VI

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¿Sus padres sabían el paradero de Betty? Sí y la noticia no la recibieron con alegría, en especial doña Julia pero, no hubo nada que pudiesen hacer, Betty ya tenía un tiempo en Shanghái.

Sin duda estar ahí había sido un completo choque. Usualmente no salía de la habitación. La gente no era muy amigable y el tema de la moda y la apariencia eran el pan de cada día. Nunca había visto que aquel tema tuviese un peso tan importante. Quizá era por la zona, quizá el país se movía así.

—¿Estás lista? —cuestionó André esperándola tras el umbral de la puerta.

—Vamos —dijo ella al salir, poco a poco la mirada de él la incomodó.

—¿Vas a ir así? —Era la quinta vez en la semana que la reprendía con ese tema—. Quizá en Miami podías divertirte un poco más con el estilo, pero aquí son muy exigentes con la moda.

—Ya lo noté, pero me siento bien así.

—¿Sabes quién es Wang Zhao Zi?

—Una diseñadora que logró ascender con rapidez obteniendo un 67% de...

—Exacto, es una diseñadora de modas —la interrumpió —, ella sabe bien como se mueven las tendencias y además es muy exigente con eso. Vamos, si nos apuramos podemos pasar a la boutique del norte.

—¿Lo que traigo está muy mal? —preguntó algo ajetreada. Los pasos de ella eran más pequeños a comparación de los de él.

—No quiero sonar odioso, pero no basta con que te pongas un par de prendas bonitas, tienes que saber estilizarlas, tienes que actualizarte siempre. Yo te puedo enseñar, no soy un experto, pero tengo unas buenas bases. Si no mal recuerdo, Layla conoce a alguien que te podría enseñar a maquillar.

—Oh, no, no es necesario.

—Créeme que sí.

Ella apretó las tiras del bolso, no entendió por qué, pero se sintió más minúscula de lo ya se estaba sintiendo. En algún momento pensó que había superado la etapa de su apariencia, pero no era así, las palabras de André combinadas con todo el tiempo que llevaba en ese ambiente ya habían hecho caminar su autoestima por la cuerda floja.

Al entrar a aquella boutique sintió como todos los ojos juzgadores de los que estaban ahí se posaron sobre ella. El ambiente la sofocó.

«¿Desde cuándo dejan entrar a cualquiera?»

«Dudo que algo le quede.»

Betty odió saber mandarín. Mientras más escuchaba, más agotador se volvía.

—¿Cuál es tu talla? —Ella respondió con ligera incomodidad—. Ten, te espero aquí —dijo dándole unos tacones de color plata oscura con tintes cobrizos y un vestido de traje negro.

¿Quién eres? || Betty en NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora