Los rayos de sol entraron por la ventana. Recordándome del cálido sol en el Distrito 9, los campos de cereales, el árbol que cubría mi casa bajo una fresca sombra, la risa de los niños jugando en la calle, y el silencio cuando la noche caía.
Todo eso no era más que un engaño, porque cuando abrí los ojos, no estaba en el Distrito 9. Estaba en el Capitolio.
En la sala del desayuno, abrí los ojos. No podía dejar de pensar en que en pocas horas estaría en la arena.
Todos los tributos estaban comiendo ahora. Desde la mesa del Distrito 5, Bonnie no dejaba de mirarnos. No había tenido oportunidad de hablar sobre ninguna estrategia con ella, pero ya me las apañaria una vez en la arena.
Luego nos llevaron a los aerodeslizadores. Había uno grande preparado para los tributos, sin demasiadas ventanas para que no viéramos la arena. Raldo se despidió de nosotros antes de que nos marcháramos, y me dio algo a escondidas de Rupert, cuando llegó mi turno de abrazarle.
-Es para que recuerdes que sigo ahí, fuera de la arena. No estais solos.
Mire lo que me había dado. Era una moneda con un nueve grabado. El número de nuestro distrito.
-Gracias.
Raldo no respondió, y me fui con Rupert al aerodeslizador.
Una vez ahí, nos sentamos cada uno en un asiento. Los veinticuatro tributos, en silencio, que en pocos minutos estariamos matándonos entre nosotros.
Una mujer se acercó uno a uno, me pidió que le diera el brazo, y yo se lo di, para que me inyectara algo dentro.
-¿Qué es esto?
-Un detector. -respondió ella secamente.
Tenía sentido. Los vigilantes nos tendrían controlados todo el tiempo.
Una vez aterrizamos, fuimos a unas salas individuales. Quise decirle algo a Rupert antes de entrar, pero los agentes de la paz nos habían empujado, y no pude decirle nada.
Mi estómago estaba revuelto. La próxima vez que viera a Rupert, quizás estaría muerto.
No. Tenemos una estrategia, vamos a sobrevivir al primer día.
Me quedé en esa sala en silencio. Al parecer, algunos estilistas habían ido a despedirse de sus tributos. No los del Distrito 9, aunque eso no me hizo odiar a Vidia. Ella quería verme viva, y me había ayudado todo lo que había podido.
-Un minuto. -dijo una voz.
Las puertas de un tubo se abrieron. Por un momento me planteé no entrar, pero supe que era un error. Esa sala tenía cámaras, y si no iba dentro, los agentes de la paz estaban al otro lado de la puerta y me matarían.
Tampoco había ningún sitio para esconderse.
Fui dentro del tubo.
-Treinta segundos.
La voz no ayudaba nada. Sentía que en cualquier momento iba a vomitar todo el desayuno.
-Diez segundos.
No... no quiero, no quiero, no quiero.
-Cinco segundos.
Quiero irme a casa, quiero volver al 9, quiero ir a casa...
Las puertas del tubo se cerraron. Los agentes de la paz entraron a la sala para asegurarse de que todo iba bien. El tubo empezó a subir.
Zero.
Estaba en el aire. Una luz casi me cegó. Estaba en la arena.
Miré a mi alrededor. Tierra y hierba seca, muy parecida al 9. Bosques a lo lejos. Calor, mucho calor. Al menos estaba en un terreno parecido.
La cornucopia, llena de armas y mochilas. Los tributos, preparados para salir.
-Damas y caballeros, bienvenidos a Los Juegos del Hambre. Que la suerte esté siempre de vuestra parte.
La cuenta atrás empezó. Los profesionales intercambiaron miradas. Yo también, con Rupert y con Bonnie. Sonó un pitido en cuanto la cuenta atrás llegó al cero, y los juegos habían empezado.
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A/N: Holaa! Estoy muy emocionada por haber empezado la parte de los juegos. Ya se que ha sido un poco corta, pero queria mantener la tension. La siguiente parte será más larga. Hasta pronto!
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Búscame en los campos --- 72 Juegos del Hambre
Fiksi PenggemarAnlieese y Rupert viven en el Distrito 9. Rupert lo tiene todo: un padre, una madre, y dos hermanas que lo adoran. Anliesse no tiene nada desde que su abuela murió. Salvo a Rupert. A pesar del hambre y la sed que se pasa en el distrito, sus vidas n...