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El brillo vuelve a los ojos de Ángel y el verde intenso se me clava en las pupilas.
—Ángel... —murmuro, acariciando despacio su mejilla.
Su mirada se llena de una extraña urgencia. Las cejas enarcadas y entre ellas un millón de pequeñas arrugas. Quiero preguntar qué pasa, pero solo me sale un grito de la garganta cuando noto sus manos clavándose en mis costados.
Mi cuerpo rueda y es golpeado. Cuando el mareo se me pasa un poco noto mi mejilla contra el sofá y mi espalda arqueada con violencia para exponer mi sexo. Las manos fuertemente sostenidas a mi espalda por una más grande y más poderosa.
—Tú no decides cuando, tú no estás encima. No, no, no. —ruge una voz detrás de mí, una voz tan iracunda, tan profundamente rabiosa que apenas puedo reconocer nada humano en ella. El cuerpo de Ángel se aprensa con fuerza contra el mío, aplastándome mientras me penetra de nuevo sin pausa. — Es mi turno de ser quien elige —brama mientras me embiste de forma brutal, arrancándose de mi interior después y dejando un ardiente vacío —, no puedes —y entra de nuevo. Cruel, rápido y duro. Castigando mi maltratada entrada. Lloro y me remuevo por instinto, tratando de huir del dolor, pero él empieza a penetrarme brutalmente y su agarre se hace tan fuerte que entro en pánico y mi cuerpo se congela, ofreciéndose a su castigo —, no puedes manipularme de nuevo.
Intento relajarme para que no duela, pero su ritmo es tan salvaje y duro que incluso pienso que él debe estar haciéndose daño al arremeter contra mí de esa forma. Lo noto entrar y salir tan rápido que no tengo tiempo a respirar: exhalo de la impresión cuando el vacío repentino duele como mil agujas y el aire es forzado fuera de mis pulmones cuando me penetra al siguiente momento, abriéndose paso por el pasaje sin dilatar con una fuerza que me obliga a abrirme y tomarlo entero incluso si siento que moriré en el intento.
Pero no me resisto. No suplico. ¿Qué derecho tengo yo a lloriquear por esto? Yo soy quien le enseñó que esta forma cruel de tomar el cuerpo de alguien significaba amor. Yo le enseñé que el sexo era poder, que el deseo era violento. Le enseñé a hacerme todas y cada una de las cosas malas que me ha hecho; no puedo quejarme si me golpea, si me viola, si me mata... no es más que el universo devolviéndome lo que yo hice a un niño inocente.
—Pequeña mierda ¿Crees que puedes tomar el control? ¿Crees que tú decides cuándo y cómo lo hacemos? —pregunta, rugiendo en mi oído, mordiéndolo después. La violencia con la que se empuja dentro y fuera de mí hace que mi cuerpo se zarandee y que mi cabeza se mueva cuando él me muerde, logrando que sus dientes rasguen la carne y gotitas de sangre nos salpiquen. Grito sin querer, pero él me empuja la cara contra el cojín del sofá. No puedo respirar. No puedo... —Pequeño hijo de puta ¿Te dejo salir un día y crees que soy tu putita? Solo te he aflojado la correa, puto perro, pero no creas que te he quitado el collar. Eres mío, Tyler, y si con palabras no lo recuerdas, te lo voy a dejar grabado bien —su gruñido se detiene, jadea en mi oído y tras la pequeña pausa me embiste tan duro que grito con el poco aire que me queda en mis pulmones. Lo noto tan profundo, tan jodidamente violento que estoy seguro de que me ha roto a la mitad. Mis pulmones arden y las manos que él tiene entre la suya ya no me responden. Sale de mí, entrando en otro violento embate para el que ya no puedo gritar, solo marearme —jodidamente —y lo hace de nuevo, follándome hasta que noto sus testículos apretándose contra mi estirada entrada. Mi interior está destrozado y no puedo siquiera sollozar, solo morder el cojín e intentar tomar aire en vano. —profundo.
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El niñero (Yaoi) [EN AMAZON]
RomanceTyler tiene una vida tranquila, no hay grandes preocupaciones que lo mantengan en vilo por las noches, ni siquiera le da gran importancia a tener una laguna en su memoria que le ha hecho olvidar su adolescencia. Un día descubre que durante esos años...