Capítulo IX

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—Tío mami, después de desayunar, Sergio, el señor oso y yo nos vamos a montar en el trineo solo los fuertes.

Charles levanto la cabeza sorprendido, aquella mañana estaba radiante, Sergio no estaba seguro de que alguna vez hubiera visto a alguien con un aspecto tan fantastico.
No, no era el tipo de belleza de Lewis, no había nada artificial en él.

—No van a montar en trineo sin mí—Dijo Charles ofendido.
—¡Solo los fuertes!
—No ¿Qué es eso de solo los fuertes? tu madre y yo no te hemos criado para que seas un grosero en miniatura.
Mick frunció el ceño.

Sergio, de repente, vio m uy claro el por que los niños debían de tener a sus figuras paternas. Por que por muy bueno que fuera Charles como madre, tenía la tendencia de explicar todo, de aprovechar cualquier oportunidad para enseñar. A veces un niño necesitaba un jefe.

—Tú tío viene con nosotros—Dijo Sergio—Y no se diga más.
—Oh bueno, puedo contartelo más tarde.
—¿Contarle qué?—Preguntó Charles desconfiado.
Al ver la cara de preocupación del niño Sergio dijo:

—Nada, cosas de fuertes.
Charles se llevo las manos a la cabeza y Mick subio en su regazo y le dio un beso.
—No es que no te queramos tito.
Charles sonrió.
—De acuerdo eso es lo que necesitaba saber.

Había una gran pendiente cerca de la cabaña. Sergio recordaba cuando era pequeño e iba allí con su padre. Solían ir a cortar leña, pero el trineo siempre iba en la parte de atras de la camioneta.

En unos segundos, estaba recordando aquellos días felices libres de preocupaciones.
Arrastro el trineo hasta la mitad de la pendiente con Charles y Mick detrás de él. Todos estaban jadeantes por el ejercicio. La nieve seguía cayendo.

Sergio les dijo como montarse, mick primero, después Charles y al final él. Con los brazos rodeo a Charles por la cintura y le clavó la barbilla en el hombro.
Charles bajo toda la pendiente gritando y Mick riendose.

Después de dos veces, mick estaba agotado y Sergio lo subio al trineo y tiro de él.
—Vamos a tirarnos desde arriba-Sugirió Charles.

Sergio le lanzo una mirada ¡Vaya que si era intrépido! Parecía, que después de todo, habia hecho bien en quedarse en la cabaña con ellos.

—Detrás de ese exterior de chico recatado, veo que tienes tu la oculto.
—¿Recatado?-Preguntó Charles ofendido—¿Así es como me vez?
—Cuando seas mayor, te explicare que sienten los hombre mayores por los chicos recatados.
—Pero si ya soy mayor—Se quejo Charles.

Sergio se rió. Tuvo que salir corriendo para evitar que él lo golpeara. Después se lanzaron por la pendiente a una velocidad de vértigo. El trineo los lanzo a los tres sobre un montón de nieve al final de la cuesta y ellos cayeron uno encima de otros sin parar de reírse.

—Pense que estaba en buena forma—Dijo él después de la décima vez—Pero esto me está matando.
Por supuesto, no era cierto. Había pasado mucho desde que se había sentido feliz. No lo estaba matando, de hecho, le estab diciendo sí a la vida.

Charles miró el reloj.
—Es la hora de comer. Me imagino que ya que estoy atrapado con un par de egolatras, tendre que ir a preparar la comida.
—Yo la puedo hacer si quieres—Dijo Sergio.
—No. Adelante, disfrutar de su momento de hombres fuertes-Se sentó sobre la nieve y bajó deslizandose sobre los pantalones, sin parar de gritar.

Sergio se sentó y lo obseró mientras bajaba, se quedo mirando la montaña y la nieve y respiro hondo.
Ese era el tipo de vida que un niño debía tener. Quizá podrían volver en verano. Quizá el podría enviarles unos boletos de avión.
Mick se acercó a él y se sentó a su lado, con el oso de peluche en su regazo.

Un amor por Navidad.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora