Vestigio (Prólogo)

41 3 2
                                    

Los alaridos de la guerra resonaban distantes y recluidos, ahogados por la oscuridad que envolvía a la criatura oculta en un lugar estrecho y sombrío. El constante y molesto sonido se vio interrumpido por un estallido repentino, como un arma atravesando el barro. En ese momento, una figura emergió de la trampa de lodo con un zumbido estridente: una avispa burú, liberándose con brusquedad de su prisión viscosa que arrastró consigo tras una caída en picada.

Sus alrededores ruidosos y grises se ven acompañados de un plano de tierra largo y húmedo lleno de bolas de lodo utilizadas como infantería por el bando lejano, cerca de la avispa hay una trinchera rodeada por hormigas creando barreras y preparando ballestas.

La avispa, para nada interesada en la guerra pensando: "ya he tenido suficiente de esta mierda", se escabulló entre las frías y polvorientas trincheras, invisible ante los ojos de las termitas, que solamente buscaban a los grandes escarabajos enemigos, ignorando incluso la armadura plateada de la avispa.

-Tal vez si... -Pensó la avispa, tratando de concentrar su mente en un plan que no incluya exponerse tratando de escapar y morir atrapada en lodo. Pero no se le ocurrió nada, para este punto solo buscaba un túnel o alguna salida cualquiera.

Ya había intentado llamar la atención de alguna para buscar indicaciones afuera del campo de batalla pero era ignorada lógicamente por el resto de soldados. Esa mañana le estaba costando todo el sueño.

-¡Si! -Exclamó con enérgica al encontrar un túnel que conectaba con la montaña al otro lado de las montañas.

Se abrió paso entre los soldados firmes que cruzaban por los túneles hasta que un destello la cegó revelando una salida en el techo de la cueva, sin mucho problema continuo su camino elevándose hasta la salida con sus alas, por fin logrando tras unos segundos de silencio salir de la oscuridad y bajar un poco su ritmo respiratorio. Un lugar lleno de naturaleza se encontraba en lo alto del relieve, la avispa se elevó sobre una saliente en el borde y analizando el paisaje logro localizar las luces mañaneras de un pueblo a lo lejos pasando completamente del amanecer paradisiaco.

-Luego de este pueblo podré llegar al pasillo y colarme por los picos hasta el hormiguero y... Mejor más tarde pienso en eso -Dijo con un notable cansancio revisando un mapa. -Igualmente ahora tengo que conseguir refugio para dormir -pensó viendo al camino a través de la montaña.

La insecto se resguardó en unas formaciones rocosas cercanas y empezó a desplegar su inventario y quitarse su armadura, una espada muy fina que cargaba en su lomo además de unos frascos blancos y relucientes. Por fin dio un suspiro e intentó dormir.

Eran fuertes los vientos que atormentaban el sueño de la avispa tal y como los gritos de porra en Almarado horas después, el pueblo estaba en un desfile celebrando como es de costumbre en ese lugar floral.

La avispa por su parte se encontraba paseando cerca del pueblo sobrevolando levemente un campo de flores amarillas, una tarde perfecta para respirar después de las trincheras de ayer.

-¿Que es eso? -Susurró al percatarse de una carrosa lejana -¿Abejas? -Solo decir esa palabra torno el color de sus alas a un naranja vivo del mismo color que las marcas heredadas de su raza.

De repente la carrosa frenó alterando a la avispa un poco.

-¡Oye! -Grito el chofer de la caravana -¿Estás camino a Dálum? podemos llevarte

-Es una avispa idiota, saca las armas -Susurró el compañero del chofer.

Se sentía extrañada e insegura ante la situación y dudó, los ojos de la abeja no ayudaban clavándose inexpresivos en ella esperando respuesta, dio una vuelta al vehículo y una mirada rápida por debajo y decidió subir.

BrillianceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora