4. Gracias

75 4 1
                                    

Narra Sesshômaru:

Manejaba en silencio, en mi rostro fingía una expresión tranquila y también estar algo concentrado en el tránsito, de a momentos me quejaba en voz alta de algún otro conductor que hubiera hecho una maniobra fuera de lugar, es decir que estaba tratando de que Kagome no se diera cuenta de lo nervioso que me había puesto la situación.

Estacioné frente a la casa de su amiga pero no detuve la marcha de mi vehículo, no tenía ganas de platicar sobre Inuyasha y ese inesperado encuentro.

-Llegamos -dije con una ladina sonrisa, remarcando lo obvio y esquivando cualquier comentario acerca del tema.

-Sí, gracias por traerme -respondió bastante seria.

Vi cómo presionaba su cartera con nerviosismo, pero no quería preguntar qué le sucedía.

-Así que... no le hablas de mí ni siquiera a tu hermano -comentó buscando mis ojos.

Suspiré. Era inútil intentar evitar la charla.

-Oh, demonios -dije suavemente -, no tiene nada que ver contigo, Kagome, es que yo...

-No hace falta que te disculpes, sólo que... pensé que nuestra relación era especial.

-Kagome...

Rió, algo nerviosa.

-Creo que soy la única de los dos que no puede dejar de hablar sobre ti con otras personas...

Abrió la puerta del auto, y amagó a salir de él, pero tomé su brazo para detenerla. Volvió a sonreír con amabilidad, y quitó mi mano con la delicadeza que la caracteriza.

-Olvídalo. Nos vemos luego -bajó del auto y cerró la puerta con fuerza.

Con la mirada incrédula seguí su figura enfadada que caminaba hacia la entrada de la casa. Deposité mi frente en el volante.

-Felicitaciones, Sesshômaru, eres oficialmente el rey de los idiotas -me dije.

Sabiendo que el enojo de mi novia era capaz de partir la tierra en dos -en ese momento- introduje el cambio e hice que el auto avanzara. Di un par de vueltas por la ciudad, siendo sincero quería hacer tiempo para que, al llegar a casa, Inuyasha estuviera dormido. Pero el destino tenía otros planes para mí.

Bajé del auto para caminar un poco, vi el letrero de un bar y decidí entrar para beber un trago y aclarar mis ideas. No suelo beber, menos que menos cuando sé que debo conducir, pero esa noche realmente necesitaba repensar mis decisiones y mis acciones.

Entré en el bar sin mirar a mi alrededor, me senté en la barra y pedí un whisky con hielo. Comencé a pensar en Kagome, en su reproche y acerca de mis sentimientos por ella. Debía analizarme y concentrarme en hallar el punto de mi persona que no me dejaba formalizar del todo mi relación con ella. Es decir, ¿a qué le tengo miedo...? Kagome es una mujer hermosa, joven e inteligente, y tiene todas las cualidades ideales para ser formal y serio, pero hay algo en mí que no me permite avanzar.

- ¿Será Kagome la mujer de mi vida...? -me pregunto a mí mismo, y el yo interno me susurra un "no".

-Otro vodka -exige una voz femenina a pocos metros de mí.

Mis sentidos se erizan, conozco esa voz, y esa oración imperativa ha removido muchas cosas en mí. Estaba consciente de que encuentros casuales como este podían suceder, después de todo vivimos en la misma ciudad y por más grande que sea, las causalidades nos cruzan.

Veo a Rin recibir su bebida y mis ojos se desorbitan. ¿Cómo no la vi antes? Miro a su alrededor y presumo que se encuentra sola; creo que se ha dado cuenta de la intensidad de mi mirada y nuestros ojos se chocan. Sonríe al reconocerme, y se acerca, sentándose a mi lado.

Sensual ParanoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora