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#Cadenas#
Cada vez se hace más notable en la pequeña que algo más almacena en su interior, algo que extingue su humanidad. Una oscuridad que en vez de atormentarla como los demás pensarían, la consuela.
Sus padres los han notado, las veces en que su enojo es muy grande para una pequeña, no llora como todo niño y tampoco hace berrinches propios de una pequeña, en cambio, su rostro se mantiene indiferente pero sus ojos parecen deslumbrar un tono rojizo y su presencia se vuelve pesada. Su aura cambia de tierna e infantil a una capaz y monstruosa.
— Papá... tengo miedo — le dijo la pequeña antes de que su padre se fuera, era una de tantas noches en la que dormía sola.
— ¿A qué le temes? No es primera vez que duermes sola en tu habitación. Aún así ¿quieres que revise? — no comprendía el miedo de la niña, sin embargo, a su hija le empezaron a llorar los ojos.
— No es a la habitación, es a mi — rompió en llanto y se abalanzó a los brazos de su padre. En cambio él, se congeló. ¿Cómo podría consolar a su niña? Sentía que había fallado como padre, más cuando muy en el fondo él también le temía.
— No pienses eso princesa, mejor conócete, eso hará que no te tengas miedo, si no, que te cuides y te aprecies como nunca antes. Yo estaré contigo e igual tú madre, no te dejaremos sola — correspondió el abrazo a su hija y cuidó su sueño hasta caer en el suyo.
La niña aún en su sueño sintió los brazos de su padre y un beso en su frente, se sintió más segura y cuidada que nunca antes. Correspondió a su padre y se acurrucó en su pecho. Más al sentir un frío deslizarse por su cuerpo. Se sintió libre y amada.
