XLIX

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—¿Qué quieres?

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—¿Qué quieres?

—¿Sabes cuál es la parte divertida de tener un royal flush en manos?  —añadió tras dejar el marco sobre el escritorio —. Ver la cara de tus oponentes, ¿Habré hecho bien en salirme? ¿Debí aumentar la apuesta? ¿Y si hubiera...? ¿Y si se dan cuenta de que miento? ¿Por qué a mí?; Esa incertidumbre de no saber cómo vendrán los golpes o cómo lo que alardeaban se derrumba frente a sus ojos es tan satisfactorio de ver...—continuó parándose frente a él, en seguida su risa cargada de sarcasmo inundó el sitio. —Deberías ver tu cara. ¿Te asusté?

Armando todo el tiempo se había mantenido alerta.

Era eso...

El repele que sentía hacia André no solo era por el hecho de que parecía satélite orbitando sobre Betty, sino que finalmente había revelado esa faceta... Una sonrisa irónica se le formó a Armando. 

—¿Asustarme? Podrás engañar a los demás, pero a mí no, ¿Quién eres y qué es lo que quieres? 

—¿Quién soy? y ¿Qué es lo que quiero? ¡Qué preguntas tan complejas! Si los filósofos ni siquiera fueron capaces de dar una respuesta convincente a eso, ¿Tú eres capaz de responderme quién eres y qué es lo que quieres para interrogarme de esa manera? Lo dudo mucho.

—Mira, Santillán, creí que fui claro aquella vez, no me caes bien, nunca me caíste bien, conozco muy bien a los de tu clase.

—El ladrón piensa que todos son de su condición. Te estás reflejando en mí ¿Por qué? 

—¿Reflejarme en ti? Por favor. Te lo había dicho una vez, tú y yo no somos iguales. ¿Qué quieres?

—Aquello de los "niveles" dista tanto del panorama actual, ¿o me equivoco? No te veo "escalando sin precedentes" —replicó con ironía señalando la enorme fotografía que estaba cerca de la entrada.

—Creo que no me escuchaste bien y lo único que haces es darme la razón. No eres una blanca paloma.

—Supongamos que te doy la razón, entonces, dime, ¿Cuál es nuestro vinculo? y ¿de qué se me acusa? —Aquellas preguntas detuvieron a Armando y su mente comenzó a maquilar una sarta de cosas, no tenía idea y su rostro delató la incertidumbre que lo hubo envuelto. 

—Bueno, ya, solo di lo que sea que quieras decir, déjate de jueguitos. No tengo tiempo que perder.  

—Es verdad, el tiempo no perdona a nadie... Vengo a ofrecerte mi ayuda.—De nueva cuenta la duda se apoderó de las facciones de Armando, André chasqueó brevemente con la lengua —No esperarás a que te dé la respuesta de todo, cuando sepas de qué ve a buscarme, solo te advierto que no debes hacer nada tonto antes o durante el proceso y para que la espera no sea agonizante, un regalo —continuó dejando un teléfono desechable en el escritorio—. Y reflexiona, toda acción tiene una reacción. Nadie llega por azar al infierno o al paraíso

¿Quién eres? || Betty en NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora