Capítulo 69

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Parpadeo un par de veces con confusión.

—¿Volveremos a ir a comprar? —tiene sentido que me quiera poner a prueba así, pero ya lo hemos una vez ¿Cuántas serán necesarias para que sepa que no quiero escapar?

Él me mira con el ceño fruncido y la boca curvada, como si acabase de decir la mayor tontería del mundo.

—Es viernes. —remarca. La verdad es que he perdido la noción del tiempo desde que estoy con él, pero de todos modos saber el día y la hora no me sirve de mucho ahora que ya no tengo una rutina. —Podríamos salir por la noche, en unas horas. Debes echar en falta cuando salías de fiesta ¿No? —me río un poco. Está de broma ¿Verdad? Tiene que estarlo. Lo miro fijamente, esperando a que se ría o algo así, pero él solo me responde con cansancio y sosteniéndose el puente de la nariz. —Podemos divertirnos un poco, Ty. Me gustaría relajarme, llevo mucho tiempo enfocándome en entrenarte para que seas bueno, así que puedo confiar en que no pasará nada por aflojarte un poco la correa ¿No?

Asiento despacio, enmudecido. Él está diciéndome estas cosas con tantísima calma... pero sus palabras se sienten como si el agua de la bañera se volviese helada. Hay algo raro en ello, algo sospechoso ¿Acaso se le acaba de ir la cabeza del todo a Ángel? ¿La misma persona que esta mañana tomó una escopeta porque pensó antes que me había escapado que no que, yo qué sé, estaba en el baño, ahora quiere llevarme de fiesta?

Y es que cuanto más lo pienso, más incoherente es. Y él es una persona incoherente, pero esto empieza a rozar un límite. Me siento descolocado, pero quizá es solo... solo una tonta imaginación mía. Ángel es inesperado, que diga cosas inesperadas es, irónicamente, lo esperable de él.

—Me gustaría mucho poder salir —digo con tono cuidadoso, aunque empiezo a dudarlo ¿Realmente me gustaría? Siento que irme de fiesta ahora solo sería una manera más de darme un muerdo de la libertad que jamás podré recuperar y que no merezco. No va a sentirse como antes porque ya no soy el mismo que antes. —Gracias... —añado, un poco ido.

Él hace un asentimiento con la cabeza. Sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo, como de costumbre, y el ambiente se siente más tranquilo, más familiar. Me dejo hacer en sus manos y veo como poco a poco sus caricias van todas a mi brazo malherido: lo sostiene con una mano hasta hacerlo flotar en el agua, con la otra deja caer espuma y luego lo frota tan suave que sus dedos y mi piel no se tocan apenas. Intermedia entre ellos la esponjosa capa de jabón y burbujas.

Mira mi brazo con pena, ahora echando un chorrito de agua desde su mano ahuecada, y noto que su rostro se contrae con dolor al ver mis cortes rojos y profundos. Vuelve a echar agua, como si pudiese borrarlos, y la misma expresión triste aparece de nuevo, solo que esta vez se borra cuando cierra los ojos y se inclina para besar mis marcas.

Me asusto al principio, sé de primera mano que su boca lame y besa tanto como muerde y desgarra, así que el peligro que supone tenerla cerca de mis tiernas y frescas heridas es suficiente para acelerarme el corazón y hacer que todos los vellos de mi cuerpo se pongan de punta. Sin embargo, él prensa sus labios con mucho cuidado, escuece solo un poco y, cuando segundos después desliza su lengua recogiendo los mínimos rastros de sangre, solo siento alivio.

Alargo mi mano sin siquiera pensármelo, acariciando su frondoso cabello rubio. Él gimotea suavemente, el sonido es apenas audible, pero noto las vibraciones como ronroneos en mi brazo.

—Ángel —digo en voz muy baja. Él levanta un poco la mirada, mostrándome el blanco de sus ojos bajo los iris mientras su lengua todavía me recorre los cortes. —te... te quiero.

Él queda tan sorprendido como yo. Después de esas palabras, el baño es puro silencio: incluso el goteo del grifo parece detenerse. Me mira con ojos grandes e incrédulos, parpadeando como un niñito el día de navidad al ver el árbol repleto de regalos. Y entonces sube a besar mi boca sin esa gentileza que ha tenido que con mi brazo.

Su lengua recorre la mía en busca de mentiras y sus labios chupan los míos como queriendo robarlos. Un par de mordiscos en mi labio inferior me hacen retorcerme, pero sus manos, ahora en mis caderas, me clavan sumisamente en ese lugar.

—He esperado tanto —jadea, como si acabase de llegar de una larga, cansada travesía. Sus ojos brillan y sus labios están tan rojos como los míos de tanto que se los muerde —, tantísimo a oírte decir esas palabras —me besa de nuevo, su lengua profunda, sus labios suaves y mi corazón bombeando en todas las partes de mi cuerpo. Amo como sus dedos acarician de una forma que deshilachan mi cordura. Me hace perder mi hilo de pensamiento y eso es tan bueno, porque en mi cabeza solo hay cosas malas. —y que por fin sonasen sinceras.

Mi corazón se rompe cuando él dice eso último, seguido de un angustioso hipido. Tiene los ojos y la nariz colorados y no puedo sino besarle para intentar curar el daño hecho. Pero igual que con mi brazo cortado, no hay labios suficientes para sellar heridas tan profundas.

Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Qué opinión tenéis del ''amor'' enfermizo de estos dos?

¿Os gustaría que quedaran juntos de esta forma tan dependiente y retorcida o hay otra opción mejor?

¿Qué creéis que pasará al final?

¿Qué pensáis que pasará cuando ambos salgan?

Gracias por leer <3 No olvidéis dejar una estrellita/voto si os ha gustado y comentar un cuchillo si queréis asesinar a Ángel ;) o un corazón si le queréis dar un beso jaja

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