Cosmos VII: Vacío

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-Un regalo, un regalo, un regalo...

Nexinius flotaba en la oscuridad cósmica, su figura etérea moviéndose entre las sombras de asteroides solitarios. La palabra "regalo" resonaba en su mente como un eco constante, pero a medida que recolectaba fragmentos de estrellas para cumplir su promesa a Gliseus, una sensación de soledad profunda lo envolvía.

La ausencia de su querido amigo Gliseus creaba un vacío en su ser astral. El espacio infinito se volvía más vasto, y Nexinius se perdía en la penumbra de la nada, sintiéndose cada vez más solo con cada suspiro cósmico.

Mientras avanzaba, la luz centelleante de su núcleo, la fuente misma de su vida, parpadeaba con una tenue luminosidad. La prolongada ausencia de Luprem comenzaba a afectar su esencia vital. La soledad y el distanciamiento erosionaban su núcleo, una señal turbia de que se estaba alejando peligrosamente de la fuente de su existencia.

En su desesperación por cumplir su promesa, Nexinius notó un fenómeno extraño. La pintura azul que necesitaba para su regalo no se materializaba de manera convencional. En lugar de buscarla en el espacio exterior, una extraña conexión se manifestaba entre su núcleo debilitado y la esencia vital que lo sostenía.

Cada trazo de pintura azul extraído para su regalo parecía absorberse directamente de la esencia vital de su núcleo, una transferencia turbia que dejaba una estela de debilidad y desgaste. Cada pincelada era una mezcla de creatividad y sacrificio, la oscura esencia de su núcleo fusionándose con la pintura celestial.

A medida que avanzaba en su búsqueda, la combinación de soledad, deterioro vital y el acto peculiar de crear el regalo arrojaban una sombra sobre Nexinius. Su figura astral, ahora más tenue, se deslizaba por la frontera del universo, en un equilibrio delicado entre la devoción hacia Gliseus y el costo de la soledad en la esencia misma de su ser.

Nexinius continuó su travesía entre cometas y estrellas, su esencia vital fusionándose con la pintura azul que extraía de los astros con colores apagados. Cada toque de su mano etérea dejaba un rastro de nostalgia en el espacio, una melancolía que se mezclaba con la esencia misma del universo.

Los cometas, una vez brillantes y fulgurantes, ahora ofrecían su resplandor desvanecido para alimentar la paleta de Nexinius. Cada pincelada absorbía la historia de estas estrellas errantes, el eco de sus viajes a través del cosmos resonando en la pintura que tomaba forma.

Entre susurros cósmicos, Nexinius empezó a dar vida a su retrato. Su figura astral se manifestaba en el lienzo estelar, y junto a él, aparecían los rostros de sus compañeros Astras. Cada trazo llevaba consigo la esencia de aquellos con los que había compartido incontables eras en la protección de Luprem.

Gliseus, su amigo más cercano, emergía con una luz cálida y reconfortante. Los colores tenues de los cometas reflejaban la serenidad de su conexión. A su lado, tres Astras más se dibujaban en el retrato: Aetherion, Astra de la forma; Thalitus, Astra de la gloria; e Ignisium, Astra de la guerra.

El esfuerzo de Nexinius era una danza de nostalgia y creatividad. Cada trazo narraba historias compartidas, aventuras que se entrelazaban con el resplandor de estrellas ahora apagadas. La pintura tomaba vida, y la sensación de la soledad se desvanecía momentáneamente en la luz titilante de la creación.

A medida que el retrato cobraba forma, Nexinius se sumergía en los recuerdos que sus trazos evocaban. La conexión entre ellos, inmortalizada en el lienzo cósmico, era una expresión de amor y añoranza en medio de la vastedad infinita del universo.

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Dalios cruzó los brazos, frustración en su expresión astral.

Luprem Universe (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora