XIV

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DESAFÍO

Al cruzar el umbral, mi mente, inmersa en la rutina diaria, comenzó a divagar en la lista mental de cosas por hacer y detalles que podrían haberse pasado por alto.

-¿No olvidé nada? -me pregunté a mí misma en voz alta, consciente de mi tendencia a ser olvidadiza. Daba la vuelta por el colegio, ya fuera de sus límites físicos, repasando mentalmente los posibles objetos extraviados.

Frene cuando una figura se posó frente a mí, se trataba de una figura que destilaba singularidad. Una personita con rasgos morenos que emanaban una mezcla de confianza y misterio. Sus caderas anchas y una estatura que superaba ligeramente la media creaban una presencia imponente. El cabello largo, teñido en un vibrante tono de rubí, fluía con gracia alrededor de sus hombros, añadiendo un toque de exuberancia a su apariencia. Sin embargo, lo más intrigante de todo era que estaba lejos de su hogar, como una anomalía en el paisaje cotidiano de nuestro entorno.

Mientras observaba esta figura, no podía evitar sentirme pequeña en comparación. Su postura transmitía un aire de superioridad, un dominio de sí misma que resonaba con un magnetismo inescrutable. Era como si estuviera inmersa en su propia narrativa, ajena a las miradas curiosas que se cruzaban con la mía. En ese instante, la escena se volvía más que un simple encuentro casual; se transformaba en un momento de conexión entre dos realidades, donde la presencia de esta personita de rasgos definidos y singularidad palpable dejaba una huella indeleble en mi día hasta ahora ordinario.

-Emma... -susurré con un tono cargado de cansancio, anticipando la inevitable conversación que se avecinaba. El simple mencionar su nombre evocó una mezcla de emociones, desde la frustración hasta la resignación, como si ya hubiera pasado por este escenario en repetidas ocasiones.

Antes de abordar la confrontación pendiente, mi mente se sumió en un breve recuento de las interacciones pasadas con Emma. Cada encuentro, cada palabra, había dejado su marca en mi percepción de ella. El historial de desconfianza y malentendidos se desplegó en mi memoria, sirviendo como telón de fondo para el enfrentamiento que se avecinaba.

-Sasha, necesitamos hablar -Emma irrumpió en la escena con una mirada que llevaba consigo la tensión de lo inevitable. Su tono sugería una urgencia, como si estuviera consciente de la tormenta que se estaba formando en el horizonte de nuestra relación.

El intercambio de miradas y palabras creó una atmósfera cargada de tensiones no dichas, como un choque de fuerzas invisibles. La fatiga se apoderaba de mí, pero al mismo tiempo, una determinación silenciosa se alzaba en mi interior, preparándome para enfrentar las complicaciones que este diálogo podría desatar en mi ya complejo mundo interpersonal.

«Que me lleven...»

—No tenemos nada de qué hablar, Emma —traté de sonar segura, pero esta chica siempre logra ponerme nerviosa. Mi naturaleza no busca problemas ni peleas; soy la chica tímida y cero problemática del curso.

—¿Piensas que soy estúpida, Sasha? —me preguntó con un tono de voz más alto, como si intentara desentrañar cada pensamiento mío.

—Yo no dije eso... —intenté mantener la calma.

—¿Te enteraste de que Aksel y yo nos volvimos a hablar? —mi corazón dió un vuelco.

—¿Y yo qué tengo que ver con eso? —espeté de mala gana, tratando de ocultar la preocupación que se apoderaba de mí.

—Que me rechazó —contestó angustiosa, como si la revelación pesara sobre ella como un lastre. Emma se había cruzado de brazos, sus ojos buscaban los míos con intensidad.

En ese momento, el silencio se apoderó del espacio entre nosotras, una pausa incómoda que dejaba al descubierto la complejidad de nuestras emociones entrelazadas. La sala parecía más pequeña, como si el peso de la confesión hubiera alterado la percepción del entorno que nos rodeaba. Emma rompió el contacto visual, mirando hacia abajo, mientras yo luchaba por encontrar las palabras adecuadas en medio de esta encrucijada emocional.

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora