Capitulo XI

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Aitana

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Aitana

Ver la cara de ella al escuchar que soy la prometida es épica. Su rostro se desencajó por completo. Quizás no debí decir eso, pero escucharla tan insistente me dio mucha rabia. Es una hipócrita, después de abandonarlos viene como si nada.

—¿Desde cuándo estás comprometido? No puede ser, no dejaré que mi hija esté con otra. —dice con enojo.

—Lilia, te he pedido por las buenas que te marches. Y aunque no lo creas, sí, estoy comprometido, y tú no pintas nada aquí. —expresa Jimmy tratando de controlarse.

Lilia niega y me mira con rabia. Me quedo observándola, su rostro me es familiar, creo que la he visto de algún lado.

—¿Tú y yo nos conocemos? —pregunto viéndola fijamente.

—¡Papi! —la voz de una niña nos saca de nuestra mirada. Volteo para verla y creo que es Paola.

—Mi niña. —Jimmy baja a Aury y la niña se le acerca y lo abraza.

—Papi, tía me compró más muñecas, tienes que verlas. —dice ella con emoción.

—Claro, mi niña hermosa, las veremos todos juntos. —responde Jim con una sonrisa mientras le da varios besos en las mejillas.

—Buenas, ¿interrumpimos algo? —la mujer que vino con Paola nos mira con seriedad, especialmente a Lilia. —¿Qué haces tú aquí? —su voz sale molesta mientras la mira mal. Luego mira a Jim. —Hermano, ¿acaso piensas volver con ella?

—Maritza, como crees, ya le he pedido que se marche y no quiere.

—Papi, ¿quién es ella? —miro a Paola y ella me está viendo. —¿Ella es mi mamá? —dice con una sonrisa, sin dejar de verme.

—No, ella no lo es... —responde Lilia con rabia.

—Tú te callas y no digas nada. ¿Acaso no piensas irte? —dice Maritza.

Le hago señas para que no siga hablando. No es bueno discutir delante de las niñas.

—Corazón, mira, ella es Paola, la hija de Jimmy. ¿Quieres jugar con ella? —digo con una sonrisa. Aury asiente con emoción.

Jimmy hace lo mismo con Paola y le pide que le muestre todas sus muñecas. Ella asiente emocionada también, agarra a Aury de las manos y se la lleva arrastras. Y ambas se van sonriendo.

—Ahora sí, te vas o te saco de los cabellos. —expresa Maritza con enojo acercándose a ella.

Yo sigo viendo fijamente a Lilia, sé que la he visto, pero ¿dónde? De repente, mi mente se ilumina cuando la reconozco.

—No, yo quiero a mi hija. Es mía y no pueden prohibirme estar con ella, tampoco les pueden decir que esa mujer es su madre, cuando no lo es. —habla Lilia viéndome más molesta.

La miro con una sonrisa al darme cuenta de dónde la he visto. Qué cosas de la vida, ¿quién lo diría que la tendría frente a mí y en esta situación?

—Ya sé de dónde te he visto. Eres Lilia Luna, una escritora de la editorial King. —digo con una sonrisa. —Tus libros son regulares, aunque mis hermanas y mi amiga opinan que son porquerías y tu escritura daña su vista. Y estaba pensando que ya no seguirás en la editorial.

Ella abre mucho los ojos ante mi último comentario.

—¿De qué estás hablando? ¿Quién te crees para decirme dónde puedo estar y dónde no? —cuestiona con enojo Lilia.

—Bueno, me presento. Aitana King, un placer. —digo con una sonrisa burlona.

Sus ojos están a punto de salirse de sus cuencas de tan sorprendida que está. Y yo no dejo de sonreír.

—No, no puede ser. Tú eres... no, no es posible. —su voz sale temblorosa.

Sé que no me reconoció porque mayormente mando algún representante en las presentaciones de los libros o cuando se contratan. Y casi nunca la veo personalmente.

—Sí, sí es posible, ya mi editorial no seguirá contigo, y no me importa haber invertido en ti y perder, pero no quiero a una persona como tú esté en mi camino. —admito restándole importancia.

—No, no me puedes hacer esto. Perderás mucho dinero. Y yo también. —me dice con preocupación.

—Ya te dije, no me importa perder. Escucha, ya has hecho mucho aquí, ¿por qué mejor no te vas y deja a mi prometido y la nena en paz?, y quizás te deje en la editorial, aunque no es seguro, pero si sigues insistiendo de mala manera, me veré en la obligación de que nadie te acepte en ninguna editorial, tengo ese poder, así que no me provoques. —hablo con seriedad cruzándome de brazo.

Ella no dice nada solo nos mira por largo rato. Ella sabe que puedo hacer eso y más. Sé que no sería ético, pero no permitiré que haga daño a nadie. La veo agarrar su cartera y sin mirarnos sale de la casa.

—Sí que la asustaste querida. —la voz de Maritza me hace mirarla y esta me sonríe. Y no puedo evitar sonreírle.

—Eres maravillosa, mi Aitana. —me susurra Jim, eso provoca que mi cuerpo se erice.

Volteo para verlo, él me sonríe, su sonrisa es hermosa, sus labios provocan ser besados, pero me controlo. Y no puedo evitar sonreírle.

—Ya veo que ella es esa mujer que te ha tenido como tonto todo este tiempo. Tu Grinch —comenta Maritza sin dejar de sonreír.

 Tu Grinch —comenta Maritza sin dejar de sonreír

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Bajo el MuérdagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora