Tercer día.
Eso significaba que habían llegado a la mitad de sus mini vacaciones en Chipre. Unas que estaban siendo desastrosas y placenteras a partes iguales y que acabarían mal. Muy mal. No solo para Carlos que alejaría a la fuerza a la persona que más quería en el mundo, sino para Lando, que se llevaría la peor parte y experimentaría un romance de unos días antes de terminar con el corazón hecho trizas.
Carlos abrió sus ojos al notar como la luz empezaba a colarse por las cortinas que permanecían cerradas desde la noche. Soltó un largo bostezo y miró al niño que aún dormía sobre su pecho y sin soltarlo. Hizo una breve recapitulación de lo que había pasado en los dos últimos días. Tres si incluían la paja durante el último GP. Vaya paja más... dios.
Le había escupido y tirado del pelo el primero, le había hecho una mamada y había recibido otra; luego fueron a la playa en el segundo día, montó una escena de celos ridícula, o más bien dos, se hicieron novios, lo castigó a base de nalgadas, dejando su culo rojo y su mano marcada en una de sus nalgas. Y ya por último, mezcló todo lo aprendido, ya que su niño era un superdotado y matrícula de honor en la asignatura de sexo no convencional.
Simplemente increíble. No, espera... ¡Qué cagada!
En dos días había pasado de todo y sabía que la cosa no iba a cambiar, no quería. O sea, ya cuando lo dejase, Lando lo odiaría tanto que lo echaría de su vida; así que debía disfrutar de lo que quedaba. Tenía que seguir haciendo a Lando a su medida. Aunque de momento no iba mal la cosa. Tenía un dulce e inocente sumiso a sus pies (aunque había perdido gran parte de su inocencia y ahora estaba dispuesto a ser la puta de Carlos).
Si le decía que se tirase de un puente, sabía que lo haría. Así era la devoción de Lando por Carlos.
Besó la frente de su niño varias veces, su única manera de demostrar un mínimo de cariño, ya que seguía sin decirle "te quiero" a Lando. Sabía que si confesaba sus verdaderos sentimientos, no habría vuelta atrás y no querría dejar a Lando. Y eso traería consecuencias muy malas. Si ya había matado a Isa y dejado a su hermana así de mal, seguro que también rompía a Lando y si él moría... no. No podría vivir en un mundo donde el británico no estuviese revoloteando a su alrededor y mucho menos sabiendo que sería su culpa si eso sucedía. Lo mejor era alejarse cuanto antes.
Después de disfrutar, claro. Por fin tenía a Lando para él solito. No pensaba compartirlo. Quería poseerlo. Era suyo. Le escribiría "Propiedad de Carlos Sainz Jr" si hacía falta. Era su territorio por esa semana, al menos.
Ante la mirada del mayor sobre él, no pudo evitar despertar, bostezando y separándose un poco del mayor para frotar sus ojitos legañosos.
—Hmm, buenos días—habló con cierto tono somnoliento, dándole un pico a Carlos.
—Buenos días—respondió, correspondiendo el pico para después atrapar sus labios.
Empezó lentamente, besándolos con cierta dulzura y disfrutando de estos con calma. Saboreaba aquellos rosados y carnosos belfos como si fuesen el néctar más puro. Carlos era un putero y un cerdo, quería hacerle muchas cosas a Lando, a parte de romperle el corazón claro, pero ya que eran novios, tenía que meterse bien en el papel, ¿o no?
Lando disfrutaba de lo cariñoso que había amanecido su ahora novio. Quizás simplemente estaba pidiendo perdón por sus tontos celos del día anterior, pero fuese como fuese, lo disfrutaría.
Acarició los pectorales del mayor, centrándose en sus hombros y un poco en su cuello, ese enorme cuello entrenado para aguantar la Fuerza G. Le encantaba el grueso cuello de Carlos.
Se acercó a besarlo, notando que el mayor se dejaba y dándole coraje para pasar su lengua por este, logrando sacarle un jadeo. Un chupón no hubiese estado mal, a decir verdad, pero no quería que Carlos se viese comprometido en un futuro y la prensa rosa empezara a especular.
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Hecho a medida 『Carlando』
RomanceCarlos sabía que tenía un diamante en bruto. Un diamante que tenía que ser pulido. Un diamante que él se encargaría de hacer a medida. Lando era suyo.