DEBILIDAD

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Veía el líquido rojo caer sobre mi pantorrilla, llegó al límite, y goteó en pequeñas cantidades hasta tocar el suelo. Me daba escalofríos. Respiré hondo una vez más.

Pero eso no era lo que me preocupaba o dolía mejor dicho, sino el hecho de tener la rodilla en un lugar al que no pertenece me hacía sentir fatal, horrible, y a la vez, presa del dolor. No iba a gritar, no demostraría ese lado mío, era demasiado terca y testaruda para admitirlo; apreté mis puños a mi lados con todas mis fuerzas, gotas de sudor surcaban mi rostro mientras temblaba con la sinfonía del viento.

Joel Miller me levanto y pasó mi brazo por su hombro, me sostuve de él para poder llegar hasta el lugar donde nos refugiamos desde que nos conocimos. Pateó la puerta con tal fuerza que esta se abrió en un pestañeo, me llevó hasta el sofá más cercano y me colocó allí con sumo cuidado, sobre todo para no empeorar mi situación, aunque no sé si se pueda empeorar más de lo que ya está.

-Joder, Miller, deja de mirarme así o te juro que te golpeo. -Lo amenacé con ojos de rabia.

-Tan delicada como una flor. -Respondió sarcásticamente.

-Bueno, en este momento no estoy con ganas de ser delicada.

Apreté mi mandíbula tratando de apaciguar el suplicio.

-Tampoco lo eras antes.

-¡Mierda, Miller, no es el momento para recriminar mi humor!

Sonrió de lado antes de buscar el botiquín de emergencias, sacar una aguja e hilo y comenzar por coserme el corte que tenía en la pierna izquierda que aún goteaba como un grifo mal cerrado.

-Va a doler.

-Peores cosas me han pasado.

Temblé antes que la aguja se introdujera en mi pálida piel, ahogué un grito de dolor y cuando sentí que se me iba a escapar me tapé la boca con las manos, haciendo fuerza.

-Está bien que grites, eso no te hace débil, Layla.

-Ya.

Sentí cada punzada como la primera, y aunque ya había pasado varios minutos juntando piel con piel, el dolor era igual o peor desde el primer minuto. Mis manos se ubicaron a mis costados, y apretaron lo que quedaba del sofá despedazado.

-Ya está. -Sacó un parche y cubrió la herida. -¿Cómo te sientes?

-Fatal, pero peor me duele la otra pierna.

Estaba roja y algo morada, inflamada por la rodilla dislocada, solo que eso no lo sabía Miller. La revisó con cuidado, no la tocó hasta que se vio con el deber de hacerlo, y al simple tacto chillé como niña pequeña.

-Mierda, no. No puedo. -Tiré mi cabeza hacia atrás y tragué saliva.

-Tengo que regresarla a su lugar.

Negué con la cabeza desesperadamente, con los ojos cerrados deseando que esta situación sea solo una pesadilla.

-Layla, mírame. -Giré mi rostro para otro lado.- Mírame o haré que me mires.

No realicé ningún movimiento, y eso fue mi perdición.

Me tomó del mentón y giró mi cara nuevamente hacia él para verlo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y no necesité parpadear para que estas cayeran junto con mi muro de defensa que utilizaba con Miller y con todas las personas. Me limpió las lágrimas con su pulgar, mordí mi labio inferior para no soltar un sollozo lastimero.

-Estarás bien, lo prometo.

Asentí varias veces con la cabeza, aun ahogando un sollozo. Deslizó sus manos hasta mi rodilla con prudencia, me miró como si me pidiera permiso para hacer lo que tenía que hacer, y solo una mirada bastó para hacerle saber que estaba lista, pero en realidad, ¿quién este mundo está preparado para soportar el dolor?

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2023 ⏰

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SURVIVING【The Last of Us】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora