Sala de pedagogía

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Atención: Esta historia contiene escenas para adultos y se tocan temas considerados como "inmorales" o "poco éticos" por la mayoría. Todo el contenido es ficción y esta obra no pretende defender ninguna practica, ni validar lo expuesto. Así mismo recomiendo la precaución de leer las etiquetas antes de proceder para evitar un disgusto.

En el momento en que llamaron a Inés para avisarle que una alumna se había portado mal y la estaba esperando en la sala de pedagogía, ella no tardó en dirigirse a la misma. Pero fue recién cuando ingresó que se sorprendió al ver sentada ahí a Margarita.

Su formación era de psicóloga especializada en la infancia y su trabajo consistía normalmente en recibir a los pequeños y ayudarlos con sus problemas atravesando la escuela. En sus pocos años en el rubro ya había visto muchas cosas: desde los clásicos "No soy capaz de aprenderme X" o "El maestro de Y me tiene manía"; a auténticos dramas sociales entre los alumnos e inclusive problemas que venían desde sus casas. Pero algo que tenía por seguro es que los chicos que necesitaban su ayuda, tendían a ser habitualmente los mismos.

Sin embargo, Margarita era la que estaba ahí esta vez. Una niña de diez años cumplidos hace poco, levemente gordita. Con una nariz tan delicada que era difícil de ver, cachetes hinchados y rojizos que se le marcaban todavía más cuando sonreía y unos ojos grandes que se acrecentaban por el efecto de los anteojos que llevaba, resaltando su hipnótico color avellana. Su cabello castaño lo llevaba recogido en dos coletas que pasaba por detrás de sus orejas, bastante grandes, y terminaba recostando sobre su pecho. Como era de esperar vestía el uniforme de la institución, aunque lo lucía completamente impoluto, algo habitual en ella, casi parecía que lo había lavado el día anterior.

—¡Buen día maestra! —saludó con energía la pequeña.

Aunque Inés ya se había ocupado de pestañear, para asegurarse a sí misma que no era un sueño. La imagen de Margarita en la pequeña sala de pedagogía le seguía pareciendo extraña. Como si ella no "perteneciera" a ese lugar. La pequeña sala se limitaba a dos sillas de madera enfrentadas con una mesa llena de útiles encima, además de una pequeña notebook para revisar los archivos de la institución. El resto de espacio lo ocupaban un par de libreros cargados hasta arriba con materiales relacionados con la educación. Y en ese sitio donde habían estado tantos chicos problemáticos o en situaciones complejas, ahora estaba sentada una niña tan correcta e inteligente como ella.

—Buen día, Margarita —respondió Inés mientras, en su cabeza, se peleaba para asimilar la situación.

—¡Qué bonita está hoy maestra! —apuntó la niña mientras observaba atentamente a Inés.

A la maestra le sorprendió el comentario. Quizás en sus tiempos de juventud alguien la podría haber clasificado de "bonita"; sin embargo, a medida que pasaban los años el espejo solo le devolvía todos sus defectos. Tampoco es que se clasificara a sí misma como "Fea", pero desde luego no era especial. Una mujer de más de treinta, con un buen sueldo y casa propia. Se sabía arreglar, era buena conversando y le gustaba tratar con niños. Eso era lo que ofrecía a sus pretendientes, desde hace ya mucho no consideraba su propio atractivo como algo importante.

Pensó que quizás ese día había llevado algo especial a la escuela; sin embargo, tampoco era el caso. Un blazer gris acompañado de un pantalón del mismo color y una camisa blanca. El único "maquillaje" que llevaba era la pintura de uñas. Por último, su cabello recogido en un bollo detrás de su cabeza para esconder los meses que había pospuesto la visita a la peluquería. Nada especial, nada particularmente "bonito", simplemente la formalidad que se esperaba para su trabajo.

—El que me digas cosas lindas no va a hacer que el castigo sea más leve —afirmó con rotundidad marcando su posición como maestra; aunque, en su foro más íntimo, no creía que su alumna le estuviera mintiendo. Simplemente no la entendía.

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