Micronota: cursiva=pasado/recuerdos.
Letra normal=presente.El viento insistía en hacer danzar sus oscuros cabellos, el frío era su compañero de espera; las calles cubiertas de nieve a medida que avanzaba diciembre.
Estaba sentado allí en la mesa exterior de su cafetería favorita, con su esbelta figura cubierta por el abrigo que él le había regalado para su cumpleaños pasado.
—Vamos a irnos juntos, muy lejos… tan lejos que no tengamos la necesidad de escondernos más— selló con un dulce beso, aquello que sentía en su corazón como una fiel promesa —Te amo— dijo viendo aquellos ojos acaramelados que lo hacían perder hasta la razón —Te amo—repitió tomando sus manos y acunándolas con ternura por encima de la mesa —Y no hay nada en este mundo que pueda impedir que lo haga como lo hago cada segundo de mi vida.
—Oh Tom—murmuró al borde de las lágrimas. Escuchar esas palabras dichas por aquellos labios que tanto adoraba besar era más que música para sus oídos, era calorcito para su corazón, era esperanza para su vida.
Sus familias se oponían en rotundo a su relación, venían de mundos diferentes, tan distintos que llegaban a ser iguales, y sus caminos se cruzaron. Sus ojos se encontraron y sus almas se reconocieron como una sola.
—Somos almas gemelas—aseguró —Tú eres mi alma gemela, siento que te he esperado toda mi vida, y al fin estás aquí, al fin…— le dijo el rubio, una de esas tantas noches de luna brillante, donde escapaban para compartir un poco de su tiempo, que tan largo y cansado se hacía, estando tan lejos el uno del otro.
Miró con ansias su reloj de muñeca 17:15, habían acordado reunirse allí a las 18hs, pero había encontrado mucho antes, el momento perfecto para salir de casa con una única maleta, una mochila y su bolso de mano. Sus padres avisaron que regresarían a las ocho de la noche, momento en que ya estaría junto a su enamorado en el tren, camino a su nueva vida juntos.
Acababan de cumplir ambos la mayoría de edad, palpando suavemente la libertad que les esperaba; allá bien lejos de todos aquellos ignorantes, que no lograban entender aquel tan puro y bello amor que ambos jóvenes sentían por su contrario.
Movía sus piernas con nerviosismo a medida que los minutos se iban acercando cada vez más a la hora pactada y Tom aún no llegaba. Ya se había bebido dos café, sentía las náuseas arremolinarse en su interior.
Revisó su teléfono varias veces, sin tener noticias aún.
—¿Qué pasa si no lo logramos cariño? ¿Qué pasa si se dan cuenta de nuestras intenciones? ¿Qué pasa si….
—Ya—calmó acariciando su mejilla sonrosada— ya mi amor, lo vamos a lograr, nos vamos a ir juntos, hasta el fin del mundo si fuera necesario.
—Hasta el fin del mundo—acordó el pelinegro acortando la poca distancia que los separaba, besando sus labios con ternura. Un simple roce que lograba encender sus corazones como bonitas luces destellantes en la oscuridad.
—Desea pedir algo más?—preguntó la camarera, al levantar la taza de café vacía del pelinegro.
El reloj marcaba las 18:01.
—Si, un capuchino y una porción de tarta de nata y fresas para mi novio que está por llegar, por favor— pidió con ojos brillantes.
—Ten…— le tendió el pequeño paquete de regalo—No es mucho, pero lo he escogido con mucho amor.
El chico de rastas tomó el regalo entre sus manos con una sonrisa ilusionada y ojos achinados por tanta felicidad, la más grande: haber podido compartir las últimas horas de su cumpleaños número dieciocho con el amor de su vida. Hacía poco había sido el de Bill, pero no pudieron verse ese día, ni al siguiente, teniendo que entregar su obsequio una semana más tarde; aquel abrigo azul que había visto junto a su novio una tarde que pudieron escaparse juntos al centro comercial, y que con ojos brillantes el pelinegro había observado.
Abrió la caja encontrándose con dos pulseras gemelas con 《Hasta el fin del mundo B&T♡》 grabado por la cara interna. Una tras otras las lágrimas se agruparon hasta derramarse sobre sus mejillas, lanzándose sobre su novio en un necesitado abrazo.
—Es muy hermoso amor—sollozó recibiendo un beso que aprisionó sus temblorosos labios dándole consuelo.
Acarició suavemente la pulsera en su muñeca izquierda. 18:15 y su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de su abrigo. Lo tomó de forma casi desesperada, los nervios estaban arremetiendo fuertemente en su cuerpo, las manos le sudaban y el estómago le daba vueltas.
—Amor…—masculló sintiéndose aliviado de recibir su llamada.
—Se me hizo tarde cariño, salir de casa no fue fácil—dijo con un suspiro
—¿Estás en camino?
—Estoy llegando mi vida
—Oh de verdad—suspiró aliviado, sintiendo su cuerpo relajándose por fin.
—Ya te veo cariño, estás tan hermoso como siempre—aduló con voz melosa
El pelinegro comenzó a buscarlo con la mirada, viendo a su alrededor con ansias. Del otro lado de la avenida principal vió a su adorado novio levantar un brazo para saludarlo, mientras que con la otra mano sostenía el celular en su oído. —Te veo mi cielo—Dijo con una sonrisa ilusionada.
El semáforo peatonal cambió, habilitando con su luz verde el paso a los transeúntes.
La sonrisa en el rostro de ambos era una de esas que podían iluminar cualquier camino, por más oscuro que fuere. Como en cámara lenta el rostro del pelinegro se fue apagando, hasta quedar impregnada en sus facciones la desdicha.
Allí se quedó de pie, esperando a que su novio cruzara la avenida. Sus oídos no alcanzaban a distinguir nada más que el estrepitoso sonido de las sirenas que se aproximaban furiosas en su dirección, antes de ver todo negro y caer desplomado al suelo.
—¿Deseas pedir algo más?—Preguntó con aflicción
—Si—Respondió de inmediato —Un capuchino y una porción de tarta de nata y fresas para mi novio, que está por llegar, por favor—Pidió con una pequeña mueca, lo más cercano a una pequeña sonrisa.
La mesera mordió su labio inferior, impidiendo que temblara. Llevaba muchos meses atendiendo esa misma mesa, entregando ese mismo pedido a aquel joven, a la misma hora, como si de un deja vu constante se tratara.
Aún resonaba en su mente aquel trágico día, y verlo luego también en las noticias locales.
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《JOVÉN DE 18 AÑOS PIERDE LA VIDA, TRAS SER EMBESTIDO POR UN CAMIÓN SCANIA.
EL CONDUCTOR PRESENTABA 2,25 g/l DE ALCOHOL EN SANGRE, PERDIENDO EL CONTROL DEL VEHÍCULO.》
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No puede más que sentir una profunda tristeza por aquel joven allí sentado, que supo; ya había cumplido sus 22 años.
Y seguía viniendo cada día a la cafetería con su maleta, pidiendo la merienda favorita de su novio, esperando su llegada.
Sin comprender aún.
Él jamás llegaría.
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La espera. OneShot
Short StoryMe inspiré en varias cosas volátiles, pero mi último impulso fue escuchar: Mi vestido azul- Floricienta. Aquí les traigo este pequeño y algo trágico ONESHOT. ESPERO LES GUSTE♡