Capítulo VIII

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—¿Quieres que abramos el sofá cama?—Le preguntó—Así podría quitarme este disfraz.

Aquello sonaba a problemas, pero también parecía parte de la rendición. Obviamente no tenía intenciones de seducirlo ya que le pido que lo dejara solo un minuto.

Charles se marchó a su habitación y reviso su rendición. Era un alivio después de pasarse el dió luchando contra lo que iba sintiendo.

Se había dado cuenta, a lo largo del día, de que se estaba produciendo un cambio, como si la magia flotara en el aire junto a los copos de nieve.

De alguna manera, Sergio Pérez, había bajado la guardia. Su risa, profunda y real, lo había salpicado todo el día.

Desgraciadamente, eso lo hacía todo más complicado. Sin el ceño fruncido, estaba realmente guapo. Cuando se volvía hacía él después de darle con una bola de nieve, y le sonreía tenía la capacidad de robarle el aliento. Era sencillamente irresistible.
Mick había estado fascinado con tanta atención masculina.

—¡Ya!—Gritó desde la otra habitación.
Charles volvió al salón. Sergio estaba perfectamente acomodado, tapado hasta la barbilla con la manta y descansando en el respaldo del sofá.

—No se como se las arreglaban los romanos—Dijo Sergio.
Pero ni aquel comentario gracioso lo ayudó a olvidarse de que estaban los dos solos y que no podía negar la atracción que sentía por él. Era algo más que einteres desapegado de alguien que sabía apreciar la belleza.

Había algo más, algo debajo la risa, entre los dos. Una sutil corriente y cierta tensión sexual.
Y, ahora, para complicar las cosas aún, le estaba ofreciendo su bien más preciado: la confianza.

Era un oferta inesperada. Como si de repente un caballo majestuoso se volviera a uno, agachara la cabeza y se acercara.

Charles se sentó al lado de él, encima de la manta, noto su barba crecida y, de imporviso tuvo la necesidad de sentir al asperesa de su mejilla.

Una voz traicionera le dijo que le gustaba más con la sábana que tapado con las mantas, sin embargo, había algo en la manera en que la manta le daba forma a los muslos que hacía que la boca se le secara.

—Fue una Nochebuena—Comenzó Sergio, y Charles sintió la prfundidad de su voz y se le olvido todo lo demás.
Se concentró en su boca, mientras notaba que él hacía un esfuerzo por hablar.

—Hace cinco años. No, seis. Mi vida no podía haber sido mejor, acababa de comprarle la finca a mi madre, que quería mudarse a la ciudad. Yo llevaba el rancho desde que mi padre murió. estaba acostumbradoa domar caballos, criar ganado e iba a casarme con un chico con el que llevaba saliendo desde el colegio.

—¿Era guapo?—Preguntó Charles de repente, e inmediatamente se arrepintió por hacerle una pregunta tan estupida.
Sergio abrió los ojos y lo miró. Y lo hizo de verdad, omo si estuviera viendo cosas que él no podía ver al mirarse al espejo.

—Era muy hermoso. Siempre le decian que debía hacerse actor o modelo.
Charles sintió una punzada, pero, enrealidad, no debía sorprenderlo. Sergio era un hombre atractivo ¿Por qué iba a elegir a alguien siple, cuando podía elegir a quien quisiera? Charles ya se había dado cuenta de como lo miraban las personas.
Pero también lo había visto a él mirarlos sin mostrar el más mínimo interés.

—Lewis y yo eramos unos críos bastante locos—Continuó—Siempre buscando acción: carreras, rodeos, fiestas...Depués decidimos asentarnos. No para tener niños ni nada así, solo para jugar a ser mayores. Construir una casa, llevar el rancho. Criar ganado, ibamos a casarnos en primavera.

Charles recordó la casa tan bonita que había visto de camino a la cabaña.
"La había construido para otro hombre" Pensó, sintiendo una punzada de celos. Lo cual era bastante absurdo por que aún no lo conocía a él. Y aunque lo hubiera conocido, nunca habría construido algo así para él.

Un amor por Navidad.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora