- ¿Quién es ella? - la joven pelirroja preguntó. Sus ojos puestos en la mujer que estaba parada en el ala de favoritas.
- Ella es Mevkibe hatun, la favorita de su majestad - dijo la kalfa en voz baja - Su majestad la adora.
***
Según datos histórico...
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— Debes tener cuidado con Hurrem. No entiendo porque te comportas así con ella — dijo con disgusto.
La hija menor del difunto Sultán Selim, no podía ocultar su insatisfacción hacia su media hermana, la cual había llegado hace unas semanas, preparó todo para recibirla en su palacio, sin embargo, esta decidió quedarse en Topkapi, sin un aviso. La dejó esperando.
— ¿Tú me dirás lo que tengo que hacer? — preguntó retórica y con una sonrisa de medio lado.
— Sah, estoy hablando enserio ¿Acaso tratas de volverte su amiga? — cuestionó.
La mayor de las hermanas rodó los ojos con fastidio.
— Hatice ¿no eres tú la que juega a ser amiga de Mevkibe? Al parecer ya hicieron las pases y ahora son mejores amigas — la mayor observó a la menor fruncir el ceño — La que debería tener cuidado eres tú, hermana — sus palabras fueron como un balde de agua fría para la Sultana.
Ese rostro sereno, esa mirada fría y esas palabras cargadas de rencor. Hatice suspiró, sintiéndose regañada por su hermana, sin embargo, no estaba de acuerdo con sus palabras.
— Te lo advierto, aléjate de esa mujer o sera muy tarde. A ella no le importa quién sufra las consecuencias de sus actos con tal de obtener lo que quiere — la menor insistió una vez más — Me tomó tiempo darme cuenta de la verdad, lastime a Mevkibe por mis propias inseguridades, pero ya no más. Es mi amiga, una de verdad — quería transmitir la seriedad de sus palabras.
Sah sultan rodó los ojos, con una sonrisa despectiva en su rostro.
— Ya me quedo claro, ahora te dedicas a jugar a las amigas con las esclavas ¡Muy digno de una Sultana! — dijo sarcástica.
Con incomodidad la castaña se puso de pie — Es la esposa del Sultán, es una mujer libre. No lo olvides — sin dar tiempo a que su hermana contestara, se marchó del lugar.
***
— Su majestad, el Sultán irá a la guerra — comenté, informando la desición de mi esposo — Sus hermanos iran con el, a excepción del Şehzade Mehmed — di un sorbo al delicioso te de frutos secos.
Mihrimah alzó sus pobladas cejas en señal de sorpresa.
— ¿Creen que lo dejarán como guardián? — preguntó mirando a sus hermanas y madre.
— No lo creo, no después de lo que hizo. Tal vez puede que deje a Mustafa en ese puesto — Sanem sospesó sus palabras.
El sonido de la puerta ser tocada sacó de sus pensamientos a las mujeres, una criada entró en los aposentos con la cabeza gacha.
— Su alteza, la Sultana Sah desea verla — informó.
— Que pase — acomodé mi vestido.
La mujer hizo acto de presencia, usando un vestido verde y sus oscuros cabellos recogidos en un perfecto tocado, tras ella una joven de rostro agraciado.
