*Separador: Adara*
Mis sueños cada vez eran más extraños, todos y cada uno de ellos se basaban en estar sentada frente a mí misma en mi versión... vampiresa. Supongo que era la rubia intentando crear contacto, pero por más que le hablaba, ella no respondía.
¿Cómo espera que podamos compartir cuerpo si ni siquiera me habla? Bueno, eso es lo que creo que tratan de decirme esos sueños, tal vez simplemente me esté volviendo loca.
El fuerte sonido de un portazo me hizo dejar de mirar ese rostro y despertarme de un sobresalto. Me tomó unos segundos situarme y, al hacerlo, comprendí la razón por la que Andrómeda entró al lugar con los ojos llorosos.
—¿Y a ti que te pasó? — Pregunté con molestia por haber sido despertada después de haber pasado toda la noche en vela ayudando a la bruja a cerrar la conexión con el inframundo.
Puede que no crea del todo las palabras de Infinity que dicen que seré la causante de una aniquilación masiva, pero no voy a correr riesgos por ahora.
Los demonios se quedan donde están y los seres de Lunae también, al menos por ahora.
—Todo pasa— Dijo entre llantos mientras limpiaba la sangre que salía de su mejilla. La analicé por unos segundos y un sentimiento de lástima me invadió, así que decidí acercarme y ver si podía ayudar.
—Deberías ir a dormir, estás... peor que mal.
—No estoy de humor para tus faltas de respeto. — Me respondió con molestia pero terminó suspirando y asintiendo— Pero es verdad, me veo un poco mal...
Asentí mientras me cruzaba de brazos al observarla intentar cerrar la herida en su mejilla y no lograrlo.
—¿No te queda energía ni siquiera para eso?
Ella negó, limpiando las lágrimas solitarias que escapaban de sus ojos de vez en cuando.
—No.
—¿Me dejarás ayudar? — Pregunté por doceava vez en el tiempo que llevaba encerrada en su guarida, a lo que ella volvió a negar.
—No, estoy bien. Yo puedo sola.
Suspiré, harta de que repitiera eso una y otra vez.
—Bien, como quieras.
Regresé a mi lugar y me dejé caer en la silla en donde me había quedado dormida sin importarme la incomodidad.
Observé a la chica frente a mí mientras aplicaba algo de un bote en su mejilla, lo cual la hacía quejarse y derramar más lágrimas de las que me hubiera gustado presenciar.
Su cabello cían estaba esponjado y sin vida, mientras que su piel había tomado un tono azul que daba náuseas ver. Lo peor era que sus ojos carecían de aquel brillo que le proporcionaba su magia.
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Infierno Escarlata (C.E 2)
Fantasía-Segunda parte de Castigo Escarlata- Después de miles y miles de años, la vampiresa Gally Dimmock al fin ha logrado obtener lo que tanto anheló en el pasado: libertad. Lamentablemente, al cumplirse su deseo, todo lo que alguna vez amó le fue arrebat...