos embarazos y cada embarazo ha sido una completa tortura, no es como lo pintan en las novelas, no luces ni regia ni empoderada al menos que tengas suerte. Tienes unos antojos horribles, el váter y el sueño son tus mejores amigos, tienes fuertes dolores de espalda. Te desquitas con quien se cruce en tu camino y no mides lo qué haces ni lo que dices, pero luego todo pasa cuando llega tu bebé, te olvidas de todo lo jodido para fijarte en lo más bonito —coloca una cuchara de azúcar y voltea a verme—. Así que cuídala, ámala y jamás le lleves la contraria si quieres vivir —advierte, divertida.
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Inevitable Atracción
RomansTrixie no buscaba el amor ni creía en los sentimientos del corazón, sin embargo, el destino hizo que un hombre de preciosos ojos azules apareciera en el momento indicado para ayudarla. Por otro lado, Zack tampoco buscaba el amor. Estaba soltero, co...