Siebzehn

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A expensas de la existencia.


A las cuatro de la madrugada, el gélido viento penetraba hasta lo más profundo de mi ser. Repentinamente, Chan me llamó con urgencia a mi teléfono móvil, exigiendo mi presencia inmediata en el hospital. Atravesé la imponente puerta de cristal y mi cuerpo comenzó a sentir el cálido ambiente que reinaba en su interior. Los profesionales de bata blanca se apresuraban a mi alrededor, caminando con prisa.

— Aquí estoy —informé, mientras mis ojos se posaban en mi hermano, quien se encontraba junto a la camilla de nuestra madre.

— Si no se somete a una cirugía en menos de veinticuatro horas, no sobrevivirá —declaró, sin dirigirme la mirada—. El médico la ha sedado para aliviar su sufrimiento.

— Esto significa que... necesitamos el dinero —susurré para mí mismo.

— He solicitado un adelanto, pero ni siquiera eso será suficiente para cubrir los gastos de los días que ha estado hospitalizada.

Logré encontrarme con él. Su rostro reflejaba desesperación y después de un tiempo, me atreví a abrazar su delicada figura.

— No te preocupes, conseguiré el dinero.

— Olvídalo, Gi, estás en una situación peor que la mía —dijo, alejándose de mi abrazo.

— Confía en mí —acaricié el rostro de mi hermano, miré a mi madre y busqué el número que tenía guardado en mis contactos.

Salí de la estancia, en busca de una mayor privacidad, anhelando que atendieran mi llamada de inmediato.

— Sakurada Dori al teléfono.

Al escuchar su voz, dejé escapar el aire. Me sumergí en las notables vibraciones que emanaban de su garganta.

— ¿Hola? ¿Murakami, eres tú? Escúchame atentamente, desgraciado, no verás ni un solo céntimo en tu cuenta hasta que me pagues los millones de dólares que me debes, insignificante bastar...

— Caballero Dori, permítame disculparme por interrumpirle. Soy el joven del hotel y lamento haberle causado algún inconveniente.

— Oh, disculpe mi comportamiento, encantador. Es un verdadero deleite volver a escuchar su dulce voz.

Este individuo era mi única vía de escape frente a los desafíos que se avecinaban. Decidido a superar mis nervios, tomé las riendas de la situación y le respondí con una pizca de coquetería.

— Sus halagos me honran, señor Dori —mordí levemente mi labio, dejando una huella de mis dientes.

— ¿A qué se debe su llamada, kanari?

— Acepto el trato. Quiero decir, deseo pasar una noche en su compañía —me corregí de inmediato, tratando de ocultar la desesperación en mi voz.

— ¿Qué le hizo cambiar de opinión? Hace unas semanas, parecía asustado por nuestra propuesta.

¿Sería conveniente revelarle mis problemas? Cualquier otra persona desviaría la conversación o me tacharía de loco por confiar en desconocidos. Sin embargo, el señor Dori parecía un individuo encantador. Su cabello le daba un aspecto juvenil y su sonrisa, aunque un poco descuidada, no afectaba su impecable apariencia. Entonces, ¿qué me impedía darle mi verdadera razón para aceptar su propuesta?

— Requiero... despejar mi mente durante una extensa eternidad.

— Me atrae, pero siento profundamente comunicarle que mi esposa y yo partiremos de excursión mañana.

— ¡¿Qué!? —exclamé con una voz tan ensordecedora que mi hermano acudió rápidamente a la habitación.

— Tomaste un tiempo considerable en contactarnos y, por ende, hemos optado por aventurarnos hacia nuevos horizontes —se justificó, dejándome con un amargo sabor en la boca.

— No puedo permitir que esto suceda, en serio lo necesito.

— Me estás asustando, koneko, con ese tono pareces un reportero sensacionalista. ¿Qué es lo que realmente buscas? ¿Un poco de diversión o te motiva el dinero?

— Mi familia está pasando por un momento difícil y necesitamos el dinero.

— Eso es lo que pensaba, encuéntrame en una hora en el hotel —dijo y, antes de colgar, agregó—. Ah, y no te olvides de la ropa de aquel día, me encanta cómo se ven esos pantalones en tus piernas.

— P-pero, apenas estamos a quince grados —hablé con temor.

— Nos vemos más tarde, koneko.

Chan me miraba esperando una explicación.

— Esa llamada parecía una proposición para tener relaciones sexuales. No tienes que hacerlo, Gi.

— No te preocupes, Chan, mamá tendrá esa operación antes de que termine el día. Avisa al médico para que comience con los trámites.


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Traductor japonés - español.

El uso de las palabras y traducciones dependen de cómo se pronuncie la palabra en cuestión. En consecuencia, no se emplea la escritura del país de procedencia (Japón), sino la forma de pronunciarlo. Lamento si he ofendido a alguien con el uso del idioma, se utiliza únicamente con el propósito de facilitar la lectura.

Utsukushii — bello.

Koneko — gatito. 

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora