Al mirar aquellas pisadas pequeñas y desvalidas en la nieve. Charles sintió pánico. Miró al horizonte, pero no había ni rastro del niño.
¿Cuánto tiempo haría que se había marchado? ¿Media hora, más?Lo llamó a gritos, pero la inmensidad del manto blanco hacía que su voz sonara insignificante. Sólo un silencio gélido le respondió. Sintió que el terror comenzaba a atenazarlo, pero se obligó a calmarse.
El pánico no ayudaría a Mick.Necesitaba esar calmado y fuerte sobre todo en aquel momento, para pensar con absoluta claridad. Necesitaba salir a buscarlo; pero tenía que ir con cuidado.
Sabía que Jules habría salido corriendo detrás de él, sin pensarlo, con cualquier calzado, poniendose la primer chaqueta que encontrara. Y sabía que Jules habría estado equivocado.
De manera deliberada, pero con rápidez, agarro ropa seca y botas. Se metió un puñado de caramelos en el bolsillo y tomó el maletín de primero auxilios que había detrás de la puerta.
Intentó imaginarse que ropa llevaría Mick. El mono de nieve había desaparecido y también sus botas. Pero las dos cosas debían estar empapadas.
Salio a la tormenta. La capa de nieve había aumentado desde que estuvieron montando al trineo. De hecho ya se había tragado las huellas de Mick ¿Le habría pasado lo mismo a las huellas que él estaba siguiendo?
De nuevo, volvió a controlar el pánico y se obligo a estudiar la situación con calma. El camino se distinguia con claridad entre los árboles y no había ningun motivo para que él niño lo dejara.
Eso, suponiendo que fuera detrás de Sergio.
¿Qué le pasaba si solo estaba huyendi? ¿Furioso por su traición, con el corazón roto por que los planes de su papá se habían desbaratado?Otra vez volvió a sentir pánico, pero, de nuevo, volvió a controlarlo. Sabía que no le serviria de nada. Necesitaba pensar con toda claridad y necesitaba toda su fuerza.
Decidió creer en el amor y en el coraje. En los suyos. Así, tomo aliento y salió.
Mientrás caminaba, tenía la sensación creciente de que por fin sabía quien era él.
Y por lo que estaba dispuesto a luchar.
La camioneta, cuando por fin llego a donde estaba, estaba cubierta por la nieve. Le había costado un gran esfuerzo llegar hasta allí. Debía de haber agarrado unas raquetas para la nieve antes de salir, pero en su precipitación por marcharse no había pensado en nada.Al final, había acabado hundiendo los pies en la nieve, con todo el esfuerzo que eso suponia.
Estaba agotado. Aunque aquello no era tan malo. A lo largo de los años, había aprendido que el agotameito físico era un buen remedio para las mentes que no dejaban de dar vueltas a las cosas.Sergio apartó un poco de nieve, abrió una caja de la parte de atrás de la camioneta y sacó una pala.
Lo alegraba tener que hacer esa tarea, así podría desconectar la mente para no pensar en el dolor que había dejado trás de sí.