—Cuéntame de las otras veces que estuviste conmigo —dijo la bella mujer de cabello largo y negro mientras me abrazaba en la cama donde habíamos hecho el amor hacía unos minutos.—Bueno... —dije pensativo respirando hondo para recuperarme—, ya perdí la cuenta de las veces que te he encontrado. A veces eras alta, a veces bajita, a veces tenías la piel oscura y otras la piel clara, a veces eras tan gritona que tenía que usar unos tapones en los oídos —ella se rió con un sonido como de campanitas agitándose a mi lado— y otras eras tan silenciosa que podíamos disfrutar de los sonidos del mundo juntos. Has sido diferente tantas veces... mejor dicho —me corregí—, en cada una de tus innumerables vidas has sido muy diferente.
Tomé su mano tibia sobre mi pecho y me giré para besarla en los labios con todo el amor que le tenía.
—¿Hubo alguna vez en la que yo no quisiera estar contigo?
—Mmm... —dije pensativo— muchas veces estuviste con otros hombres.
—¡En serio! —vociferó escandalizada con esa afirmación—. Pero no te conocí en esa vida entonces.
—Algunas veces —respondí con simpleza restándole importancia.
—¿Y hubo alguna vez que fuera o hiciera algo extraño? —preguntó curiosa con esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba, pues sabía que quería algún chisme jugoso con el que reírse junto a mí.
—Una vez fuiste un hombre...
—¡En serio! —me interrumpió emocionada levantándose para mirarme de frente.
Llevo varias eternidades sobre la faz de la Tierra, y siempre me sorprendí por el gusto que tienen las mujeres, si sus momentos históricos y sociales se los permitían obviamente, por conocer acerca de las relaciones homosexuales entre hombres. Aunque si era sincero, las relaciones homosexuales entre mujeres eran de mi más completo gusto y admiración, así que no tenía derecho a quejarme.
—Cuéntame, cómo fue, cómo nos conocimos... ¡¿lo hicimos?!
—Ejem —tosí nervioso por la última pregunta.
—Ah, me encantaría recordarlo, para saber qué se siente ser un hombre y hacerlo así contigo —volvió a acostarse a mi lado pensativa.
—No te he dicho que lo hayamos hecho —me quejé poniéndome rojo.
Carcajeó unos segundos.
—Ya cuéntame —ordenó poniéndose seria abruptamente.
—Está bien... —dije acomodándome para comenzar mi historia.
"Era un año cercano al 1.200 de la era de Kiyor, no sé con exactitud qué fecha era pues recuerda que en esa época aún no se creaba la actual forma de fechar los años.
En aquel tiempo estudiaba en una de las tantas universidades de la ciencia, y gracias a que el ambiente político y social eran estables, no había guerras y el mundo prosperaba bastante bien.
Fue en ese ambiente agradable y fértil que descubrí la primera señal que me indicaba que era tiempo de buscarte. En uno de los tantos campos de flores de mi universidad, había una extensa capa de flores tan rojas como la sangre, todas hermosas y perfectas a su manera, pero entre ellas, y sin ninguna intervención externa, una de las flores surgió tan blanca como la nieve pura.
Recuerdo haber tragado saliva y sentir que el estómago se me llenó de mariposas, como casi siempre me pasa, cuando supe que ya existías nuevamente en este mundo.
Te busqué por casi cinco años, hasta que la segunda señal me mostró el camino hacia donde tú estabas. Era un día de intensa lluvia, cuando un rayo cayó destruyendo un árbol que se encontraba a tan sólo unos cien metros de mí. Al día siguiente cuando fuimos a mirar lo que había ocurrido, justo al lado del inmenso tronco calcinado por el poder de la naturaleza, había un trozo de cristal, creado de arena debido la monumental temperatura que alcanza un rayo, con la forma de una flecha.
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Cuando fuiste un Hombre
Short StoryA través de las eras, has sido mi amante, mi único y más grande amor, pero en una ocasión, sólo en una, fuiste un hombre.