Tengo una vaca lechera

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A la mañana siguiente Izuku no quería salir de la cama, su cabeza dolía, y todo su cuerpo se sentía pesado. Tampoco tenía las fuerzas, ni las ganas para levantarse a cerrar las cortinas que dejaban pasar esos rayos asesinos del sol de portuguesa.

Sabía que estaría mucho peor si no fuera por Bakugou. El chico había sido muy amable en rescatarlo esa noche, y aunque ambos tuvieron que volver a la fiesta, todo terminó por transcurrir de manera tranquila. Bakugou no se separó de él en ningún momento, fue bastante protector y ayudó a Izuku a rechazar con cortesía a todos los invitados del señor Yagi, que insistieron en brindar por su salud.

Izuku recordaba vagamente sus risas y todas las historias que el divertido chico le había contado. Bakugou era muy seguro de sí mismo y parecía alguien que había vivido muchísimas cosas interesantes a pesar de tener su misma edad. Quizás si conseguía pasar más tiempo con él, sus autodenominadas vacaciones no serían en absoluto aburridas.

Aunque había un pequeño problema: Bakugou era terriblemente atractivo. Izuku acababa de terminar una relación y le preocupaba el hecho de que sus ojos se habían desviado toda la noche para comerse con la vista a ese sexy chico.

Izuku se revolvió entre las mantas. No iba a pensar en eso, no tenía nada de malo que alguien le resultara atractivo, no era como si fuera a abalanzarse sobre Bakugou en primer lugar. Además, ni siquiera estaba seguro de que Bakugou estuviera interesado. Probablemente solo estaba siendo amable, después de todo, era como el hijo del señor Yagi, quizás su padrastro le había pedido que se comportara de esa manera tan servicial. Por alguna razón ese pensamiento no le gustó demasiado.

Al contrario de lo que Izuku pensó, a la primera persona que vio al momento de bajar a desayunar fue al causante de toda su agitación interna y Dios… No ayudaba demasiado que Bakugou se vistiera con esas ajustadas y reveladoras camisetas negras, ni que tuviera ese lindo cabello rubio y mucho menos esos ojos oscuros y depredadores que le cortaban la respiración.

—Buenos días, pecoso.

Izuku tragó grueso cuando Bakugou lo saludó. Su sonrisa era brillante y socarrona, y los pensamientos de Izuku no estaban exactamente en un lugar sagrado. En realidad, su mirada estaba puesta en ese pecho firme y duro que se moría por tocar.

—Bu-buenos días —balbuceó de forma torpe.

Bakugou alzó una ceja y amplió su sonrisa.

Dios bendito, por favor que no fuera tan evidente lo atractivo que le parecía ese hombre.

—¿Ya desayunaste? —preguntó Bakugou e Izuku por alguna razón se sintió más intimidado.

—Ammm, no, aún no, apenas acabo de bajar —dijo e intentó no mirar al chico demasiado.

«Respira, Izuku, respira».

—Asegúrate de comer bien, hoy tendremos un día ocupado.

A Izuku se le trabó la respiración.

—¿Tendremos?

—Sí, tenemos. El viejo costal de huesos me pidió que te enseñara la hacienda, ¿o tienes algo mejor que hacer?

Katsuki alzó una ceja, no se veía muy feliz.

—No, no, no, suena muy bien, me encantaría.

La mirada del chico se suavizó.

—Bien, te esperaré afuera.

Izuku no tardó demasiado en alcanzar a Bakugou en la entrada de la casa. Había tratado de no engullir su desayuno como un animal hambriento, pero estaba tan nervioso que en menos de un minuto su plato ya se encontraba vacío. Su madre parecía bastante complacida por la salida y le dio dos palmaditas en la espalda junto a su bendición antes de salir de la cocina.

El Coplero del Amor [BakuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora